Aurora
Considero que soy una persona que no tiene amigos. De hecho me considero una persona solitaria, y estoy bien con eso. Aprendí de la soledad, de su calma.
El problema estaba en que, en momentos como este, donde necesitaba llorar abrazada a alguien que me acariciase el cabello y me dijera que todo estaría bien, no tenía a nadie. Mi ex para esto no era opción.
Estaba muerta de miedo. Pero el miedo se mezclaba con la impotencia de que una vez más un hombre manejara mi vida. Un hombre desconocido y notablemente peligroso.
Y, a la hora de la verdad, no sabía si pesaba más mi rabia o mi miedo.
Cuando en mi turno del trabajo lo vi allí de nuevo, vigilándome, supe entonces hacia donde se inclinaba más la balanza.
Nicholas
Tres semanas después...
No era mi hijo. El alivio se hizo lugar en mi. No quería niños, no traería niños a este mundo de mierda en el que yo me manejaba. Serían mi punto débil, mi talón de Aquiles. Tampoco quería traer niños al mundo con una mujer cualquiera.
Cuando el médico me confirmo que ese bebé por nacer no era mío, simplemente le di dinero a Franchesca para que el niño tuviera lo necesario para tener una infancia feliz.
Vamos, era un desalmado muchas veces, pero los niños eran algo especial y sagrado. Franchesca no tenía donde caerse muerta. Si podía evitar algo de sufrimiento a ese niño aunque no fuese mío, lo haría.
De todas formas, no es como si tuviera problemas con el dinero. Ella lo aceptó temblorosa, con miedo a mi reacción por su mentira. Lo cierto es que me hubiese enojado más si el niño era mío. Esa mujer no tenía ni idea de todo lo que acarreaba para mí traer un niño al mundo. Tampoco me pondría a explicárselo con peras y manzanas.
La paz volvió en su totalidad a mí. Los carteles estaban calmados, los negocios iban bien. No iba a ser padre. La mocosa de cabello de fuego aún rondaba en mi mente, pero no había vuelto a saber de ella, lo cual me tranquilizaba y alteraba a maneras iguales.
Si no sabía sobre ella, es porque seguramente me hizo caso. Pero sabía moverse, sabía pasar merca, había sido descuidada, pero quizás había aprendido a ser más sutil y aquello me traía cierta intranquilidad.
Por eso, había decidido pasarme por el bar de mala muerte donde dedicaba sus noches trabajando. Mi rostro habrá sido todo un poema cuando pregunté por ella luego de estar un buen rato atento a verla: ya no trabajaba aquí hacía tres semanas.
El tiempo exacto desde que había sucedido nuestro enfrentamiento. El momento exacto en donde la amenacé.
Mi cuerpo se tensó. Todo estaba saliendo especialmente bien. El ambiente olía a calma. Y si había algo que yo no había tenido en la última década, era calma.
—Necesito que investigues a alguien. No se su nombre, pero puedo decirte donde trabajaba y su aspecto—. Le pedí a uno de mis guardias apenas contesto la llamada.
Sí, tenía guardias. No andaban conmigo a cuestas, no. Pero manejaban mi auto, me esperaban a la salida de los lugares que iba por si algo se complicaba, y siempre había uno que se hacía pasar por civil para vigilar la cercanía de donde yo estaba sin levantar sospechas.
El resto de mis guardias estaban desparramados cuidando mis propiedades. No era mucha la gente en la que realmente podía confiar en el mundo que yo me movía. Pero hasta ahora todos mis guardias había hecho su trabajo a la perfección y era algo que agradecía mucho.
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INFERNO || +21
RomanceAdvertencia: Sexo explícito, lenguaje inapropiado, drogas. +21 años Ella tiene nombre de princesa, pero está lejos de ser una. Sobrevivir para ella significa meterse en asuntos turbios, y no le tiembla el pulso al ir a por ello sin pensar en las con...