PRÓLOGO

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Tenía razón.

Pensé al cerrar la puerta de mí pieza, con seguro. Me apoye contra la puerta y me deslice hasta sentarme en el piso, cubrí mí rostro con mis manos, lamentando la mala suerte que poseía mí apellido, maldiciendo a quien sea.

A cualquiera.

A todos.

Escuché pasos atrás de la puerta y unos toques insistentes. Miré hacia la ventana que apuntaba directamente hacía la puerta. Los golpes se habían vuelto más insistentes cuando unos ojos conocidos aparecieron detrás de ésta.

Sonreí. Era lo único que podía hacer, no tenía ánimos de llorar, ni gritar. Me resigné a la bella muerte que me saludaba.

El golpe desistió y la puerta de abajo se cerró con fuerza. Se fue. Solté un quejido ante el ardor de mí muñeca derecha. La sangre brotó tímidamente ante el rasguño. Ardía.

Un movimiento imperceptible abrió la ventana.

Era increíble como el mundo parecía moverse de forma serena, indiferente ante el dolor de los demás. Ellos no nos observaban, nadie sabía lo que pasaba a su alrededor. Todo el mundo era completamente ajeno al peligro acechante.

Observé como metió cuidadosamente su pie adentro de la habitación.

Espero no haberme olvidado de nadie. Pensé. Fijé mí mirada hacia la pulsera que adornaba mis manos. Perlas verdes y azules, brillaban por reflejo de la luz lunar. Amor, era lo único que podía sentir.

Se movió lentamente, sonreía contenta ante la caza exitosa. Balanceo sus pies de un lado a otro, analizando el cuarto. Se iba a tomar su tiempo.

-Me encontraste, Victoria.

Ella se detuvo y me miró de forma intensa. Mí respiración se detuvo al ver sus ojos. Estaba furiosa.

Dos latidos bastaron para que yo ya no sea consciente de la mordedura inmediata en mí cuello.

Creo que debí pensarlo más cuidadosamente.

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[ EVIDENTE ] - CARLISLE Y ESME CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora