Sabores amargos

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El Otro había aprendido pronto lo que era la ira. Había saboreado el descontrol, la fuerza y la violencia. La ira era un sentimiento rojo que los empujaba a ser. Había disfrutado de ver el terror en los ojos de sus víctimas cuando la ira los arrastraba como una ola chocando contra las rocas.

El terror era frío y desconsolado. Era muerte. Era encontrarse completamente solo donde se debían ser dos. El miedo no era una sensación nueva para el simbionte pero nunca antes había sabido que era estar aterrorizado de sí mismo. El Otro había fracasado en lo que más le importaba y Eddie pagaba las consecuencias.

Cada súplica de Eddie lo hacía sentir más y más pequeño hasta no ser más que una sombra perdida entre el hígado y los riñones de su huésped. Terror. Era lo que lo mantenía encerrado en lo más profundo del cuerpo de Eddie, dónde apenas podía notarlo. Quizá si no era más que un engendro inofensivo, Eddie se olvidaría del terror.

El Otro observaba, los primeros rayos del amanecer colándose a través de las persianas de la habitación. La noche había sido convulsa y demasiado extraña. Los sabores de Eddie eran amargos y demasiado intensos a ratos o se desvanecían en una maraña enturbiada. Sus instintos le gritaban que lo envolviera en la masa negra y viscosa de su ser pero el terror había conseguido profanar el santuario que eran ellos. Eddie se dejó caer exhausto en la cama sin molestarse en quitarse la ropa. Las sábanas olían a sudor rancio y a tabaco. La mente de Eddie hilaba un discurso atropellado, las imágenes de la noche repiténdose en un círculo infinito. Todo terminaba en la chica de los lavabos y lo que el Otro pensaba.

"Eddie, no entendemos" el Otro rompió su silencio autoimpuesto con voz vacilante. El nerviosismo seguía allí pero el Otro se atrevió a formar algunos filamentos en la muñeca de Eddie y entrelazarse en sus dedos.

–¿Ve? –Escuchar la incredulidad en el tono de voz de Eddie era casi doloroso–. Dios mío, Ve. –Eddie rió histérico entre lágrimas–. ¿Qué no entiendes?

Eddie se sentó en la cama sin dejar de mirarlos un instante sonriendo cada vez que alguno de los tentáculos se enroscaba en uno de sus dedos.

"La chica, en el lavabo. Por un momento tu cerebro parecía haberse equilibrado y luego"

–Bueno, ya... –Eddie jugueteaba con los filamentos azabache entre sus dedos–. Anoche no tenía mi mejor momento. Es una forma muy estúpida de poner en riesgo lo mejor que tengo en mi vida.

"¿Lo seguimos siendo?" No pudo evitar manifestarse como una pequeña serpiente de cieno negro, sus ojos blanquecinos ensimismados con el rubor en las mejillas de su huésped.

–No sé qué crees que pasó, pero mi episodio no fue culpa tuya. –Eddie se lo quedó mirando fijamente.

"Notamos tu terror" El Otro contestó avergonzado volviéndose a esconder bajo la piel de Eddie.

–No fue culpa tuya, Ve. Todos cometemos errores. No –El Otro notó la lucha interna de Eddie por encontrar las palabras que buscaba–. La próxima vez habla conmigo. Estamos juntos en esto.

MALA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora