Capítulo II

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Sus cejas se hundieron al instante en un gesto de confusión y miedo. Sí, miedo. Si ella, la persona que había amado más que a nadie, lo dejaba, su mundo se vendría abajo. Su vida, las nuevas ilusiones que Emma había sembrado en él, serían aplastadas frente a sus ojos.

—¿De qué hablas, Emm? —Esbozó una sonrisa con la esperanza de que sólo sea una mala broma—. No sé qué está sucediendo, pero, por favor, no tomes una decisión tan apresurada. 

—La única decisión apresurada que he tomado, ha sido aceptar casarme contigo.

Esperaba que eso haya sido suficiente para los extorsionadores. Lo estaba humillando, tal y como ellos pedían. Dentro de su mente sólo pasaba la imagen de su madre siendo torturada por esas personas.

—No —negó Jumin—. Tú me amas... me lo dijiste. Si tú no me amas... entonces... ¿por qué mentiste?

Su pecho empezó a subir y bajar de forma acelerada. Sentía un nudo en la garganta que hacía su respiración más pesada con cada palabra de la chica.

—No he dicho que no te amo. —Emma trató de remediar la situación, pero de inmediato la imagen de su madre pasó por su cabeza—. Quiero decir... ¿cómo podría amarte? Eres tan... frío, serio, realmente aburrido. Me he dado cuenta que no quiero pasar mi vida al lado de una persona como tú.

Un cuchillo directo al corazón del pelinegro. Y lo que Emma no sabía, es que también fue un cuchillo directo al corazón de su madre. Los extorsionadores, al saber que el matrimonio ya había sido arruinado, decidieron acabar con la deuda que tenían con su familia desde hace tantos años.

No podían dejar viva a la madre de Emma. Sabía demasiado. Sin deuda, sin las ventajas del dinero de Jumin, las cosas habían sido saldadas.

—No me dijiste eso en mi penthouse —contestó él después de un largo silencio—. No me dijiste eso en el chat. No me dijiste eso en la fiesta. Tú... ¿acaso todo fue mi imaginación? ¿Eres como las mujeres con las que está mi padre? ¿Sólo buscabas fama?

—Si piensas eso de mí, ¿por qué no me dejas ir? —Con las lágrimas en sus ojos nublándole la visión, pudo notar cómo la mano del pelinegro seguía sobre su brazo.

—Tienes razón, no sé por qué no te dejo ir.

Entonces, el agarre en el brazo de Emma se empezó a aflojar poco a poco. La fuerza de Jumin empezaba a disminuir ante la idea de que esa posibilidad fuera cierta, pero pocos segundos después volvió a sentir cómo sus dedos se aferraban más a ella.

—No. No, no. Perdón —continuó—. Tú no eres así. No eres como ellas, es imposible. Porque si tú eres como ellas... ¿yo soy como mi padre al estar contigo?

El sonido de las cámaras empezó a sonar. Los miembros de la RFA, en un intento desesperado porque esas fotos no salgan a la luz, empezaron a desalojar a los invitados con la ayuda de los guardias de Jumin.

—¡Shu! ¡Shu! ¡No hay nada que ver aquí! ¡Chismosos! —gritó Seven—. ¡Salgan! ¡Salgan o los aniquilaré! —continuó, haciendo una pistola con sus manos.

—Saeyoung... no es el momento. —Una delgada chica de cabello blanco al igual que Zen, trató de modular su comportamiento.

—El bastardo no se casa. Vaya, hasta me siento mal por él.

El albino negó con la cabeza mientras miraba la escena.

Pero Emma no le prestó atención a sus palabras. Sólo observaba la mano del pelinegro reteniéndola.

—Suéltame, Jumin —pidió.

—No —dictaminó él, seguro y firme—. Necesito una explicación. No puedes dejarme así frente a todos y sólo huir. ¿Es por...?

—No —contestó la chica al instante—. ¡Sólo no me quiero casar contigo! ¡¿No lo entiendes?!

—Emm —insistió—. ¿Te-te están amenazando de nuevo?

—Jumin, cállate. No menciones ese tema o podría...

—¿Es por... es por...? —trató de hablar.

—¡No! ¡Suéltame Jumin! —Ella trató de apartar su brazo con brusquedad, aprovechando la distracción del chico.

Entonces Emma empezó a caminar por el largo pasillo del lugar. Sus tacones resonaron mientras la música de fondo empezaba a desvanecerse ante sus oídos y los gritos de súplica de Jumin eran lo único que lograba escuchar. En un intento desesperado por huir, empujó accidentalmente el gran cuadro que estaba cerca.

La foto de ella y Jumin en la fiesta de la RFA, la pedida de matrimonio.

Lo único que Emma pudo hacer fueron soltar más sollozos para sí misma e ignorar todo a su alrededor.

—¡Emma! ¡EMMA! —La desgarradora voz de Jumin parecía estar lastimando su garganta—. ¡Por favor no te vayas! ¡Podemos solucionarlo! ¡Juntos! ¡Prometo... prometo mejorar! ¡Emma!

Pero ella ya había salido de la iglesia.

Y Jumin estaba solo, de rodillas, suplicando que no saliera por esa puerta. 

Eviterno «Mystic Messenger» [Jumin Han]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora