PROLOGO 1

14 1 0
                                    

PROLOGO

-¡De verdad que no lo entiendo! -saltó el ente dimensional, sin salir de su pasmo. -otros entes de su misma magnitud lo miraron aburridos, ante lo cual, trató de imitar su mismo aburrimiento, para no delatarse. -No entiendo que tiene de especial ese planeta, de verdad...

-¿Por qué no envías un mensajero a ver qué pasa? -sugirió el ente sentado a su derecha, con una chispa de diversión. -Igual así nos ilumina a todos...

El primer ente quedó pensativo unos instantes, que en realidad fueron varios cientos de millones de años, dentro de su reloj interno. Era un Universo joven e impaciente, tal como hizo notar el ente antiguo que había hecho la sugerencia, con un simple gesto, que no pasó inadvertido al pequeño y pueril Universo. Lo rechazó con una mueca, pero no pudo quitarse la sugerencia de la cabeza. No era una mala idea, en realidad...

-¿Y a quién quieres que envíe? Yo no me relaciono con personalidades pequeñas. No voy a usar a uno de esos... humanos, que lo habitan. Sería caer demasiado bajo, hasta para mí. -se calló justo a tiempo, al darse cuenta de lo que acababa de decir. El Universo sentado a su izquierda, trato de reprimir, sin éxito, una sonrisa. El pequeño Universo, se removió en su asiento, tratando de aplacar su disconformidad.

-¿Por qué no? Al fin y al cabo forman parte de ti. -le picó el sonriente Universo. -Quiero decir que, aunque en comparación contigo, ellos sean menos que una célula en uno de sus cuerpecillos enclenques, forman tan parte de ti, como una de tus queridas estrellas...

-¡Eso es!¡Eres un genio, Universo! -saltó el joven Universo, a punto de prorrumpir en histéricos aplausos. -¡Tengo a mis estrellas!¡No hay mejores mensajeros que ellas!¡Y los humanos se sentirán complacidos!

El viejo Universo se removió inquieto en su asiento, negando en silencio. Una descarnada mirada del joven, lo sacó de su apatía. -Perdona que te lo diga, querido jovencito, pero no creo que sea buena idea. Los humanos no están preparados para tratar con estrellas. ¿No te das cuenta de que son tan frágiles que pueden achicharrarse sólo con estar demasiado cerca de una de ellas?

Tras ellos, el centelleante resplandor del Big Bang, se echó a reir, divertido. Esperaba complacido la salida del joven Universo a la pregunta de sus mayores. Si, era y siempre había sido un cotilla incorregible, era lo que tenía el aburrimiento crónico en el que vivía desde que empezó a existir, ajeno a tiempo y espacio. Los Universos lo aliviaban de su soledad como origen de todo. ¡Ah, si los pobres humanos supieran que su teoría del multiverso era cierta! En un espacio infinito, era tontería pensar que solo existía un Universo. Una tontería y un ejercicio de estúpido orgullo. Tanto como pensar en darles nombres a la multitud de Universos que poblaban el cosmos y las dimensiones. Pero el fatuo ser humano no podía vivir sin darle una nomenclatura a todo; gajes del oficio. El prefería desentrañar las características de la personalidad de cada uno de sus amigos: el joven, el anciano, el sonriente... y el mismo, para terminar la rueda de los allí presentes, que no eran ni mucho menos todos los que eran, pero si eran todos los que estaban... ¡Buf, que lío! Se le estaba pegando el gusto por los trabalenguas de esos insignificantes seres que todos querían investigar. Porque, aunque en los distintos Universos existían seres mucho mas antiguos e imponentes que los humanos, (tontería y fatuidad pensar que estaban solos en el Universo) y menos en todos los Universos disponibles, que eran muchos a través de todas las dimensiones imaginables e inimaginables. ¡Seres volubles y orgullosos! ninguno conseguía despertar la curiosidad tanto como los humanos y no entendía por qué. No eran ni los mas listos, ni los mas fuertes, ni los mas inteligentes, ni los mas sabios y ni mucho menos, los mas morales. Bien sabía el, que había observado toda su historia, que eran seres capaces de lo mejor y de lo peor, como especie y como individuos. Entonces, ¿qué tenían que los fascinaban a todos? Volvió a prestar atención a su alrededor, a ver si lograba desentrañar el misterio.

DÉNEBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora