La puerta sonó como eco por los rayos que ya se escuchaban. Su madre se acercó con rapidez para quitarle el abrigo que se había puesto, lo sacudió y abrazó a Deborah creando calor en su cuerpo.
Sabía que tenía que leer un libro, así que no lo pensó más. Justo cuando su madre subió las escaleras, ella cerró la puerta con un tranquilo empuje, sus pies pisaron fijos caminando entre los charcos estancados, sin abrigo, sólo con una blusa blanca que ya mojada se le transparentaba el brasear. Al llegar a la biblioteca, sus manos acalambradas sintieron el frío metal de las cadenas; estaba cerrada.
Su mente babieca le dio un impulso por buscar una solución. Así que buscó una ventana, la abrió y su cuerpo resbaló entre la ventana para poderla atravesar y caer de un tirón causando eco.
Sacó su celular para poder alumbrar el camino, revisó los anaqueles, uno que otro libro; al voltear a su derecha vio un libro sobresaliendo de los demás. Alumbró con su celular, parecía algo viejo, su empastado era imposible de olvidar pero, justo al agarrarlo sonó la chapa de la puerta, alguien iba a entrar.
El encargado entró con pánico gritando para asustar, pues se había dado cuenta que alguien había entrado. El tímido cuerpo de Deborah se asomó agarrando un libro entre los anaqueles, la sonrisa cortada del encargado le dio por entender que no la de tendría, como tratando de decir que era solo una travesura.
Deborah corrió para pedirle disculpas. El encargado extendió su palma y se acercó a ella, donde le pregunto que libro quería, ella le enseñó el empastado.
Había salido con una sonrisa, por fin había conseguido el libro. Los cálidos rayos del sol le daban la bienvenida a la alertante noticia que tenía que llegar pronto a su casa.
Abrió la puerta con delicadeza, su madre por suerte no había despertado. Subió las escaleras, una por una hasta llegar a su cuarto y se recostó delicadamente para no causar cualquier tipo de rechinido.
Justo a la media noche del otro día, la luz de la sala se encendió, su cuerpo descanso sobre el sofá, y sus manos entumidas por el frío de la noche abrió el empastado, sus ojos color verde dilataron la pupila al ver las primeras letras del libro. En un segundo Deborah cayó de rodillas del sofá soltando el libro causando un estruendo, así mismo lastimó su columna vertebral y sus ojos desorbitados miraban la luz tenue del foco cochambroso.
El cuerpo de Deborah había quedado en el piso pensando que estaba muerta.
Los movimientos turbulentos de su madre hicieron que estuviera de nuevo lúcida, miró el borroso rostro de su madre alertante contra el suyo, y sin pensarlo la abrazó con lágrimas en los ojos. La situación fue interrumpida cuando sonó el golpeteo de la puerta, Sara la esperaba angustiada en el portón de su casa. Su madre abrió lentamente la puerta secándose las lágrimas de los ojos, Sara asustada corrió hacia Deborah abrazandola para poderla levantar del suelo.
Era sábado, los desmayos continuaban, Deborah sentía la necesidad de vomitar y la presión en su cuerpo le hacían rechinar los dientes causando muchas veces mordidas en la lengua.
Su amiga la acompañaba en el sofá mirando la televisión, el frío de la mañana le bastó para recargar en su cuerpo una colcha decorada color rosa; Deborah tenía los labios morados y las uñas lastimadas de tanta presión.
Su cuerpo tenso, por fin logró desvanecerse entre las sábanas heladas de la cama de madera; su amiga se sentó a lado de ella frente a una mesa que sostenía una lámpara de lectura. El frío se filtraba en las ventanas causando el empaño, a lo que hacía que la quijada de Deborah y de Sara se movieran constantemente.
Las dos se recostaron en la almohada, el rechinido de la puerta causó que las dos abrieran de inmediato sus ojos, era la mamá de Deborah, se dirigía hacia ellas con dos tazas llenas de té de limón, las repartió mientras cada una se rozaba con sus manos los antebrazos del frío.
De nuevo la habitación se llenó de estremecimiento cuando la quijada de Deborah de nuevo perdía su postura causando mordidas en la fría lengua llena de cicatrices. Su madre logró poner a tiempo sobre su barbilla una servilleta para detener la saliva en la que se apreciaba un poco de sangre coagulada.
Sara abrazó fuertemente a Sofía, permitiendo que sus pómulos soltaran gran parte de sus lágrimas. Había pasado muy poco tiempo desde que Deborah había entrado de las vacaciones a la escuela, por lo mismo, su madre no podía creer esta lamentable situación.
Semanas después no había tenido otra crisis, el doctor había pensado que se trataba de un problema de esquizofrenia, pero los análisis y las radiografías, mostraban otra cosa. Los huesos se veían más anchos de lo normal, causando en algunas partes de su cuerpo fracturas, a sí mismo causando astillas, que de una forma u otra Deborah se terminaba encajando por cualquier tipo de esfuerzo.
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Las Almas Deborah Crabbs
Mystery / ThrillerLa Historia en la que ni el bien ni el mal salen ganando.