Un ruido estridente se escucha en lo más profundo de mi mente. Las imágenes confusas de una cama con sábanas blancas manchadas de sangre comienzan a desaparecer y entre maldiciones, por fin y despierto para apagar la maldita alarma que marcan las 7:00 de la mañana. Me levanto a regañadientes, no sin antes arrojar una que otra patada al aire. Camino vuelta un desastre hacia el baño para tomar una ducha. Cuando el agua tibia acaricia mi piel de gallina, sonrío al sentir aquella agradable sensación. Un cosquilleo acaricia mi vientre al recordar las tantas noches que he pasado al lado de aquel pervertido angel caído o más bien dicho, las noches que he pasado entre sus brazos. Si bien en un principio habiamos acordado qué después de que me hiciera sus cochinadas iba a acabar con mi miserable existencia, nada de eso ha pasado. Desde que Belial me hizo suya, algo cambió en mi drásticamente y no es que me haya enamorado o tenga planeado hacerlo... Es solo que parece que ese bulto que llevaba en mis hombros ha desaparecido. Me siento diferente, me veo diferente. Tengo muchas ganas de vivir y conocer más cosas de las que me he privado a causa de mi depresión. Eso no significa que Belial sea el causante de mi alegría, más bien él me dió ese pequeño empujón a la realidad. Esa realidad de que hay un mundo por conocer, hay muchas cosas que experimentar.
Pasado un buen rato, salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla esponjosa. Al ver mi cama revuelta y las sábanas tiradas a un lado, suspiro. Cómo es de costumbre desde la primera vez en que Belial y yo estuvimos juntos, él se marcha sumamente enfadado conmigo y murmura cosas que no alcanzo a comprender. Mientras hacemos el amor me repite al oído que no debo amarlo y oye, no quiero ni pretendo hacerlo. Estoy completamente segura que no lo haré y que tampoco sea alguien a quien yo deba y pueda amar.
Cuando termino de colocarme el uniforme escolar, me veo al espejo y me alegro al ver la buena pinta que llevo. Mi cabello está recogido en una coleta alta, la blusa de mi uniforme se ajusta mejor a mis pechos que han crecido un poco en estos 3 meses. Al llegar a la escuela, me dirijo directamente al salón de historia en donde el profesor Damián ya se encuentra sentado en su escritorio leyendo algún libro mientras bebe café.
-Buenos días - murmuro algo apenada.
-Buenos días Lily - contesta esbozando una leve sonrisa.
Me dirijo hacia el tercer asiento en dónde puedo prestar más atención sin que el ruido de las cacatúas del final me moleste. Cómo aún faltan 15 minutos para que la clase empiece y mis demás compañeros aparezcan, saco mi teléfono para entretenerme en algún juego tonto y me quedo a cuadros al ver el fondo de pantalla que traigo puesto. Es una fotografía de Belial y yo en la cama. Yo recostada en su pecho desnudo, dormida y él sonriendo hacia la cámara con ese gesto tan coqueto que tiene. ¿De que va este tipo?. Cuando lo vea, juro que lo mataré!
Mi mente comienza a divagar y el recuerdo de mi primera vez vuelve a mi. Después de que mi tía Margareth se fuera a su turno en el hospital, Belial y yo nos quedamos solos. Sus labios no tardaron en saquear mi boca con una alucinante pasión que derretia mis entrañas. Sus labios comenzaron a besar todo mi cuerpo entero y se detuvieron justamente en mi humedad. Con su lengua repasaba de un lado a otro y parecía no querer parar.
-Eres mía Liliana... - susurró -eres mía, toda mía...
Estaba segura que en cualquier momento gritaría ante aquel semejante placer que envolvía todo mi cuerpo que palpitaba y sucumbía por Belial. Cuando creí que no podía más, mi cabeza comenzaba a dar vueltas y vueltas, Belial se detuvo y subió nuevamente a mis labios para besarme con pasión.
-Lily... -jadeaba mi nombre.
Sin tiempo que perder, Belial separó mis piernas con sus manos y sin mediar palabra alguna, se ensartó dentro de mí con tanta fuerza que grité dolorida y unas cuantas lágrimas asomaron por mis ojos. Quería que parara.
-Tranquila nena -murmuró con voz entrecortada y sensual. Belial seguía quieto aún encima de mi, dentro de mí y con sus labios, secó las lágrimas que seguían por mi rostro -solo disfruta Lily... Relájate y disfruta lo que tanto habías deseado...
-Lily... Lily... Lily -me volvía loca la manera en que jadeaba mi nombre -Lily? Lily... Lily!
Parpadeo confundida y mis ojos se encuentran con unos de color gris y muy bonitos.
-No voy a preguntar en qué estabas pensando, porque creo que es demasiado obvio.
Es la voz del profesor Damián. Retiro lentamente un bolígrafo que estaba dentro de mi boca que sin duda alguna lo estuve chupando inconscientemente. Mi cara comienza a arder y francamente no sé dónde meterme ante su mirada acusadora.
Su entrecejo fruncido y su gesto duro comienza a cambiar, dando paso a unos ojos coquetos al igual que su sonrisa.
- Vaya, vaya... –canturrea mientras se levanta de su silla y camina hacia mi. Se inclina levemente hasta quedar a mi altura y por razones que desconozco, coloca la palma de su mano en mejilla.
–Estas muy roja y tu cara muy caliente.
Su dedo pulgar hace pequeños círculos en mi mejilla y baja hasta mis labios, en dónde los acaricia con suavidad. Entrecierro mis ojos ante aquel tacto tan suave y sin saber porqué, jadeo gustosa.
–Que curiosa... –murmura y abro mis ojos de golpe quitando su mano con brusquedad.
El profesor Damián se sobresalta un poco asustado ante mi gesto. Me observa con seriedad y sin embargo, vuelve a sonreír con picardía y curiosidad.
–Lo... Lo siento –tartamudeo.
El profesor Damián se sienta nuevamente en su escritorio y asiente.
–Esta bien Liliana. Pronto nos conoceremos mejor tú y yo.
La mañana pasa volando y mi guapo profesor acosador Damián se encarga de dejarnos una tediosa tarea en parejas que claramente me disgusta. A pesar de sentirme más estable emocionalmente, sigo sin congeniar con la mayoría de mis compañeros. Como pareja me ha tocado con Arthur. Un chico guapo, pero desaliñado y bastante inteligente. Jamás he cruzado palabra alguna con él así que cuando supimos que trabajaríamos juntos solo atinó a suspirar derrotado. Cuando el reloj marca las tres de la tarde, el timbre de salida suena y me apresuro a salir disparada de la escuela. Ha Sido un día tan extraño que quiero largarme cuánto antes de acá. Si bien pongo un pie fuera de la escuela, soy cruelmente jaloneada hacia una esquina. Miro enfadada a mi compañero Arthur mientras froto mi muñeca.
–trabajaremos en tu casa mañana desde muy temprano –gruñe razgando una hoja de su cuaderno –dame tu dirección para poder llegar.
–Bien –gruño de mala gana y apunto en su hoja. Entre maldiciones, se da media vuelta y se marcha enfadado. Pobre tipo, si supiera que tampoco es de mi agrado verle si quiera.
Con un humor de perros, me dirijo a casa caminando, ya que me queda cerca de la escuela. Al llegar, arrojo mi mochila en la sala y sin querer, golpeo a Steven.
–Oye tú niña estúpida! – gruñe cabreado y sujetando mi muñeca – más te vale que te comportes o verás...
– ¿Verás qué? –sisea la voz de Belial, quien aparece desde la cocina a espaldas de mi primo – que sea la última vez que amenazas a mi chica o verás tú lo que hago con tu horrible cara.
Steven asiente asustado y suelta mi mano.
–Ahora vete a la mierda que no quiero verte.
Steven se va corriendo fuera de casa y yo suspiro viendo a Belial con cara de pocos amigos. Antes de que diga algo, sus labios apachurran los míos en un apasionado beso que me hace temblar.
– Te he echado de menos Lily – murmura metiendo sus manos bajo mi falda. Sus labios comienzan a besar mi cuello desesperadamente.
–Belial... –jadeo asustada cuando aprieta mi trasero con sus manos –aquí no es un buen lugar...
Belial ignora por completo mis palabras y me gira sobre mis talones, dejando mi trasero contra su abultado pantalón. Sin previo aviso, empuja mi cuerpo hacia una mesa, sube mi falda hasta la espalda, rompe mi tanga y escucho claramente como empieza a abrir su pantalón.
–¡Belial, no! –chillo horrorizada – mi tía debe...
–Silencio mujer! – sisea palmeando mi trasero con fuerza – solo estamos tú y yo en casa... Cierra la boca.
Asiento rápidamente y Belial no tarda en ensartarse en mi una y otra vez. Jadeo, gimo y araño la mesa gustosa ante las acometidas de Belial y al escuchar sus alucinantes gemidos. Belial sujeta mi cabello con una mano y levanta mi cabeza lo suficiente como para besarme apasionadamente en los labios.
–Me gustas Lily –murmura –me gustas mucho...
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Belial (Angel Caído)
Ficción GeneralParecía un ángel... Un hermoso ángel caído del cielo que me hacía tener pesadillas por las noches. Pesadillas en las que él me poseia y luego me asesinaba. Pero en realidad era una bestia sin corazón que parecía calmarse con mis besos y caricias. Me...