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EPILOGUE
SYRAX, VHAGAR,
MERAXES AND BALERION―•✧•―•✧•―•✧•―•✧•―
—Syrax, Vhagar, Meraxes y Balerion —suplico en alto valyrio con las manos entrelazadas sobre su cien—. Por favor, sean mi guía en esta travesía, sean mi sol en las mañanas y mi luna en las noches. Qué el sacrificio de mis antepasados se vea reflejado en la gloria de nuestros descendientes.
Era un joven robusto y alto, incluso arrodillado. Tenía el cabello azul con las raíces blancas, de unos ojos violetas que bajo el sol parecían diamantes coloridos y de una piel dorniense. Era la perfecta línea entre un Targaryen y un Martell, con la diferencia de que su personalidad había sido marcada por las Cuidades Libres.
Él tomo su bastón (rama) y comenzó a caminar por las tierras. De alguna forma, se sentía el Rey de esas tierras que fueron el hogar de sus antepasados. La Antigua Valyria, una tierra tan llena de vida como de muerte.
Jamás ibas a encontrar un lugar tan hermoso con este. Los paisajes eran una locura jamás vista por el hombre, si encontrabas un lugar alto como lo hizo Aegon, ibas a notar que aquel sombrío lugar estaba lleno de naturaleza y vida animal. Por otro lado, había una infinidad de hombres y mujeres enfermos que no debías tocar.
Aegon encontró una manera de convivir ahí, a pesar de las maldiciones del lugar, quería pensar que era porque antes su sangre habitaba el lugar, pero seguía siendo un completo mito.
Para su suerte (o desgracia), Aegon se volvió un experto en evitar el contacto desde joven. Se refugiaba en gruesas capas de ropas que evitaban el tacto de los infectados, además de eso, descubrió que el fuego ahuyentaba a los infectados. Y Aegon tenía a Myriam.
—Rhaella —entre sus memorias recordaba el rostro dulce y atormentado de su abuela, con una dulce sonrisa al verlo y una armoniosa voz al cantarle.
Era algo que hacía hace años. Se sentía tan solo, tan alejado de su familia y sangre extinta, que los rememoraba todas las mañanas diciendo sus nombres.
—Rhaegar —ese padre que, a pesar de irse con su amante, había amado a sus hijos y a su esposa hasta que conoció a una loba entre los rostros de extraños.
Aegon soltó un quejido cuando salto sobre unas piedras y casi cae al suelo, pero se sostuvo del bastón. Siguió caminando por aquel bosque cubierto de yerbas.
—Elia —Aegon recordaba con un amor eterno a su madre, esa mujer morena de ojos tan dorados como el sol. Lo amaba, y Aegon a pesar de no recordar, extrañaba ser amado incondicionalmente por una madre—. Elia Martell.
Aegon se sostuvo de una roca y salto a unos metros de dónde estaba para bajar de esa colonia. Se ayudo con el bastón, dando fuertes respiraciones al caer sobre las rocas, pues estaba con sus pies desnudos por el momento.
(No fue su culpa, un infectado lo sujeto de los talones y se robó sus botas).
—Rhaenys —nombró con una sonrisa. La breve imagen de una niña apareció entre sus recuerdos, era un rostro borroso de cabellos castaños y ojos bicolores. «Eggo» le decía la voz chillona y dulce—. Viserys. Daenerys.
A veces, cuando estaba demasiado solo, iba a la roca más alta que había para fingir que era Rhaenys. Le contaba como había sido su día, hablaba de como extrañaba a sus padres, a veces incluso le preguntaba cómo estaba su gato Balerion y finalmente lloraba y le decía lo mucho que la extrañaba.
—Balerion —murmuró, recordando a aquel gato de ojos blancos por la ceguera y pelaje oscuro como la noche.
Cada vez más cerca, Aegon aceleró el paso para ver a Myriam.
—Ser Arthur Dayne —si recuerda al soldado que jugaba con él y su hermana cuando su padre estaba ocupado, la forma tan amable en la que los cuidaba cuando nadie los veía.
Una vez llegando, Aegon suspiro con cansancio. Era tan joven y estaba tan cansado, su madre lloraría si lo viese así.
—Oberyn Martell —no recordaba a su tío, pero si recordaba lo emocionado que se sentía por verlo.
Una vez que llegó, Aegon dejo su bastón para ir hacia Myriam. Ella estaba cada día más grande, Aegon no dudaba de que Myriam era el sueño de todos los Targaryen anteriores a él.
Camino hasta Myriam y le sonrió, encantado.
—¿Cómo estás, Myriam? —preguntó en alto valyrio. Myriam lanzó un enorme rugido que hizo temblar el suelo, pero Aegon se rió—. Es una hermosa mañana como para que estés de mal humor, amiga mía.
Aegon acarició las escamas azules, descansando su frente sobre estás. Era inevitable pensarlo estando en su lugar, la única familia viva que tenía era Myriam y Valyria.
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The Age Of Gold ♱ Game Of Thrones
Fanfictie» La caída de los dragones fue lo peor que les pudo haber pasado, porque ¿cómo un león iba a poder sentarse en el trono de un dragón?