Las personas se habían aglomerado dentro del colegio, curiosos, miraban a través de los cristales de las clases o en las vallas de los patios.
Liam se quedó mirando cómo la madre de aquella chica se subía a la ambulancia mientras su padre, lo más rápido que pudo, se montó en el coche para dirigirse al hospital.
"¿Quieres que te lleve?" La ronca voz del que suponía que era padre de la joven, le gritó desde la ventanilla cuando paró a su lado.
Apreció inmediatamente el manojo de nervios y de desesperación que crecían en el interior de aquel pobre hombre.
Debía ser horrible ver cómo una de las personas por las que más te preocupas diariamente sufre de tal manera, debía ser horrible para un padre ver a su hija en tal estado de inestabilidad. Comenzó a sentirse culpable.Lo cierto era que él no tenía ni idea de quiénes eran aquellas personas. No conocía a la joven y tampoco le sonaba haberla visto en otra parte.
Pero aún así sintió la necesidad de ayudarla. Quizá porque él había pasado por lo mismo varias veces, a lo mejor por cómo brillaban sus ojos a pesar de su oscuro color y que expresaban lo que de verdad sentía la chica.
"No se preocupe, márchese usted" Él sabía que no tenía nada que ver si le acompañaba. No era nadie que le importara. "Va a estar bien, confíe en mi"
El padre de Dianne formó lo que pareció ser, un intento de media sonrisa, para después arrancar el coche de la manera más brusca que había visto nunca.
Liam, como había hecho con la ambulancia, vio su marcha en la misma dirección.
Su mente era un caos continuo. Habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo.
Lo sabía desde el primer momento que vio a esa chica. Sabía que algo iba mal y que pronto iba a derrumbarse. La manera en la que pellizcaba sus palmas para controlar los nervios y sus ojos cristalizados.
Iba a entrar a la consulta de la orientadora cuando echó la mirada atrás y la vio tendida en el suelo, agarrándose el pecho de manera descontrolada suplicando por aire.
El ambiente se tranquilizó en el instituto y finalmente entró con la orientadora que, al parecer, había adoptado una postura de nuevo, serena y pacífica, como si nada hubiera pasado hace tan solo cinco minutos.
"Bueno Liam, un placer tenerte aquí." Comenzó la mayor. "La vuelta a las clases tras un periodo como el tuyo es algo maravilloso..."
Hablaba como si todo lo que le causaba problemas al chico, hubiera desaparecido, como si estuviera suficientemente bien como para enfrentarse a las clases de nuevo. Pero el ojimiel no la escuchaba. Sumido en sus pensamientos y en la mirada perdida de la chica a la que acababa de ayudar. Cómo parecía que le estuviera mirando aunque en verdad no lo hiciera mientras la recostaba encima suya, porque sabía que a pesar de que sus ojos se fijaran en él, ella solo veía lágrimas y una visión negra. Sentía sus temblores en sus piernas todavía y la sangre de los pellejos de ella le habían manchado un poco la palma de la mano al intentar trasmitirla un poco de calor.
"Liam, ¿Me escuchas?" Él levantó la mirada hacia la señora, que le miraba con seriedad. "Este es un asunto importante, estamos hablando de tu futuro, ¿Lo entiendes?" Inquirió la jefa del departamento de orientación.
"Lo siento, hoy ha sido demasiado para mi" Cogió su mochila, que yacía al lado de la silla y se levantó dejando a la orientadora con la palabra en la boca.
¿Futuro? ¿Qué mierdas importaba el futuro? Quizá para una persona con ansia de planificar su vida para sentir que tiene alguna meta en ella vale. Pero para Liam, el futuro no era más que una simple mentira.
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La vida que te prometí vivir.
Подростковая литератураAlgunas personas no están hechas para cumplir las promesas, pero yo te prometo que por los dos, cumpliré la nuestra. Me obligo a comer por ti y me obligo a seguir por ti, quiero que veas que sí es posible recuperarse aunque los dos pensáramos que no...