Día 6 - Sábado

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Al día siguiente, cuando estuvo consciente de su despertar, Arthit sonrió. Estaba tal y como se quedó durmiendo, sobre el pecho de Kong.

Era temprano, sí, pero este ya lo miraba con una expresión muy suave y contenta. Kong amaba ver dormir a su esposo, le parecía en especial adorable cuando este despertaba y le mostraba sus ojitos somnolientos.

—Buenos días, mi sol —depositó un besito en su frente, tan o más dulce que el de la noche anterior. —¿Cómo dormiste?

—Kong... Mmmhh me duele todo —rio un poco. —Pero es un buen dolor.... Tú ya deberías saberlo —empezó a acariciarle el pecho con suavidad.

—Sí, amor, ahora lo sé —Kong también le acariciaba el rostro con delicadeza. Le dejó algunos besitos más en los labios con la intención de reconfortarlo. —¿Quieres que haga algo por ti? Quizá... pueda usar mi lengua para distraerte del dolor —propuso coqueto, pero dispuesto a seguir con los mimos si era rechazado.

—Nnngh —Arthit se mordió su labio. —Qué buena oferta... sabes que siempre estoy dispuesto para ti —le dijo bajo al oído

—Y yo para ti —ahora le acariciaba el cabello, con dulzura. Luego empezó a besarle las mejillas, la mandíbula y el cuello en toquecitos inocentes, apenas roces de sus labios contra la piel. Le trataba con tanta delicadeza, como si Arthit fuera una pieza de la más fina y frágil porcelana.

Arthit suspiró varias veces. Esos roces le hacían derretirse en la cama. Le encantaba sentirse así de amado.

—Kong... Mmmh —le tomó por los hombros para acariciar su piel expuesta.

—Relájate, amor —exhaló su aliento tibio sobre su pezón izquierdo, el cual después atrapó entre sus labios. Lo atendió con ligeras succiones y suaves mordidas, y también lo dejó lleno de saliva antes de pasar al otro para hacerle lo mismo.

—A-Amor... —el cuerpo de Arthit se movió por el placer y sus uñas empezaron a dejar marcas en los hombros del menor. Su corazón se emocionaba por las sensaciones tan agradables.

Para entonces, Kong ya estaba repartiendo besos por su estómago, aunque después pasó a su cintura y cadera. Dejó un par de chupetones en un moretón que se encontró por ahí, seguramente provocado por su agarre firme de la noche pasada.

Así, Arthit fue abriendo las piernas para que Kong lograra acomodarse mejor. Todo su cuerpo estaba atento a las caricias de su esposo; le tenían encantado, su calidez le encendía de inmediato.

—Apuesto a que me sentiste en tu cuerpo incluso en tus sueños —murmuraba. Sus labios seguían delineando su piel y los huesos de su cadera hasta llegar a su entrepierna. Besó su miembro flácido un momento para después bajar a hacer lo mismo con sus testículos y, allí, empezar a usar su lengua.

Arthit dio un pequeño salto cuando sintió la lengua de su esposo en ese lugar, pero también abrió aún más sus piernas. Le ofrecía totalmente su cuerpo a Kongpob, sabía que este lo haría sentir bien y lo cuidaría.

—E-Espero que esto no sea un sueño...

—No lo es, Arthit —al pronunciar su nombre, le tomó de las piernas para girarlo con cuidado y dejarlo bocabajo sobre el colchón. Le besó un glúteo mientras con su mano masajeaba el otro.

El mayor suspiró contra la almohada muy feliz, después deslizó sus rodillas para levantar su cadera y quedar totalmente expuesto a su esposo.

—Amor... Te quiero pedir un favor esta ocasión —habló Kong sin dejar de acariciarle los glúteos y los muslos. Dejó otro besito en uno de ellos y después buscó su mirada. —Quiero que te dejes llevar... que seas muy ruidoso para mí —eso último lo dijo muy cerca de su entrada, sobre la cual exhaló algo de su aliento caliente.

VII. Escala Danjon - La luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora