El timbre de su casa resonó cuando llamaron a la puerta. Al otro lado, un mensajero de un servicio de mensajería privado le esperaba con expresión resulta ante la cara de confusión de Nathan. ¿Cuándo había encargado algo de paquetería? El mensajero poco pudo decirle. Solo estoy haciendo mi trabajo, señor. Firme aquí, dijo. Eso hizo, entrando de nuevo en casa con el paquete entre manos. Lo primero que pensó es que podía ser algo... peligroso. Después de todo, no hacía ni dos días de su incidente en la nave del puerto... habiendo sido dejado atado y desnudo, y temiendo que iba a pasar allí tres días... No pudo evitar preguntarse ¿Volvería? ¿Seguiría con esa... "tortura"? ¿O lo dejaría allí solo para vengarse? Curiosamente, su prioridad en ese momento de abandono y soledad era... darse una ducha. Como fuera. Frotar esas huellas de las cuerdas sobre su piel hasta borrarlas...
Sin embargo, no tuvo que lamentarse durante mucho rato. Al cabo de una hora, o dos, la puerta de la nave se abrió de nuevo para mostrar a un sujeto embozado. Sí, con el rostro completamente tapado... Ante semejante aspecto, todo vestido de negro y cubierto de esa forma, internamente lo llamó ninja. ¿Vendría a darle el golpe de gracia? Ya sería lo que le faltaba a esta historia rocambolesca. Pero, para su fortuna, no fue así. A pesar del recelo y la desconfianza del detective ese hombre se limitó a soltarlo, esperar pacientemente a que se vistiera, observando en silencio todo lo que hacía hasta que cogió de nuevo su moto y se largó de allí a toda prisa. Ni una palabra salió de su boca, ni ninguna amenaza, simplemente... lo dejo salir de allí. Mientras Nathan se alejaba de esa nave presionando a su pobre motocicleta a velocidades poco acostumbradas, solo podía suponer que el señor Armitage lo había mandado allí para liberarlo. ¿Verdad? ¿Sería que ese cabrón tenía algo de conciencia?
Sea como fuere, tras esos acontecimientos, tuvo un mal presentimiento con el paquete que tenía entre sus manos. Así que se lo acercó al oído, por si oía algo anormal en su interior... no, nada. Lo agitó con cuidado, por si algo sonaba... tampoco. Recorrió el paquete con sus dedos, para detectar cualquier marca extraña... y todo le resulto normal. Lo dejó sobre la mesa de su salón, y sentándose enfrente, estuvo durante cinco minutos contemplándolo en silencio... hasta que algo dentro de la caja vibró, sobresaltándolo en su asiento. ― Joder... ― se pasó una mano por la cara, avergonzado de su propia reacción. Estaba sobreactuando. Si fuera algo peligroso, ya habría hecho reacción, ¿no? Además, confiaba en las medidas de seguridad de las empresas de paquetería. No hubieran aceptado algo como envío que pudiera amenazar la vida de nadie... ¿Verdad?
"Me estoy volviendo un paranoico. Genial" celebró, abriendo de una vez el dichoso paquete para encontrar... un condenado iPhone de última generación de color blanco. Estaba encendido, y dentro de la pantalla brillaban dos mensajes.
Los dos mensajes procedían de la misma persona, que era el único contacto que aparecía en la lista del móvil. Cogió el aparato con respetuoso cuidado, temiendo que se hubieran equivocado con el envío, pero... fue ver quién era el contacto y lo que había mandado, para saber que ese paquete, ese móvil, era para él.
Miró el nombre del local y el mensaje guardado en su nuevo iPhone. Nathan suspiró resignado. Poco error podía ofrecer, Armitage había sido claro en sus indicaciones a la hora de encontrar ese lugar, el día y la hora: "El Lujo del Cairo". Un nombre peculiar, desde luego. Su fachada sin ventanas estaba adornada al estilo oriental, con la arquitectura tan típica de allí, arcos, formas geométricas... todo muy sencillo, pero elegante. Era un sitio que llamaba la atención. Y estaba claro que tenía cierto éxito en la zona: había una pequeña cola a la entrada, de gente de todo tipo, que deseaba entrar en el local. Un guardia de seguridad a la puerta pasaba lista, consultando los nombres que tenían reserva y los que no, a los que se les avisaba de las largas esperas. "Ojala no esté en esa lista..." pensó Nathan torciendo el gesto. Se ajustó su camisa negra y repasó sus vaqueros, de un azul oscuro. Iba formal, pero cómodo... por si surgía... cualquier imprevisto.
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Call Out My Name
RomanceMeses después de la muerte de su compañero Gabriel, mientras cubría un caso infiltrado, Nathan está obsesionado por encontrar al culpable. Nada volverá a ser lo mismo cuando sus pasos lo lleven ante Joel, un enigmático empresario que sabe mucho más...