"Todo debe estar en mi cabeza. ¿Tendría que ir a buscarla...? Si me dijo delante de todo el mundo que no me quería, frente a la prensa. Estoy siendo demasiado emocional".
—Sólo faltan unos días para la fiesta, señor Han. —Jaehee entró al a oficina como solía hacer habitualmente—. ¿Necesitamos algo más? Me encargué de algunos de los preparativos, pero sin duda creo que necesitaremos un lugar más amplio.
—No. No cambies el lugar, tampoco la hora.
—Pero, señor Han...
—Necesito estar solo.
Sus frías y demandantes palabras no le dejaron otra opción a la castaña que obedecer. Jumin tomó otro documento, lo leyó una y otra vez, pero le era imposible concentrarse con tantos pensamientos rondando su mente.
—Eres fuerte —se dijo a sí mismo—. Eres fuerte. Eres muy fuerte. No vas a ceder.
—¡Necesito verlo! —La voz fuera de su oficina lo hizo pararse de inmediato—. ¡Jaehee, por favor! Prometo no hacer un escándalo.
Los pasos de Jumin se dirigieron a la puerta. Esa voz, ese tono de molestia...
—Ya estás haciendo un escándalo —respondió, imponente—. Aquí estoy, esperando que me digas para qué me necesitas.
—Si antes eras insoportable, con esa amargura ahora lo eres el doble —bufó Zen antes de pasar a su oficina.
Tomó asiento frente al escritorio y observó lo ordenado que estaba ese lugar. Era casi repulsivo para él lo perfectamente que estaban clasificados los estantes. Por colores, importancia, tamaño, y más cosas que no podía comprender.
—Supongo que sigue siendo el mismo... ¿sus sentimientos tampoco habrán cambiado? —susurró.
—¿Qué dijiste?
—Lo que oíste.
—No oí nada. Por eso te estoy preguntando.
Resignado ante su silencio, Jumin le echó un vistazo a su agenda. Como los últimos tres años, se había esforzado por mantenerse ocupado, eliminar el tiempo de las visitas inesperadas que solía hacerle Emma con más trabajo.
Sin embargo, allí estaba otra vez, escuchando lo que Zen tenía que decirle. ¿Qué creía ese individuo? ¿Que iba a superarlo en inteligencia e ingenio? ¿Que él no sabía que Emma estuvo en su casa?
Jumin Han siempre iba un paso por delante.
—¿Qué sucede? Sé breve —demandó el mayor.
—Sucede que sé que tú ya sabes lo que sucede. Si no lo sabrías, no la habrías llamado. Reconocí el número, pero no se lo dije.
—¿Y qué crees que sé que sucede? —desafió Jumin.
—Sobre eso.
—¿Qué eso?
—Emma.
Bastó ese nombre para recordarle a Jumin lo ocurrido en su boda, hacerle revivir una vez la constante pesadilla que tenía en las noches. ¿Por qué le había propuesto matrimonio a una chica que conoció en once días? Vaya que a veces podía ser demasiado emocional.
—No sé de qué hablas. —Jumin alzó los hombros con indiferencia y continuó haciendo trazos amorfos en sobre un documento, fingiendo trabajar.
—Ni si di qui hiblis —lo imitó con un ademán de manos—. Escucha, Jumin. Sé que esto es difícil, pero no puedes fingir que nada pasó y actuar como un robot, ignorando todo lo que pasa a tu alrededor.
Ese reclamo lo había escuchado cientos de veces. De parte de su padre, de su mejor amigo, de incluso, su asistente. Así había actuado Jumin a partir de ese día, como un muerto en vida, como una persona andante sin conciencia sobre nada más que el trabajo.
—Emma volvió —afirmó Zen—. Y si no es con ella, puedes darte la oportunidad de conocer más personas. El mundo no se acaba porque alguien te abandonó.
Y esa última palabra fue la que causó que Jumin perdiera los estribos.
—Me abandonó porque no me amaba. —Levantándose de su asiento, sus pasos cada vez más cerca intimidaron a Zen.
La ira en su rostro, por primera vez, se veía reflejada ante él.
—Sus palabras fueron: ¿Cómo podría amarte? Eres tan... frío, serio, realmente aburrido. Me he dado cuenta... que no quiero pasar mi vida al lado de una persona como tú.
—Vaya... te lo sabes de memoria —contestó Zen, boquiabierto.
A pesar de no haber usado las palabras adecuadas para apreciarlo, comprendía a Jumin. Y más allá de sus intenciones por apoyar a Emma, estaba la esperanza de que ambos dejen de cargar con las cadenas que habían arrastrado por tanto tiempo.
La esperanza de que ambos fueran libres, ya sea para volver a estar juntos, o continuar con su vida.
—No sabes lo que es vivir día a día el martirio de haber perdido la felicidad, las ganas, justo antes de tenerlas completamente —masculló entre dientes—. No sabes lo que es no poder dormir por las noches con la idea de que alguien que sabes que no volverá toque tu puerta para abrazarte.
Zen no halló manera de contestar. Jumin tenía razón, él no entendía ese sentimiento.
—Pero ella volvió.
—Podríamos haber sido muy felices, pero llegó tres años tarde.
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Eviterno «Mystic Messenger» [Jumin Han]
Fanfiction«No puedo casarme contigo, Jumin. Tal vez... nunca te quise lo suficiente». Después de los sucesos en la fiesta de la RFA, la boda de Jumin y Emma era el evento más esperado por los miembros. Sin embargo, el día más feliz para ambos se convirtió en...