Día 0 - Domingo - Tailandia

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El rostro de Arthit comenzó a picar debido a los rayos del sol que entraban por la ventana de su habitación.

Se removió para frotar sus mejillas y poco a poco fue siendo consciente de todo. El calor de Kong contra su cuerpo, sus brazos alrededor de su cintura y el hecho de que no estaban en su casa. De repente, una ráfaga de recuerdos le atacó.

Su boda. Por fin se había casado. Ese pensamiento le provocó una enorme sonrisa.

—Estoy casado —murmuró, tratando de calmar un cosquilleo que se instalaba en su interior. Era emoción, nostalgia, felicidad y amor, mucho amor hacia... su esposo, quien a su lado, estaba durmiendo profundamente, bien pegado a su cuerpo.

Kongpob soñaba feliz con la noche anterior. Veía en sueños las sonrisas de todos sus invitados mientras con su mano entrelazada con la de Arthit caminaban entre ellos luego del intercambio de anillos y votos. Todo había sido simplemente espectacular, por lo que incluso dormido había una gran sonrisa dibujada en sus labios.

Junto a él, Arthit se quedó pensando en todo lo sucedido durante algunos minutos más, sonriendo con muchos de sus recuerdos; aunque algunos no muy agradables también se cruzaron por su mente.

Movió su cabeza para tratar de esfumarlos y mejor decidió darse la vuelta para ver el rostro de su esposo. Nuevamente volvió a sonreír con semejante vista tan más espectacular. En pocas horas estaría viajando con él, yendo a otra parte del mundo a vivir su amor y Arthit tenía una idea muy presente en ese momento: le daría algo a Kong que había estado deseando desde hace mucho.

Arthit había estado investigando un poco y, aunque no se sentía tan preparado, sabía que iría aprendiendo paso a paso en compañía de su amado.

—Hhmmm... —un adormilado Kong emitió desde su almohada. Sus párpados se sentían pesados, por lo que aún no los tenía por completo abiertos, pero sentía la mirada de su ahora esposo sobre él. Lo abrazó un poco más. —Buenos días, mi sol...

—Buenos días, señor dormilón —le hacía gracia que su esposo despertara después de él. Era inusual, pero le gustaba cuando sucedía. —¿Cómo te sientes?... ¿Aún estas cansado? —Pronto le acarició el cabello y bajó por su rostro hasta las mejillas.

—No... —Le tomó de la mano que lo acariciaba y la llevó a sus labios para darle un besito. —Estoy muy feliz... mi esposo —dijo con una sonrisa que se ampliaba con cada instante. Esa era su primera mañana juntos, oficialmente como esposos.

Arthit trató de contener su sonrisa, logrando que sus labios hicieran un piquito.

—Yo también estoy muy feliz... pero... mmggh —Arthit se estiró relajando sus músculos, ya aprovecho para abrazar a Kong. —Sí estoy un poco cansado aún.

—Entonces duerme otro poco —le robó un pequeño beso de buenos días en sus labios suaves y rosados. —Te cuidaré desde aquí. Anda, cierra tus ojos —pasó a besarle la nariz y luego la frente.

—Mmh... pero también duerme tú conmigo —se acercó un poco más al cuerpo de Kong y sonrió mucho al sentir aún más su calor. —Seguramente nadie se ha levantado —murmuró cerrando sus ojos y disfrutando de su esposo.

La repuesta de este vino en forma de un abrazo por la cintura y un pequeño roce de sus narices. Después, Kong cerró también sus ojos y se dejó llevar de regreso al mundo de los sueños.

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Arthit durmió muy a gusto con ese abrazo un poco enredado. A él no le molestaría en lo absoluto quedarse todo el día acostado, disfrutando de su esposo, pero cuando volvió a despertar su estómago hambriento se hizo escuchar.

VII. Escala Danjon - La luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora