𝔗𝔬𝔡𝔬 𝔩𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔢𝔠𝔢𝔰𝔦𝔱𝔞 | 𝔖𝔢𝔳𝔪𝔦𝔬𝔫𝔢

Capítulo 3❇

Snape la llevó por aparato a su calle. Se despidió apresuradamente y salió corriendo, temiendo que su madre se hubiera quedado sola demasiado tiempo. Temerosa de que quisiera acompañarla hasta la puerta de su casa y ver a su madre y la triste y compleja vida que llevaba y se asustara. Él quería volver a verla. Y ella quería que él quisiera volver a verla.

Miró a su alrededor para ver si él no la seguía antes de subirse a la acera para caminar hasta su puerta. Comprobaría cómo estaba su madre, que probablemente ya estaba en la cama, y se acostaría ella misma. Pero la televisión estaba encendida en el piso de abajo, según oyó. Su madre seguía en la sala de estar, viendo un programa nocturno.

"¿Mamá?" Ella sólo gruñó. "¿Has comido?"

"Sí. No gracias a ti", respondió la señora Granger con dureza. "Pequeña zorra, viniendo a estas horas", siguió mascullando.

Hermione respiró hondo y trató de ignorar sus hirientes palabras. Todavía era difícil, pero se había vuelto relativamente más fácil con los años. Sólo tenía que recordar que su madre estaba enferma. Ella nunca pensaría o diría esas cosas si estuviera sana. Estaba confundida. No era realmente ella.

"¿No quieres ir a la cama, mamá?"

"Me iré cuando me dé la gana y no necesitaré tu ayuda para ello, niña insufrible. Puedes volver a tus vergonzosas actividades".

Hermione volvió a respirar profundamente para contener las lágrimas. Aun así, unas cuantas rodaron por sus mejillas. Siempre se había llevado mejor con su padre. Era su niña, siempre. Él la escuchaba, la entendía. Pero su madre también era buena, la quería y no la trataba mal. Los echaba de menos a los dos.

Mientras se duchaba y se lavaba los dientes, le vinieron recuerdos de la noche. Lo bien que se sentía al volver a usar la magia adecuada y no ser avergonzada por ello. El cosquilleo que sentía en su interior, el calor en su corazón. Había sido buena en eso, recordó. La hacía sentir bien. Útil. Poderosa.

Entonces recordó a Snape. Él era quien la había empujado a hacerlo. Dios lo bendiga por eso. Ella no sabía que aún lo tenía en su interior. Y él había sido tan amable. Amigable, mostrando algunas sonrisas, haciendo algunas bromas. Quién iba a saber que el maestro de pociones lo tenía. La única vez que lo había visto tan... abierto, sin barreras, fue en la Casa de los Gritos, cuando lo oyó pronunciar lo que ella pensó que serían sus últimas palabras y llorar. Llorar de verdad. Se alegró mucho después, cuando lo encontraron todavía vivo, aunque apenas. Siempre se sintió mal por no haber podido hacer algo por él. Por no haber sido útil.

Se alegró de que hubiera sobrevivido, porque si no lo hubiera hecho, no se habrían vuelto a encontrar hoy, y ella no habría podido oír hablar del mundo mágico, de su trabajo y de cómo le iba a la gente de su antigua vida. Le gustaba que le hablara con naturalidad, como si ella siguiera estando allí, con él. No se apiadaba de ella como hacían Harry y Ron. Y había sido tan dulce, consolándola, diciendo que era una bruja con talento. Esa había sido la primera vez. Nunca, durante todos sus años en Hogwarts, la había felicitado como lo habían hecho otros profesores.

¡Y el sexo! Alucinante. Nunca hubiera imaginado que él era capaz de todo eso. Que ella fuera capaz de todo eso. Era tan atento y simplemente espectacular. Sus largos dedos dentro y sobre ella, su lengua y sus labios, lamiéndola, chupándola, saboreándola como si la disfrutara. Su gran polla dentro de ella, llenándola tan completamente. También se sorprendió en ella. No sabía que tenía tanto para... dar. Nunca se había corrido más de una vez en una noche, y nunca de forma tan expresiva. Y tampoco creía que pudiera tener una actitud tan dominante en el sexo, y que precisamente él la complaciera. Pero lo había necesitado. Había pasado tanto tiempo. Lo necesitaba. Todo ello. Fue con todos estos recuerdos felices con los que se quedó tranquilamente dormida, en lugar de llorar hasta quedarse dormida, como solía ser la norma.