Ariana empezó a pegar carteles en postes de luz y teléfono, y en los mostradores de los pequeños comercios del barrio. En ellos ofrecía el alquiler de una de las habitaciones vacías que había en su vivienda a personas solas. No podía pretender cobrar demasiado por eso, diez mil pesos a lo sumo, con lo que no podría hacer frente a todos sus gastos mensuales. Pero al menos eran mas que cero. Tenía también una cierta inquietud por el tipo de persona que podría llegar a compartir con ella su hogar. Meter en su casa a un extraño a vivir era un riesgo, claramente. Pero en la situación en la que se encontraba, no le quedaba otra que arriesgarse. Como creía que los pensamientos negativos atraían percances a la persona que los tenía, trató de cambiarlos por positivos. Imaginar que el o la inquilina que llegara sería una persona luminosa, de bien y que llenaría de felicidad su vida.
Y así, se limitó a esperar que alguien llamara a su celular o bien tocara el timbre de su casa para consultar por el alquiler. Sin embargo, los días corrían y no había novedad alguna. El dinero que había recibido por su último sueldo empezaba a acabarse. Tampoco podía conseguir trabajo como contadora, había enviado varios currículums pero no la habían llamado de ningún lado. Empezó a pensar en ofrecerse como niñera, o bien para cuidar enfermos o ancianos. No era algo que le gustara, pero la necesidad tiene cara de hereje, y en ese momento empezaba a sentirla. La ansiedad por la situación que atravesaba y el hecho de no contar con alguna persona que pudiese o quisiese ayudarla la llenaba de angustia, y por mas que trataba de ser optimista, cuando pensaba en el futuro solo veía nubarrones negros sobre su cielo.
Estaba tomando un té de tilo en la cocina, meditando sobre su vida y que sería de ella, y tratando de no amargarse demasiado, cuando escuchó sonar el timbre. Se dirigió a la puerta de entrada y miró a través de la pequeña rendija.
Vio paradas en la vereda a dos mujeres negras de treinta y tantos años de edad, calculó. Tenían una estatura media y unas hermosas siluetas. Eran delgadas, pero con curvas y bastante voluptuosas. Una de ellas tenía pelo largo ondulado que le llegaba cerca de la cintura. La otra pelo totalmente enrulado cortado a la altura de los hombros. Vestían en forma casi idéntica, como si se tratara de mellizas. Llevaban puestas ambas calzas bien ajustadas que resaltaban las sensuales formas de sus piernas y nalgas. Los buzos bien pegados al cuerpo contenían con dificultad los senos firmes de las dos mujeres, a tal punto que parecían haberse estirado para hacer frente a la presión que esos pechos turgentes y firmes ejercían. Una de ellas volvió a presionar el botón del timbre. Ariana colocó el pasador, entreabrió la puerta y les dirigió la palabra a las desconocidas.
-Hola, que buscan?
-Buenas tardes. Es en esta dirección donde se alquila una habitación? -preguntó una de las negras.
-Sí, es aquí, pero es para una persona sola- respondió Ariana con sequedad.
-Uy, pero fijate que nosotras somos dos. No habrá forma de llegar a algún arreglo? Vos estabas pidiendo diez mil pesos..
-Si, esa es la cifra.
-Ofrecemos pagarte quince mil, si aceptás alquilarnos a las dos juntas- le respondió la negra de pelo corto.
Cinco mil pesos adicionales, pensó Ariana para sus adentros. Buena oferta, sobre todo pensando en que había llenado de anuncios el barrio y era la primera que tenia en varias semanas. Si la dejaba pasar, habría que ver si aparecía alguna otra. Decidió ponerse flexible. Después de todo, las morochas parecían buena gente. Y había algo dentro suyo que le insistía, prácticamente le exigía, que aceptara.
- Bueno chicas. Si quieren, pasen y les muestro la habitación donde vivirán, a ver si es de su agrado.-Ariana quitó el pasador y abrió la puerta. Las morenas entraron a la vivienda, llevando junto a ellas, su equipaje, unas pesadas mochilas con ruedas donde llevarían sus ropas y demás menesteres. Atravesaron el pasillo, el pequeño jardín, e ingresaron en el living comedor . Al otro lado de la mesa, en dirección opuesta a la entrada, se veía la puerta abierta de un cuarto, y dentro del mismo dos mesitas de luz, una radio con reproductor de CD, y una cama matrimonial de dos plazas.
-Esta es la habitación que está en alquiler. El único problema es la cama, tendrían que compartirla, pero eso tiene solución. Una de ustedes puede dormir aquí, y la otra en el sofá del living. O tal vez, en posiciones invertidas, una con los pies apuntado a un lado y la otra en la dirección opuesta. Esto, hasta que consigamos otro colchón o un par de camas de una plaza.-explicó raudamente Ariana, mientras las dos mujeres negras reían con felicidad.
-No, no hay ningún problema ehh...cómo te llamás?- preguntó la de pelo por la cintura.
-Claro, con tanta explicación ni siquiera nos presentamos...me llamo Ariana.
-No hay ningún problema, Ariana. Y ya que nos dijiste tu nombre, nosotras te decimos el nuestro. Yo me llamo Luisana - dijo la negra de pelo por la cintura y señaló a su amiga de pelo corto- y ella Yanel. Mucho gusto en conocerte.
-Lo mismo digo- replicó Ariana cortésmente-Entonces está todo bien con que duerman en la cama matrimonial?
Yanel lanzó una carcajada y miró pícaramente a Luisana. Ariana no se percataba de la situación.
-Desde ya que está bien y nos viene bárbaro. Es que somos como un matrimonio.
-Pero sin libreta, todavía- acotó Luisana al comentario de su amiga.
-Ahh, son... pareja-murmuró Ariana.
-Sí, y como te darás cuenta, una cama matrimonial nos viene mucho mejor que dos camas de una plaza. La cama, la habitación, la casa...todo nos gusta...hasta vos!!!- rió Luisana-. Te alquilamos la habitación en quince mil, trato hecho?
-Trato hecho - respondió Ariana- Pueden ir guardando sus cosas en los armarios, están vacíos. Cuando mis padres fallecieron retiré todas sus pertenencias de allí. Desde ya que ustedes solo alquilan la habitación, pero podrán usar el baño cuando así lo precisen, el comedor para almorzar y cenar, y la heladera para guardar los alimentos que necesiten frío. La casa es grande y si nos respetamos y sabemos convivir, podremos vivir todas aquí y llevarnos bien.
-Buenísimo Ariana-respondió Luisana mirándola a los ojos, y sonriéndole añadió-Tengo la impresión que vamos a terminar llevándonos mejor de lo que nos imaginamos ahora.
Extrañamente, Ariana dentro suyo compartía la misma premonición, pero no podía intuir de qué se trataba o a qué se refería.
Y mientras dejaba a Yanel y Luisana irse acomodando, volvió a la cocina a terminar el té de tilo que ya se había enfriado. Mientras lo calentaba en el microondas empezó a sentir algo de alivio. Ya tenía un pequeño ingreso de dinero. Tal vez este era el comienzo de un golpe de timón, un cambio de rumbo en su vida que últimamente solo estaba hundiéndose poco a poco.
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Las inquilinas
RomanceA Ariana la despidieron por un error en su trabajo, y para conseguir dinero puso en alquiler una habitación de su casa. Así acabará conociendo a dos inquilinas negras y lesbianas, Luisana y Yanel, que harán que su vida cambie radicalmente.