Capítulo 19: Confusión ll parte 2

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Me cuesta procesar la información ¿Christopher se va a quedar a dormir? ¡De ninguna manera! Eso va a poner difícil intentar olvidarlo. Me levanto como puedo y hago una mueca de dolor por la punzada en mi costilla.

— No, llamo a un remis— susurro y tomo el teléfono inalámbrico.

— Y arriesgar mi hermosa vida, no gracias, princesa—susurra en mi oído y toma mi muñeca para luego dejar el teléfono inalámbrico en su lugar— tranquila que no vas a sentir que estoy acá— comenta y se acerca a mi cuello, su aliento cálido choca contra mi piel vulnerable y produce un escalofrío agradable.

Aclaro mi garganta y me alejo cómo si él fuera fuego y yo madera, que me consume con cada roce de su piel contra la mía.

— Hay una habitación de invitados desocupada al final del pasillo— digo con la voz entrecortada y me vuelvo rengueando, su mano rodea mi cintura y me pega a un costado de su cuerpo, la temperatura sube y mis mejillas se tornan color carmesí.

— Gracias— luego planta un beso en mi mejilla y  se dirige al pasillo, lo sigo mientras lo insulto mentalmente y preparo su asesinato. Abro la puerta y me encierro en mi habitación.

 Mi mamá me enseñó que a los invitados hay que darles todas las comodidades, por ejemplo entregarles una manta si tienen frío y una muda de ropa pero él no es un invitado es un intruso, si tiene frío que se las arregle. Preparo el baño, cubro con una bolsa el yeso de mi pierna, que cubre desde mi tobillo hasta por debajo de mi rodilla, y me meto en la bañera, dejo que el olor a vainilla del jabón se impregne en mi piel, me relajo, cierro los ojos y hundo la cabeza en el agua, paso unos minutos, adormilada en la bañera.

 Cuando mi piel se arruga como una pasa de uvas decido que es momento de salir, me tomo de la baranda y saco un pie de la bañera, con mis brazos trato de alcanzar las muletas, estiro mi cuerpo y apenas rozo con mis dedos el frío metal, gruño y salto en un pie para acortar la distancia.

 Me resbalo con el agua enjabonada que salpico, mi pierna enyesada choca contra el borde de la bañera, grito de dolor y caigo de lleno contra las heladas baldosas, llena de agua, ahogo un sollozo y con mis brazos trato de reincorporarme pero vuelvo a fallar y mi mejilla se estrella contra el suelo, mi pierna quebrada duele como si le estuviera clavando millones de agujas y quema como si la metieran a un horno, se encuentra suspendida sobre el borde de la bañera, si me muevo se va a estrellar contra el suelo y me va a doler como miles de demonios.

— ¿Madisson? — me llama al otro lado de la puerta— escuché un grito ¿Estas bien? —escucho el sonido de la manija al girarse.

 Reacciono rápido.

— Si entras, te castro— amenazo con los dientes apretados.

 Veo que la manija deja de moverse.

— ¿Qué te pasó, Mads? ¿Te caíste? ¿Te golpeaste la pierna rota? — pregunta en tono de preocupación.

— Me caí.

— ¿Podes pararte?

— No sé, me duele mucho la pierna— admito.

— Maddy voy a entrar— anuncia y mueve la manija.

— ¡No que estoy desnuda, pedazo de imbécil! — grito apresurada y el calor sube por mis mejillas.

— Tapate rápido y avísame.

 Estiro mi brazo y por suerte tomo el borde de la toalla negra, me cubro como puedo, tengo que levantar mi torso para tapar la parte de adelante y la anudo a un costado.

— ¡Ya está! — aviso y me preparo para la situación más incómoda.

 Entra de golpe y sus ojos se clavan en mi, camina rápido y me toma entre sus brazos, sus ojos verdes me miran fijo y yo trato de descifrar, su mensaje. Gira con cuidado mi torso de manera que mi espalda colisione contra su pecho, puedo sentir sus abdominales de acero y la temperatura sube, respiro hondo y trato de calmarme.

— Sostenete sobre tus codos— indica, hago lo que me pide.

 Se arrodilla a un costado de mi cuerpo, pasa un brazo detrás de mi rodilla y uno por mi espalda, la electricidad acumulada estalla, mi corazón se acelera con su tacto, y me eleva entre sus brazos como si fuera un peso ligero, con mis brazos rodeo mi cuerpo para ajustar la toalla y escondo mi rostro rojo de vergüenza en el hueco de su cuello.

 Siento la suavidad de mis sabanas y saco la cabeza de mi escondite, me acomoda sobre la cama, deja las muletas descansar sobre el mueble y se sienta en el borde.  Sus ojos me cautivan y me hacen olvidar que estoy solo cubierta por un pedazo de tela que me cubre más de la mitad de mi muslo, desvío la mirada profunda de sus ojos y clavo mi vista en una esquina de mi habitación.

— ¿Estás bien? — pregunta tranquilo, se nota que la situación no lo incomoda ni un poquito.

 Aclaro mi garganta.

— Sí. Creo que deberías irte así podría cambiarme tranquila—tartamudeo.

 ¿Creo? ¿Por qué dije eso? Tiene que irse.

 Asiente con su sonrisa estúpida, acaricia mi pierna. Mierda, un cosquilleo se extiende por aquella zona y ataca a todo mi cuerpo, mi pulso se acelera.

 — Cuidado Mads, el cambio de temperatura puede hacer que te enfermes— Ríe y sale de la habitación.

— ¡Estúpido!— grito antes de que atraviese la puerta.

 El sabe lo que provoca en mí y lo hace apropósito, maldito bastardo, lo odio ojalá que se le caiga el techo encima.

Es obvio que está jugando conmigo y yo le sigo el juego como una estúpida, apenas amanezca lo voy a echar a patadas de mi casa, lo haría ahora pero mi cuerpo está muy adolorido. Me cambio y me acuesto a dormir.

 Tengo un sueño muy raro, pero se siente tan real como si lo hubiera vivido en carne propia, me despierto sobresaltada con mi cuerpo todo sudoroso y con las mejillas empapadas por las lágrimas... No, no pudo haber sido real.

 Estaba en el hospital, en la habitación dónde fui internada, estaba parada al lado de mi camilla dónde se encontraba mi cuerpo que parecía sin vida, conectado a varias máquinas. Christopher estaba sentado en una silla de plástico con la cabeza gacha, mi mano entre las suyas y su frente apoyada en el dorso de mi mano, intenté moverme pero era imposible, mis pies estaban pegados al suelo como si estuviera obligada a ver aquella escena.

 Christopher levantó la cabeza con los ojos ¿Llorosos? Y miró mi cuerpo pálido como un papel. Se acercó y todo pasó rápido, sus labios se pegaron en los míos y pegué un respingón. Sentí sus suaves labios sobre los míos, pasé una mano sobre ellos, se sentía cómo pétalos de rosas acariciando mis labios, su boca se movía sobre la mía, de forma instintiva cerré los ojos saboreando aquella hermosa sensación de sentirse sobre las nubes.

 Se separó y el contacto se cortó, y en ese momento mi cerebro reaccionó. 

Me besó.
Se aprovechó de mi estado vulnerable ¿Qué clase de persona es capaz de hacer eso?
La ira me invadió y quise arrojarme sobre él y comenzar a golpearlo, comencé a insultarlo a la vez que contenía las lágrimas del pasado.

¿Por qué todos se aprovechan de mí cuando estoy vulnerable?

  La imagen se quebró en miles de pedazos.

 Tomo mis muletas y salgo de la habitación.

                                                                                                                 

Corazón de acero © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora