Tercer Capítulo

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Su madre había agotado las ideas para que Deborah se sintiera satisfecha de salud. Solo tomó unos minutos, cuando su madre partió de inmediato a la iglesia de su comunidad. Ahí se encontraba un padre conocido desde hace largos años por su familia.

El padre Robert, se encontraba siempre dispuesto a ayudar a cualquier persona que tuviera un problema y trataba de solucionarlo.

Su madre llegó corriendo persignandose mirando el crucifijo. El padre, saludó a la señora con una cordial tendida de mano, mientras que Sofía besó con urgencia la mano pálida del presbítero.

-Dígame en que le puedo servir.

-Padre, vengo ante usted con toda humildad a pedirle ayuda.

-Hermana, que pasa!-se dirigió a ella con preocupación. Mire pasemos al consultorio.

-Padre, tengo un problema, se trata de mi hija, Deborah, ella tiene un problema de salud muy grave. -dijo angustiada.

-Dígame! Usted puede confiar en mi.

-Deborah a tenido varios problemas de salud, pero siento que son más de salud mental, pues, ella empezó por levantarse en las noches, como sonámbula, días después, vi como se levantaba del sofá y caía de rodillas desmayada.

El padre guardo silencio por unos minutos sosteniendo su barbilla con ayuda de su mano.

-Pues mire, tenemos que hacerle de inmediato un exorcismo, lo cual le saldrá en un costo de.....

Antes de que el padre diera su explicación cínica, Sofía lo interrumpió con un gesto enojado con lágrimas en los ojos y se fue sin decidir el rumbo.

Sofía salió molesta de la iglesia, tomó un taxi en la esquina de la calle Watersnoow y se subió de inmediato al transporte amarillo.

Su madre no se le quitaba de la mente las imágenes perturbadoras de las radiografías, recordaba con gran melancolía las fracturas que tenía su hija, acompañadas de grandes astillas. Pero nunca aceptaría el trabajo de aquel padre, que sólo buscaba sacarle el dinero, aparte tenía miedo de cómo iba a hacer eso del exorcismo, tal vez era contraproducente y no quería pasar las consecuencias de que posiblemente el padre de la parroquia estuviera en la cárcel por su culpa.

Al llegar, abrió delicadamente la puerta con gran asombro de qué podría encontrar; afortunadamente Deborah no había salido de su cama y aún permanecía dormida.

Pero no tardó mucho en llegar la adrenalina, pues Sofía se servía un vaso de agua, y la alertante llamada de Deborah, hizo que tirará el vaso de vidrio, causando que sus piernas se encontraran expuestas a los vidrios que se zambullían en su falda.

Sofía salió de un tirón de la cocina, tropezaba con los peldaños de la escalera eterna, como un laberinto sin salida en busca de la libertad eterna.

Justo al llegar al último peldaño, su hija se encontraba despierta, esperándola a medio pasillo. Una sonrisa tenebrosa se dibujó en su cara, causando un gran suspiro de miedo, miedo a su propia hija; sin pensarlo más y con las manos temblorosas sacó de su suéter un rosario enredado en un escapulario que con dificultad logró desamarrarlo justo a tiempo.

Mientras tanto la oración nunca fue terminada.

Las Almas Deborah CrabbsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora