La vida de Hermione Granger resultó muy diferente de lo que había planeado después de la guerra. Seis años después, sigue luchando con lo que podría haber sido y lo que realmente es. Tal vez lo único que necesita es alguien que la ayude, que la anim...
Severus caminaba por los pasillos del Ministerio. Hermione ya no trabajaba allí con él, pues se había tomado una semana libre antes de empezar en Hogwarts con Poppy. Parecía que no iba a ningún sitio en particular, sólo a estirar las piernas durante su hora de almuerzo, se podía suponer. Pero sabía exactamente a dónde iba.
Dobló una esquina y su objetivo estaba a la vista. Y solo. Bien. No había nadie en ese tramo del pasillo para presenciarlo. La cara de Ronald Weasley se volvió agria al ver que Severus se acercaba a él, como si acabara de chupar un limón o algo así. Pero mantenía la cabeza alta y pasaba a su lado sin mirar siquiera a la cara al grasiento imbécil. Pero, por supuesto, eso no ocurría.
Severus se movió rápido, como era obvio, al haber sido un espía, y antes de que Ron pudiera darle sentido, fue empujado a un oscuro armario de almacenamiento, lo único visible para él era la nariz ganchuda de Severus Snape, a sólo unos centímetros de la suya. El pelirrojo pudo sentir la punta de la varita del maestro de pociones presionando su garganta, y tragó con fuerza.
"Confío, Weasley, en que tú... nunca... desearías hacer daño a Hermione", Ron podía sentir su aliento caliente en la cara, "aunque no seas material de buen amigo. O material humano, para el caso. ¿Estoy en lo cierto en mi suposición?"
"¿A qué te refieres?" preguntó Ron, tratando de poner una cara y un tono valientes, pero el miedo le hervía. Severus aún tenía su toque. Bien. Sonrió con satisfacción.
"Porque si se corriera la voz sobre la situación de la señora Granger, y se perjudicara la carrera de Hermione, tendría que asumir que fue obra tuya". Severus continuó hablando extremadamente cerca del rostro muy rosado y molesto de Weasley, en un tono cortante y frío, con la varita clavada en la garganta. "Y si... asumo que es obra tuya... que sepas que no acabará bien para ti".
"¡¿Por qué iba a decir algo?!"
Severus se encogió de hombros. "¿Para curar tu orgullo herido, quizás? O simplemente porque tienes una maldita gran trampa".
"No lo haré. Aléjate". No lo haría, era cierto. No sólo porque le tenía miedo a Severus, sino porque sabía que Harry, y probablemente Ginny, no volverían a hablar con él. Además, no tenía nada que ganar. En todo caso, arruinaría su carrera de Auror, junto con la de Harry, ya que ambos lo sabían y no lo denunciaron. Y no estaba completamente sin corazón. El discurso de Hermione le había hecho reflexionar, después de que se le pasara el enfado, y se sintió mal. En parte era por culpa de él que su vida se había vuelto tan mala. Y él no había hecho nada en absoluto para intentar mejorarla, ni siquiera cuando salieron juntos. No estaba ahí para ella, cuando ella lo había estado para él tantas veces. Tenía que ser mejor persona.
"No hace falta decir que es mejor para ti si sigues con eso. ¿Sí?" Severus enarcó una ceja mientras se alejaba un poco más del pelirrojo.
Ron se limitó a asentir y a tragar con fuerza.
"Bien. Ahora debería darse prisa, señor Weasley. Estoy seguro de que ha sobrepasado la hora del almuerzo". Severus sonrió y soltó a Ron, guardando su varita de nuevo en la manga.
Ronald se apresuró a abrir la puerta del almacén y se fue.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
