ii. my neighbour agatha

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Bitter Pill — Capítulo IIMi Vecina Agatha

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Bitter Pill — Capítulo II
Mi Vecina Agatha

La bruja oscura forcejeó sus ataduras con una risa burlona.

— Sabes, Wanda, normalmente invitas a la chica a cenar antes de atarla en su habitación. —sonrió con picardía. El ceño fruncido de Wanda se hizo más profundo, algo nerviosa por la respuesta de la mujer, viendo como Agatha relajaba perezosamente su postura.

— Pensé que estarías... más molesta. —comenzó Wanda, con cautela, comenzando a caminar lentamente alrededor de la bruja atada frente a ella. Esos ojos malvados que la seguían de un lado a otro la llenaban de más ansiedad de la que quería admitir.

— ¿Contigo, querida? —Agatha se inclinó hacia ella con una mirada de complicidad— Nunca. 

Wanda no pudo evitar sentir un escalofrío recorriendo su espalda. Había algo ilegible en la expresión de Agatha, su comportamiento era una cortina de humo para lo que realmente estaba pasando por su cabeza. Parecía demasiado casual, no tan enojada como Wanda había anticipado. "No como si no lo merecieras", susurró una pequeña voz en su cabeza. Wanda apretó la mandíbula. No, Agatha se había ganado su castigo, si es que se podía llamar así. Wanda se había asegurado de que su vida fuera cómoda. Claro, la mujer había estado atrapada en su propia mente, pero estaba atrapada en un papel que se había diseñado para sí misma. En realidad, era una prisión que ella misma había creado.

Una risa profunda sacó a Wanda de su ensoñación. La bruja mayor la observaba caminar con una extraña sonrisa. Mirando al pasado, antes esos inteligentes ojos azules se sentían como mirar hacia el horizonte donde se gestaba una tempestuosa tormenta. Ahora reinaba la paz, pero no cabía duda de que pronto se produciría un desastre.

— ¿Te pongo nerviosa, tigresa? —Preguntó Agatha, su tono inusualmente tranquilo. Algo en eso volvía loca a Wanda. Se suponía que ella era la que tenía preguntas, la que debía ser vista con miedo. La expresión del rostro de Agatha era muy diferente de la última vez que vio a la bruja, cuando la metió en la prisión de Agnes. Su rostro había estado tan lleno de inquietud, furia apenas contenida, desesperación. ¿Y ahora? Agatha parecía complacida. A pesar de que la ira ardía dentro de ella, Wanda se sintió obligada a ser franca.

— Sí —respondió ella simplemente, y asintió con la cabeza hacia las runas rojas que brillaban en las paredes. Agatha puso los ojos en blanco, burlándose.

— ¡Dioses, Wanda! Nunca dejarás de recordarme eso, ¿verdad? —Con un bufido, la bruja oscura se movió en sus ataduras.— Esto parece un poco exagerado, ¿no crees? —Su expresión de molestia se convirtió en algo traviesa y le guiñó un ojo a su captora.— ¿A menos que realmente estés aquí para un rapidito con tu bruja favorita de cuatrocientos años? —La risa de Agatha resonó en los oídos de Wanda mientras retrocedía un paso, con el rostro enrojecido por la vergüenza y la indignación. La bruja oscura sonrió maliciosamente antes de volver a adoptar una actitud más neutral, aunque malhumorada.— Si bien no puedo decir que estoy decepcionada, no bromeo sobre las esposas mágicas. Sabes que no puedo conjurar nada, y es obvio que quieres hablar de algo, así que lo mínimo que puedes hacer es dejarme preparar un poco de té. —Wanda se sintió casi petulante bajo la mirada indiferente de Agatha. Pero la mujer mayor tenía razón. Murmuró una maldición en sokoviano, salió del dormitorio y agitó la mano, liberando a la bruja del hechizo. No tuvo que darse la vuelta para saber que Agatha estaba sonriendo.

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