Capítulo 4

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Gimió por lo bajo. Algo chirriaba por encima de su cabeza. Era... molesto. Eso, y la oscuridad que le rodeaba. Ah, no... ¿oscuridad? Entreabrió los ojos, y tuvo que cerrarlos un instante después. Una luz caía sobre él, rodeándolo y cegándolo. ―Uhg... ― gruñó por lo bajo, confuso. Notaba cierto frío... y más frío sintió cuando un líquido –esperaba que agua- cayó sobre él. Volvió a parpadear, esta vez con cierta furia para despejar la confusión que tenía encima. Una voz le estaba hablando... una voz que conocía demasiado bien. ―Vamos... Eso es. Despierte, detective.― Apartó el rostro ante las palmaditas que estaba recibiendo en la cara, colérico... lentamente la memoria iba volviendo a él.

Había perseguido a Armitage hasta esa parte de la ciudad. Y... había sido emboscado, al parecer. Un estallido de dolor le había sacudido desde su espalda, para luego ser engullido por la oscuridad de la inconsciencia. Su despertar no había mejorado su humor. Tenerlo ahí enfrente... su mirada rápidamente lo recorrió de arriba abajo. No iba con su habitual traje, de hecho... parecía que acababa de salir de un bar de carretera, o algo así: vaqueros holgados, botas de motero, y una camisa negra ajustada al cuerpo. Rápidamente desplazó la mirada sobre sí mismo y su alrededor. Estaba desnudo de cintura para arriba, y descalzo. De ahí el fresco que sentía. Tenía que estar sosteniéndose de puntillas, porque sus brazos y manos estaban hábilmente sujetos por una red de cuerdas y nudos por encima de su cabeza, a un gancho... ese mismo gancho era el chirrido que le había llamado la atención al despertar, con su irritante sonido cada vez que el detective se movía. El caso era que estando de esa forma sujeto... pocas opciones tenía de soltarse, incluso de presentar batalla. "Cabrón..." pensó con rabia.

Observar algo más allá de su precaria posición no mejoró sus previsiones de futuro. Sobre una mesa cercana alcanzó a ver sus objetos personales: desde su billetera, el rastreador, su casco, las llaves de su moto y casa, sus esposas, su porra extensible, su ropa... nada de ello a su alcance. ―Tsk... ― chasqueó la lengua irritado. Prefirió no mirar demasiado el resto de cosas que había sobre esa mesa, y que no eran suyas.

Además... había alguien que estaba esperando su felicitación, ¿verdad?

Ladeó de nuevo el rostro para mirar a su "anfitrión". ― ¿Por qué me da la impresión que no es la primera que haces algo como esto, Armitage? ― preguntó, con voz ronca. 

― Uh, ¿ya pasamos directamente a tutearnos? Como quieras, Nathan ― Su tranquilidad fue lo último que terminó de enervar a Reynolds, que acto seguido le escupió en la cara. Si le iba a matar, que no esperara que suplicara por su vida. ― ¿Quién eres realmente?― preguntó con rabia. Tiro de las cuerdas de sus brazos, con ganas de abalanzarse sobre él, pero... realmente estaba bien sujeto y tuvo de desistir. Sus hombros casi dolían en esa postura. No tenía duda que en unas horas, si seguía vivo, le dolerían mucho más. Armitage, por su parte, ni siquiera apartó el rostro. Simplemente cerró los ojos y se rió entre dientes. Se pasó los dedos por la cara, limpiándose la saliva y, con una mirada descaradamente lasciva, se los relamió diciendo―Si te lo dijera, tendría que matarte. Pero puedes llamarme Joel, si te place. ― Se apartó de él, sin contentar su curiosidad. Dio un trago a una botella de agua que tenía en la mesa, antes de dejarla de nuevo en su sitio. Tras eso alargó la mano enfundada en el guante de látex para coger su cuchillo militar y el rollo de cuerda de cáñamo con la que, claramente, había atado los brazos de Nathan. Se colgó el cuchillo del cinturón y comenzó a desenredar la cuerda con parsimonia.

―Ya que lo mencionas, te diré que estás en lo cierto. No es la primera vez que hago esto― Joel habló sin siquiera mirarle, al parecer totalmente concentrado en desenredar la cuerda― Durante mi adolescencia y mi juventud practiqué asiduamente el BDSM, y aprendí algunas cosas muy útiles, como hacer buenos nudos con cuerdas, por ejemplo―Señaló, sin mirar, hacia los brazos amarrados del detective. Tras sacar un par de metros largos del montón, usó el cuchillo para cortar la cuerda― Y también algunas normas básicas sobre cómo atar a las personas. Una de las primeras es no atar nunca las manos por encima de la cabeza, ya que nuestra presión sanguínea no es tan potente como para realizar un recorrido tan largo― Dejó caer la cuerda escogida al suelo y desechó el sobrante―Seguramente ya estés experimentando ese familiar hormigueo en los dedos, ¿hm? ―

Call Out My NameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora