XI

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✨Editado✨

MARATÓN 2/3

Ese maldito desgraciado. Un día en serio se cobraría cada cosa pendiente con él, ella se encargaría de que fuese así.

Al momento de decirle corre al Rey, las riendas de Arani se movieron alertando a la yegua, ordenándole que corriera en el momento que ella le gritó. Cuando la yegua corrió pasó por encima del resto de la caravana. Y si todo eso hubiese sido real, hubiesen caído. Pero Arani solo quiso gritar por el enojo cuando las figuras se desvanecieron como humo. Una ilusión.

Sintió el caballo del Rey correr detrás de ella, siguiéndola. Ella podría apostar que estaba sorprendido, acababa de pasar por encima de humo que antes eran su hermana y madre. Estaban solo ellos dos, en medio del bosque, en medio de una emboscada.

—¿Qué demonios, Arani? —le gritó él poniéndose a su altura mientras los caballos corrían.

—Ero, mi hermano —ella casi vomita al decir esas palabras, pero era para que Khowan pudiese saber que se refería a él y no al Rey —, el maldito está aquí y acaba de emboscarnos —le gritó ella de vuelta y tiró de las riendas de la yegua negra para guiarla a la derecha, al Este.

De repente, ella oyó los golpes de los cascos de caballos detrás de ellos, solo hizo falta voltear rápidamente para ver los diez caballos que corrían hacía ellos. Tres tika, pudo sentirlos entre los demás soldados. Y de un segundo a otro, los árboles también desaparecieron y mostraron una nueva ruta.

El malnacido había manipulado su mente al máximo. No solo les había hecho creer que toda la caravana seguía allí, sino que también los estaban guiando a la trampa, para capturarlos. 

Khowan no entendía mucho, todo había pasado tan rápido

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Khowan no entendía mucho, todo había pasado tan rápido.

De un momento a otro, ella le había dicho que corriera, y luego todos habían desaparecido junto con los guardias, al igual que los árboles que supuestamente los guiaban en el camino.

Pronto pudo comprender el enojo de Arani, ella le había dicho que su hermano mayor estaba aquí y que los había emboscado sin siquiera ellos lo notaran. Luego recordó que ella les había dicho que él y su padre controlaban mentes, se habían metido dentro de su mente, y en la de ella.

Khowan apuró al caballo y este corrió al mismo ritmo que la yegua de Arani, vio de reojo los caballos que los seguían detrás, diez caballos equipados hasta los dientes, al igual que sus jinetes.

Observó cómo Arani amarró la rienda de la yegua en el fuste de la montura y se giró con una especie de pirueta para tomar el arco que estaba enganchado en la parte trasera de la yegua. Al igual que la aljaba.

La observó apuntar, tensando el hilo del arco para luego lanzarlo medio segundo después. Dando perfectamente en el blanco, el ojo de uno de los soldados con detalles rojos en su armadura; aunque la flecha no iba dirigida a ese soldado sino al hombre que los comandaba. Un hombre de pelo casi blanco y facciones duras. Desde donde estaba podía ver los ojos turquesas del hombre, Ero II el Comandante y primogénito de Kainhet.

La Máscara de Hielo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora