Ariana se sentó frente a su jefe. El se encontraba enviando mensajes de whatsapp a unos clientes y tardó unos minutos en hacer contacto visual con ella. La espera ponía ansiosa a Ariana, que empezó a hacer algunos tics habituales en momentos de nerviosismo como tocarse el pelo rubio que caía sobre sus hombros a cada momento o dispersar la mirada por el salón, incapaz de dejarla fija en un único punto. Finalmente dejó el celular sobre la mesa y le dirigió la palabra.
-Bueno Ariana, te cité aquí a hablar porque recibí la queja de un cliente, de cuya empresa sos vos la empleada responsable de liquidar sus impuestos. Según me contó, cometiste una grave equivocación - y al terminar de decir esto posó una mirada inquisitoria sobre ella- que provocó que terminara pagando un importe muy superior al que debería pagar y que ahora le trae aparejado dificultades económicas para el y su compañía.
-Bue.. bueno Edgardo, reconozco haberme e-equivoca-do -tartamudeaba al hablar- Nadie es perfecto. Tra- trataré de que no vuelva a suceder.-y se acomodó nerviosamente el flequillo.
-Me encantaría creerte, Ariana- respondió el con voz firme y pausada escudriñándola con la mirada- Solo que no es el primer error que tuviste. Ya te equivocaste otras veces y también dijiste que no pasaría de vuelta, y pasó....
-Soy consciente de eso, pero...
-No me interrumpas- acotó Edgardo con autoridad, y prosiguió-...y se te siguieron dando oportunidades, pero esta vez pasaste un límite, la equivocación que cometiste esta vez es gravísima...el estudio acaba de perder un muy importante cliente. Han decidido no contratar más nuestros servicios...
-Que bronca que me da, que por mi error, lo siento tanto...
-..y yo- continuó Edgardo sin escuchar- decidí prescindir de los tuyos.
No por suponerla la noticia fue para Ariana menos dura. Aguantó las ganas de llorar y trató de ponerse firme.
-De acuerdo, Edgardo. Solo págueme la indemnización por despido y terminamos aquí.
-Indemnización?- Edgardo abrió sus ojos claros el máximo posible, asombrado por la propuesta- Es un despido por justa causa! Casi mandás a la quiebra a un cliente con tu error! No cumpliste con tu trabajo, con lo que se esperaba de vos. Entonces, no corresponde que cobres indemnización. Si querés contratá un abogado, hazme juicio. Te lo voy a ganar. Tengo muchos amigos en los juzgados laborales, va a ser inútil- y Ariana sabía de los contactos de Edgardo y que lo que decía era cierto.
-Pero a pesar de tus distracciones y errores, sos una buena chica. Voy a abonarte la totalidad del sueldo de este mes, aunque todavía falte mucho para que termine. Asi contás con algo de dinero para mantenerte mientras buscás otro trabajo.
-Bueno, muchas gracias Edgardo.- Ariana fingió gratitud cuando en realidad quería mandarlo al diablo.
-De nada, Ariana. Que tengas mucha suerte. Lo deseo de corazón.- y la acompañó a salir de su oficina. Con rapidez fue a retirar sus cosas sin apenas despedirse de sus compañeros. Un deseo de escapar de allí lo más rápido posible se adueñó de ella, y bajó presurosamente las escaleras.
"Que generoso que es", pensó irónicamente Ariana para sus adentros. Con el sueldo de un mes no podría aguantar demasiado y conseguir trabajo no estaba fácil, y además no lo haría rápido. Tendría que hablar con Rodrigo, su novio. El tenía un buen empleo y ganaba mucha plata. Pedirle que la ayude a mantenerse y pagar gastos hasta que apareciera algo nuevo en el horizonte. No sabía que podría responder a su petición, pero esperaba su comprensión y apoyo para este momento de su vida. Caso contrario, estaría en problemas. Estos eran sus pensamientos mientras salía del estudio contable, para no volver a entrar nunca más en él.
ESTÁS LEYENDO
Las inquilinas
RomanceA Ariana la despidieron por un error en su trabajo, y para conseguir dinero puso en alquiler una habitación de su casa. Así acabará conociendo a dos inquilinas negras y lesbianas, Luisana y Yanel, que harán que su vida cambie radicalmente.