El cielo nocturno cubre las calles de Roma como una manta de terciopelo azul. Apenas se divisan estrellas, pero la luna brilla con tanta intensidad que las farolas se quedan obsoletas, parpadeando esa luz artificial.
Nada es comparable a lo producido por un astro, y más si es la Reina Gris, la Duquesa de la Noche, la Princesa Oculta del Día...Al menos yo he pensado eso siempre, El sol está tan sobrevalorado que a veces me dan ganas de apagarlo como si de una lámpara se tratase. La gente nocturna me entenderá, La Luna a veces es tan deslumbrante, que he de apartar mi vista de ella, por cuestión de simple respeto.
Doy tumbos en el interior de un callejón, quizás demasiado borracha. El ultimo día de las vacaciones hay que celebrarlo como Dios manda, incluso si al final de la noche acabas como yo, Hestia Ricci, vagando por la solitaria calle anterior a la gran Fontana di Trevi con más de un cubata encima.
Es curioso, como, aún estando en un punto casi rozando lo inconsciente, soy capaz de fijarme en los más ínfimos detalles.
Por ejemplo, puedo escuchar el chapoteo del agua caer despreocupadamente hacia el interior de la fuente, donde le espera un interior lleno de riquezas y deseos por cumplir. O, por el contrario, como alcanzo a ver la silueta de una lechuza posada con genuina elegancia sobre el palo metalico que sostiene el cartel de una pizzeria que cerró hace tiempo.
Cuando siento que voy a vomitar, me paro abruptamente, sosteniendome de un bloque marrón que sobresale de la pared. No me sorprende que mi cuerpo quiera expulsar todo lo que le he introducido en las últimas horas. He consumido tal cantidad del alcohol, que lo que me sorprende es el hecho de que ahora mismo esté en pie.
En el momento en que me voy a desvanecer en brazos de Morfeo, mi oido intercepta una suave melodía no muy lejana, acompañada de una voz sumamente ronca, tan peculiar y distintiva que se me hace placidamente agradable.
La distracción logra captar mis 5 aturdidos sentidos, por lo que mi estomago decide guardarse el plan de devolver para más tarde y dar paso a mi modo detective borracha.
Avanzo, arrastrando piernas y brazos hacia la gran fuente, notando como la cancion va encajando cada vez más en mi cabeza. Como la voz va sonando paulatinamente más alta y clara.
Sintiendo los rayos de la Luna penetrar mi alma através de la espalda, admiro el bello reflejo del agua residente de la escultura. Y como suponía, con su interior lleno de monedas.
Hasta un ingenuo conoce la leyenda de La Fontana Di Trevi, pues, es la que dice que si tiras una moneda de espaldas a esta siendo turista, te aseguras el regreso a Roma. Por el contrario, si eres residente, se te concede un solo deseo, simplemente por el hecho de vivir en esta maravillosa tierra llamada Italia.
Pendiente aún de la cándida melodía, saco una moneda de veinte centimos del bolsillo de mi vestido, me posiciono mirando al lado contrario y con una punteria vertiginosa hago volar el trozo de metal hasta percibir un leve chapoteo en el agua.
Las campanadas de una catedral a lo lejos resuenan por toda Roma, advirtiendola de que el el Verano a tocado a su fin. No más sol y no más libertad. Por lo que a mi se refiere, el sol se puede ir por donde vino, y que la libertad me acompañe hasta el día en que fallezca.
Con este pensamiento me dejo caer hacia atrás, acabando con esta velada y rezando para que mañana la resaca no sea tan fuerte como me imagino.
ESTÁS LEYENDO
𝐑𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐕𝐨𝐜𝐞𝐬- Damiano David
Fiksi Penggemar"La voz es la flauta de Amelí y la masa sus ratas" La luna es testigo de todos los encuentros, y cuando la melodía de esa canción llega a ella, la devuelve en forma de rayos nacarados. Así, noche tras noche, hasta que una nota huyó hasta mi oído y...