Día 3 - Miércoles - Canadá

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El miércoles los recibió con una mañana soleada y el desayuno recién servido en la mesa del comedor. La noche anterior, Kong había dejado dicho que esa mañana les llevaran un abundante desayuno para disfrutar juntos antes de sus actividades del día.

Así que, a eso de las 9 de la mañana, poco después de oír que la puerta de la cabaña se cerraba tras los empleados del hotel, Kong se dedicó a despertar a su esposo. Le besó en la frente para empezar.

—Mi sol, buenos días —murmuró, mientras su mano subía acariciando su cuerpo desnudo debajo las colchas. Estaba tan tibio bajo su toque.

Después de la actividad de anoche, Arthit estaba muy cansado, por lo que se quedó dormido casi de inmediato, pero fue diferente al despertar.

—Mmmhhg... —murmuró para hacerle saber a Kong que estaba despierto, pero no quería abrir sus ojos y le pesaba moverse.

—Qué guapo se ve mi esposo esta mañana —rio bajito Kongpob antes de tomarlo por la cintura y lanzarse a besar sus mejillas y todo su rostro.

Con una sonrisa tímida, Arthit se abrazó al cuerpo del menor aún más. Aunque no lo viera, Arthit sabía que la sonrisa de su esposo en ese momento podría derretir toda la nieve de afuera así como derretía su corazón.

—Vamos... a desayunar —decía entre besos. Ya había llegado al cuello de Arthit, en donde chupaba su piel. —O te comeré a ti...

—Eso suena bien —Arthit ladeó un poco su rostro para darles más espacio a los labios de Kong. Sentía un cosquilleo muy agradable por todo su cuerpo.

Y aunque no lo tenía pensado esa mañana, Kong se permitió empezar el día con una buena y bien merecida ración de su esposo. Se trepó sobre su cuerpo y siguió besándole el cuello, la mandíbula y las clavículas, entreteniéndose con los escasos lunares que encontraba y pasando su lengua por algunos rincones.

Con una muy amplia sonrisa, Arthit lo abrazó por el cuello mientras soltaba pequeñas risas con cada beso.

—Esto es un poco mejor que el desayuno, sólo un poco.

—Sólo un poco —repitió Kong, volviendo a subir a sus labios para tomarlos entre los suyos y mordisquearlos suavemente y con mucho cariño. Aquella era una excelente forma de empezar en tercer día de su luna de miel en tan hermoso destino.

Después de algunos minutos y muchos besos, ambos se levantaron de la cama para ir a tomar su desayuno. Arthit tomaba fotos de cada comida que probaba, ya que la decoración era muy bonita y quería un recuerdo de absolutamente todo. Sin dudas era el mejor viaje de su vida.

Más tarde, se prepararon para volver a salir al helado clima de Yellowknife, Canadá.

Se envolvieron en abrigos, gorros y bufandas para su primera actividad del día: una excursión en un trineo tirado por perros. Sólo que esta ocasión no eran los únicos en el paseo, pues su guía iba al frente dirigiendo los perros y comentándoles un poco sobre el viaje y la zona nevada que recorrían.

A pesar de que iban muy bien abrigados, Arthit no perdía oportunidad para abrazar a Kong o tomarle de la mano. Sentía que eso hacía todo más real, pues seguía tan feliz, como en un hermoso sueño. También tomaron muchas fotos y pudieron acariciar a los perros que les hicieron el recorrido.

—¡Qué bonitos son!... Sí, son muy adorables... —Arthit le hablaba con cariño a un par.

—Menos mal que Buddy no está aquí —murmuró Kong, acercándose también a los animales. Uno de ellos era particularmente efusivo y se lanzó hacia sus hombros, por lo que no tuvo más opción que abrazarlo. —Ohhh, no recordaba cómo es convivir con perros —empezó a reír a carcajadas.

VII. Escala Danjon - La luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora