3
Aurora
—¿Entendido, niña? —Asentí otra vez, sin hablar. La mujer, que ahora sabía se llamaba Charlotte y me había salvado anoche, me estaba advirtiendo... No. No me estaba advirtiendo, me estaba amenazando. O me iba de la ciudad para vender droga, o me quedaba, pero sin volver a vender nada. Debería sentir alivio. Era la excusa perfecta para poder dejar esto de una vez. Pero, en realidad, todo lo que sentía era furia. ¿Quién se creía esta mujerzuela para decirme qué hacer o qué no? Fruncí el ceño y asentí, otra vez. Sin soltar una palabra me fui de allí. Le debería haber agradecido su hospitalidad, pero sospechaba que anda anoche fue casualidad: aquel chico drogándome, ella "cuidándome" y amenazándome al despertar. Está bien, fui yo la que tomó de aquel vaso sin aviso previo, pero sospecho que lo hubiera hecho de todas formas en algún punto de la noche.
Cuando salí a la calle me sentí ridícula con lo que llevaba puesto. Las mujeres mayores me miraban horrorizadas y los hombres me desnudaban con sus miradas. Sabía lo que parecía, estaba claro. Despeinada, maquillaje corrido, zapatos de taco aguja, un vestido demasiado provocativo... Traté de no pensar al respecto y llegar lo más pronto posible a mi departamento.
Luego de caminar por bastante tiempo, de perderme entre algunas calles que no conocía y de aguantar gritos de viejos verdes, llegué a mi refugio. Hogar, dulce hogar...
Lo primero en hacer en mi lista del día era darme una ducha. Me sentía sucia. Lo cierto es que lo estaba, mi cabello estaba enredado y pastoso, mi piel estaba sudada y pegajosa, y mi aliento... Había tenido días mejores, lo puedo asegurar.
Una vez duchada me sentí limpia y en paz, amaba el aroma que ahora emanaba de mi piel: rosas. Siempre me había gustado ese jabón. Era una baratija, pero podía apostar que los jabones ultra caros que se encontraban más arriba en los estantes del supermercado no perfumaban ni la mitad de bien que este.
Abrí mi bolso, a la espera de que no me hayan robado ni el dinero ni la droga que había quedado sin vender. Suspiré con notable alivio al ver que estaba todo intacto. Comencé a contar el dinero, no cabía en mi propia impresión. Ni en un mes lograba hacer este dinero en mi trabajo como mesera. Volví a mirar mi bolso, al fondo aún quedaban algunas flores, un par de porros armados y las bolsitas de coca intactas.
Miré el reloj, en un par de horas debía ir a mi trabajo que, ahora veía, era esclavista al lado de esto. «Si quieres vender, fuera de esta ciudad.» Las advertencias de Charlotte volvieron a mi mente. ¿Qué me podía hacer aquella mujer? Si no me dejaba engañar nuevamente para que me drogaran, entonces nada... Apuesto que podría arrancarle sus extensiones en un abrir y cerrar de ojos. Además ¿Quién se podía enterar que lo volvía a hacer? Puedo tener más cuidado... Pero está mal... Sí, está mal... Pero, después de todo, el pecado ya estaba hecho. Para Dios sería igual de pecadora por una noche o por dos... Solo una noche más, me convencí a mí misma. Una noche más y ya está. Estoy segura que con este dineral podría sacar a mi padre de sus deudas y, quizás, dejar algo de dinero para mí.
Dinero sucio... Pensé. Pero la vida era demasiado injusta conmigo. ¿Por qué mientras algunos vivían como reyes, yo vivía como una pordiosera? Una noche más...
Me sentí nerviosa. Hoy mi jefe no había aparecido, por lo que el plan que había formulado en mi mente mientras venía de la casa de mi padre hacia mi trabajo, era posible. Y, creo, era eso lo que realmente me mantenía nerviosa. No fue real hasta que no estuve aquí, en este bar de mala muerte, con potenciales clientes desparramados por todas las mesas y sin un vigilante a mis espaldas.
Había decidido ir con mi padre a por un nuevo lote de drogas. Esta vez me animé a traer pastillas también. Eran más pequeñas, fáciles de confundir con alguna otra cosa. Más sutiles, supuse.
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INFERNO || +21
RomanceAdvertencia: Sexo explícito, lenguaje inapropiado, drogas. +21 años Ella tiene nombre de princesa, pero está lejos de ser una. Sobrevivir para ella significa meterse en asuntos turbios, y no le tiembla el pulso al ir a por ello sin pensar en las con...