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Nada más llegar a casa, Anne dejó su mochila rosa sobre el sofá y condujo a Liam al baño.
Con torpeza y subiéndose a la banqueta que había ahí, cogió el paquete de tiritas y betadine. En un poco de algodón, mojó una cantidad más que suficiente del ungüento.

Liam la observaba maravillado. Ella tan solo tenía seis años y se desenvolvía en el mundo cuidando de él, como si él fuera el pequeño de la casa.
Miraba sus pequeñas manos poner tiritas en su brazo, tapando las heridas, mientras sacaba su rosada lengua en muestra de concentración.

Se sentía pequeño a su lado, le hacía querer sacar lo mejor de sí mismo. Quería seguir solo por ella, para verla crecer y verla progresar. Quería ser quien le comprara su primera entrada a cualquier concierto, llevarla de fiesta y encubrirla cuando llegara borracha.

Ojalá aquello fuera suficiente para quedarse, pero cuando pensaba en todo lo que quería enseñarle y darle, sentía un gran vacío al pensar que lo haría mal. Toda la luz que traían esos pensamientos, se cubrían con grandes nubes cuando pensaba que no iba a ser una buena influencia. Le aterraba que lo que Anne estaba viviendo en ese momento, condicionara su vida. Que el hecho de crecer en un ambiente como el que él había formando en su casa, en lo que se suponía ser un lugar de momentos felices, estaba cargado de tensión y desesperanza, afectara en el futuro de Anne.

Sus ojos se humedecieron, pero no podía permitir que ella le viera llorar.

"Ya está" Señaló ella con orgullo su arreglo, pensando que con un poco de betadine y tiritas, los monstruos interiores de su hermano se iban a marchar.
Por lo menos 15 tiritas cubrían sus brazos, entre ellas tapando la gruesa cicatriz que yacía justo en su muñeca.

"Muchas gracias pequeñaja" La cogió de uno de sus pequeños brazos para traerla a si mismo y tenerla cerca suya. La abrazó con fuerza mientras sentía las manitas de Anne aferrarse a su sudadera. Su olor era lo que le tranquilizaba, la muestra de que existían cosas buenas en el mundo. "Te voy a preparar la comida ¿vale?" Susurró bajito a su oído a lo que ella asintió con ímpetu.

Sacó de la nevera el puré de calabacín que hacía su madre y uno filetes de pollo. Calentó en una cacerola el puré y recalentó los filetes en el microondas mientras Anne miraba en la tele de la cocina alguno de sus dibujos.

"¿No comes?" Preguntó Anne con la boca llena de puré alrededor, apartando su interés por los dibujos y centrarse en su hermano.

"Comí un bocadillo antes de ir a buscarte" Contestó casi para si mismo, mirando a la mesa y con las tiritas en los brazos picándole. Odiaba mentirla, de verdad que lo hacía. Pero quería que ella dejara de preocuparse por él y aún era muy pequeña para saber si estaba mintiendo o diciendo la verdad, se alimentaba de su inocencia y su confianza ciega.

La pequeña pareció conforme con la respuesta acostumbrada a que Liam "comiera" un bocadillo antes de ir a buscarla. Siguió comiendo tranquilamente, degustando el plato enfrente suya con gozo.

Liam la miraba con cierta envidia. Quería ser capaz de comer así, de no tener que pensar en cuantas calorías tenía el plato y cuánto deporte tendría que hacer para quemarlo.

No echaba de menos comer, echaba de menos la sensación de decir "este ha sido un buen plato" o de felicitar a su padre cuando cocinaba algo que estaba excelente. Sentía envidia por todas aquellas personas que se permitían el lujo de despreocuparse por las grasa, los carbohidratos y por la forma en la que estos se disolvían y otros se almacenaban en su cuerpo. Porque siempre le jodió mucho el hecho de que el sabor es efímero pero el sentimiento de culpabilidad es eterno.

Y mientras miraba los mofletes de su hermana hincharse y llenarse mientras comía, sus tres hermanos entraron por la puerta. Todos haciendo un gran ruido probablemente discutiendo sobre algo sin importancia. Los dos mellizos que parecían más gemelos y el mayor de ellos tres. Todos chinchándose y empujándose por llegar a sus habitaciones cuanto antes.
Anne más que acostumbrada siguió comiendo sin importarle mucho que los demás ya hubieran llegado a casa. Liam se quedó mirando la puerta por donde acaban de llegar y les siguió con la mirada hasta las escaleras.

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