Capítulo III

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Su oficina estaba limpia y ordenada, todo perfectamente en su sitio. Pulcro, impecable. Lo único que estaba hecho mierda allí era su mente. Un lío de emociones que no había podido sacar de su corazón, los recuerdos que aún rodeaban su memoria cada vez que entraba a su penthouse.

Otra vez la misma rutina del día. Terminar el trabajo, volver a casa, encerrarse en su habitación para volver a llenarse de documentos que firmar. Antes de recostarse en su cama, abrió el cajón de la mesa de noche y observó por unos segundos su anillo de bodas, boda que nunca se concretó.

Apretó los labios con fuerza para no derramar ni una lágrima. Cerró el cajón de un manotazo y soltó un largo suspiro antes de cerrar los ojos para dormir. Sin embargo —y como todas las noches— el sueño no llegaba. Cambiaba de posición cientos de veces en su cama, pero el peso en su espalda no le permitía hacer otra cosa que no fuera intentar distraerse trabajando.

Ese peso eran las cadenas que había llevado consigo todo ese tiempo. Las cadenas que sellaban su corazón, impidiéndole que nadie entre o salga. 

Así había pasado los últimos tres años, martirizándose a sí mismo. Recordando el día de su boda fallida cada noche antes de dormir y en el primer segundo al despertar.

«—Tranquilo, Jumin —habló Seven en un intento de calmar a su amigo—. Ella... ella ya se fue. Vamos a respirar un poco, ¿sí?

—Déjame. —El pelinegro seguía sentado en el suelo de la iglesia con las palmas en las rodillas, perdido, con la mirada baja—. Déjenme. Necesito estar un momento solo.

—¡Jumin! —La voz de Emma hizo que él levantara la vista al instante—. ¡Estoy aquí, Jumin!

De pronto, el chico sintió unos cálidos brazos rodearlo y ayudarlo a levantarse. La fina tela del vestido rozó la de su traje, devolviéndolo a la "realidad". Ella estaba allí, frente a él, mirándolo con esa sonrisa que siempre la caracterizaba.

—Prometo nunca más volver a separarme de ti —continuó—. Te amo, Jumin. Todo lo que vi en ti siempre ha sido increíble. No eres como tu padre, nunca lo serás.

El chico, complacido con sus palabras y con el sentimiento que estas le producían, cerró los ojos para disfrutar su tacto. La amaba, ella era la razón de su existencia y por la cual se había propuesto a enfrentarse a todo tipo de retos.

—Yo... no te vayas. Por favor. —Se aferró más a ella—. Te adoro, Emm.

Una suave risa de parte de la chica se oyó, esa risa se fue intensificando, convirtiéndose en una carcajada de burla. Jumin retrocedió un poco para observarla. Su vestido blanco iba tornándose lentamente de un color negro y su risa resonaba cada vez más fuerte.

—¡No puedo creer que hayas sido tan ingenuo para creer eso! ¿En serio pensaste que podría casarme contigo? Simplemente eres ridículo».

Entonces ambos despertaron. Esa pesadilla recurrente otra vez.

—Realmente soy un monstruo. —Emma se levantó de su cama con desánimo y se miró al espejo—. Soy tan despreciable que ni siquiera pude ayudar a mi mamá a huir de esa gente, pero, en fin... otro nuevo día. Qué emoción. Ja.

Volteó a observar el pequeño cuadro en su mesa de noche, el retrato de su madre, tan sonriente como ella solía serlo. Abrió uno de los cajones donde guardaba los cientos de periódicos con los que se torturaba cada noche leyéndolos.

"El futuro CEO de C&R se compromete con la coordinadora de la asociación de caridad de la RFA".

"Conozcan a Emma Wong, la prometida de Jumin Han".

"¡Humillación a la familia Han! Dejan plantado a uno de los empresarios millonarios más importantes de Corea".

"Jumin Han se niega a dar declaraciones de lo ocurrido en su boda. ¿Matrimonio arreglado? ¿Publicidad para C&R?"

"Emma Wong, desaparecida del mapa. ¿Huyó de Corea?"

Soltó un largo suspiro y negó con la cabeza.

—De verdad soy...

—¿Despreciable? —completó su padre—. Hiciste lo que pensabas era lo correcto. Antepusiste a tu madre, la mujer que te dio la vida.

Él se acercó hasta donde estaba Emma para quitarle los papeles de la mano.

—No te hace despreciable —continuó—. Te hace fuerte el haber podido lidiar con eso todo este tiempo.

—¿Crees que...? —Ella intentó hablar, pero se retractó al instante—. No, olvídalo. Lo que menos le debe interesar a Jumin es una explicación.

—Aclarar las cosas los libraría a los dos de esa carga que llevan tanto tiempo —contestó—. Los extorsionadores ahora son historia, tu madre ya no está, nada te impide volver a Corea.

—¿Con qué cara? ¿Cómo voy a volver a verlo? Me debe odiar, y con toda la razón del mundo.

—¿Acaso eres una cobarde, Emma? —Ella entreabrió los labios ante las palabras del mayor—. ¿Eres una cobarde que no puede enfrentarse al pasado? ¡Estoy harto de oír cómo lloras todas las noches! ¡Debes enfrentarlo!

Miró el espejo de su mesa de noche, recogió su cabello rubio platinado en un pequeño moño y empezó a maquillarse, ignorando las palabras de su padre. Él se acercó aún con los periódicos en la mano y los tiró sobre la cómoda, haciendo que los cosméticos cayeran al suelo.

—Todo esto te ha atormentado durante tres años —habló—. Es tu decisión si decides cortar las cadenas que llevas en el corazón o si quieres seguir huyendo como una cobarde.

—¡Yo no quise huir! —gritó Emma—. ¡¿Crees que quise plantar al hombre que amaba en el altar?! ¡¿Crees que quise hacerlo?! ¡Pues no! ¡Yo quería casarme! ¡Todo es culpa de sus estúpidos arreglos de cuentas!

—¡Pero eso ya no está! ¡Ellos ya desaparecieron! ¡Entiéndelo!

—¿Acaso pretendes que me aparezca en su oficina como si nada? —contraatacó—. ¡Oh, hola Jumin! ¡Soy yo, Emma, la mujer que te dejó como una piltrafa en la iglesia! ¡Vengo a contarte lo que pasó tres años después!

El padre de Emma pensó unos segundos en sus palabras y en un intento desesperado por hacer entrar a su hija en razón, dijo:

—Jumin me llamó ayer, quiere verte. 

Eviterno «Mystic Messenger» [Jumin Han]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora