Día 9 - Martes - Japón

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Al día siguiente, Arthit despertó antes que Kong, cosa que le sorprendió mucho, pero aprovechó para mirarle y acariciarle el rostro con mucho cuidado de no despertarlo.

Sin embargo, para entonces Kong ya estaba despierto, aunque aún algo adormilado. Sonrió al sentir el tacto de su esposo y suspirando se acurrucó más a él; calculaba que seguía siendo temprano y se sentía tan cómodo que bien podría dormir un poco más con las caricias de Arthit.

Este le cubrió con los brazos y le juntó más contra su cuerpo. El día pintaba bonito y esa calidez de estar junto a Kong hacia a Arthit sonreír muy amplio; no quería dormir, iba a disfrutar de aquello.

—Hmm... Buenos... días, mi sol —murmuró Kong, arrastrando las palabras. Volvía a estar en el limbo entre la consciencia y la inconsciencia y más con ese abrazo tan cálido.

—Buenos días, amor —frotó su nariz con la de Kong al resultarle tan adorable su forma de saludarle, además de que lucía bastante guapo con el cabello desordenado y las mejillas un poco sonrojadas por el calorcito de su abrazo.

—Buenos días... —respondió su esposo, aún bastante atontado. Intentó abrir sus ojos para mirarle, pero los volvió a cerrar cuando el sol le pegó directo. —Auch... —apretó los párpados y se escondió en el pecho de su mayor.

Su esposo de inmediato los cubrió con la sábana hasta la cabeza.

—Ya está, puedes abrir los ojos —llevó una mano a su cabello y lo tocó con cariño.

—¿Mmmhh? —Dicho y hecho, fue abriendo sus ojos lentamente hasta tenerlos por completo abiertos. Intentó enfocar a su esposo, sonriendo al mirarlo despeinado y con las marcas de la almohada en la mejilla y cuello. —Hola, amor —le tomó también del rostro para acariciarle.

—¿Dormiste bien? ¿Estás cansado? A mí el sauna me relajó bastante y estar aquí contigo me hizo dormir muy bien —debajo de las cobijas, Arthit enredó sus piernas para sentir más de la piel de Kong.

—Hhmm —asintió, ya más despierto. —Siempre duermo bien si estoy contigo... —frotó un poco sus piernas juntas, disfrutando sus pieles tibias. Le gustaban muchos los amaneceres como aquellos, le parecían tan íntimos y especiales.

—Me encantaría quedarme aquí contigo, todo es muy cálido y bonito... —fue bajando un poco la voz. —Tú eres bonito —le dijo con un leve sonrojo en las mejillas.

El cumplido hizo que Kong se sonrojara también. Mordió su labio y después se refugió en el pecho de su esposo.

—Pues... sigue siendo nuestra luna de miel, lo cual significa que podemos hacer lo que queramos...

—Pero también quiero ver lo que tienes preparado para mí —dijo con ilusión. —Mejor hoy regresamos al hotel más temprano y seguimos con esto, ¿sí?

—Bueno, de todos modos hoy será un día más relajado. Aunque recuerda que debemos tomar el tren para ir a otra ciudad... ¿Qué dices si pedimos el desayuno a la habitación? —Le miró con esperanza de que dijera que sí.

—Espera un momento más, quiero seguir abrazándote —ahora el cuerpo de Arthit estaba totalmente enredado en el de Kong, pero se sentía demasiado bien y no quería soltar a su esposo.

—Nnghh... Amor, eres tan empalagoso... —se acurrucó también, haciendo que sus cuerpos se enredaran más entre sí. —Pero no más empalagoso que yo —dicho eso, empezó el ataque de besos al rostro del mayor.

Esos besos cambiaron con el paso de los minutos. Iniciaron en los labios, pequeños y tímidos, pero pronto pasaron a ser más profundos y necesitados.

VII. Escala Danjon - La luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora