Capítulo 12: Rapto

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Capítulo 12:

Rapto

El día ha llegado

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El día ha llegado.

La corte oscura se prepara para presenciar una ceremonia que les genera alegrías, como si no hubieran sacrificado niños hace un par de días. Es más, ni la eventual presencia de la hermandad les afecta. Hoy no. Hoy es un día de celebración, y no me siento muy festivo. Estoy más bien ansioso y nervioso, y no es por la boda.

Me preocupa cuanto más duraran las defensas y cuántos más tendrán que morir para alimentar a los olvidados.

Tocan a la puerta. Me quedo en silencio. A las afueras de mi habitación se encuentra más guardias de lo normal, mi madre parece creer que puedo huir del compromiso. Algo que los guardias no podrán impedir, de todos modos, pero igual están allí cumpliendo las órdenes de su reina. Escucho la puerta al ser abierta y los pasos firmes de la reina al ingresar a mi habitación.

—No te has cambiado —recalca lo evidente.

—No. No lo he hecho.

Doy vuelta, y me alejo de la ventana

La reina oscura luce impoluta bajo ese vestido que se asemeja al color de sus ojos, el azul comienza en el dobladillo de su vestido y se extiende por sus piernas hasta la cintura donde se entremezcla con el ocre que sigue hasta sus hombros y brazos. Por su espalda se desliza una cascada lacio cabello negro. Exuberante.

—Tu prometida ya está lista —anuncia mi madre rebosante de sonrisa. —Y tú no.

—Imagine que así sería —mi falta de emotividad la hace fruncir el entrecejo.

—Podrías hacer un esfuerzo...

—Podrías cancelar este fiasco —replico sin dejarla terminar su frase. Me cruzo de brazos.

A la reina se le agitan un poco los hombros mientras respira. Enfurecida pero controlada. No es momento para discutir. Lo sé. Si alguien va a perder seré yo. Pero eso no significa que vaya a mostrar una felicidad que no siento.

—¿Disfrutas desafiarme, no es así?

—La verdad es que no. No lo disfruto. Por el contrario, me es frustrante... —me planteo por un instante explicarle de nuevo lo ridículo que es llevar a cabo esta boda, pero no lo hago—... Sabes qué, olvídalo. Igual no hay nada que te haga cambiar de parecer.

—En eso tienes razón. Jamás debí haberte revelado el pasado —dice.

—Igual me hubiera enterado. Nada de lo que he hecho hubiera cambiado. Te haré una pregunta madre —me tomo mi tiempo para formularla. Y ella parece impaciente ante mi silencio—. ¿Hubieras ido por Susej si Mafer no hubiera aceptado encontrarla?

Desvía la mirada.

—¿A qué viene esa pregunta? Susej está en casa.

—No has respondido mi pregunta.

Encantus. Alas olvidadas (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora