Capítulo 10: Christopher el idiota engreído

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 Salgo del ascensor y camino a paso rápido por el Hall, con los puños cerrados recitando las palabras y los insultos que le voy a decir cuando lo vea a ese maldito.

-Hola Madisson-saluda Josh el recepcionista.

-No me jodas-espeto sin mirarlo.

Empujo la puerta y escucho como se azota al cerrarse a mi espalda, voy a el estacionamiento y lo veo vacío no hay rastro de mi auto, mierda, saco mi celular del bolsillo y marco el número.

-Buenos días ¿Que desea?

-Un taxi para el Hotel La Quinta Maravilla

-Ya se lo mandaremos.

Corto y me siento en un banco impecable que está rodeado por flores exóticas. Luego de unos minutos un taxi estaciona frente mío. Camino y subo le digo la dirección al taxista y será mejor que te prepares Christopher por que hoy Madisson está hecha una furia.

-Ya llegamos señorita-avisa el taxista de unos setenta años.

Le entrego el dinero y bajo, casi lo dejo sin puerta a el pobre taxista. Camino el tramo que falta para llegar a una casa de dos plantas, está hecha de madera y tiene un porche con una hamaca sillón que tiene un acolchado blanco y almohadones floreados. Subo los escalones de madera y toco el timbre. Espero, espero y espero, no hay respuesta paso todo mi peso a una pierna y saco el celular de mi bolsillo trasero son las nueve de la mañana, debería estar en la escuela hace rato pero no me importa, suspiro resignada, me siento en la hamaca y me balanceo con las piernas. Es divertido.

Me hace acordar a los viejos tiempos con mi familia, todos los domingos íbamos a la plaza, mi papá siempre me hamacaba y mi mamá nos sacaba fotos o nos esperaba sentada con la espalda apoyada en un árbol.

Cierro los ojos y respiro hondo, me concentro en otras cosas que no sean recuerdos. Escucho el sonido del viento, de los pájaros y un auto, después una puerta abrirse y cerrarse de un portazo, uh creo que un conductor hoy no está de buen humor. 

-¿Qué haces acá?-pregunta una voz ronca que me dan ganas de pegarle a esa persona.

Abro los ojos de golpe y lo encuentro con una pose muy relajada, con las manos dentro de los bolsillos delanteros de sus jeans  apoyado en la baranda con su maldito aire de superado.

Me levanto de un salto y me paro a centímetros de su cara, se endereza y tengo que elevar mi cabeza para darle mi mirada asesina. Abro mi mano y la choco contra su cara con un sonido sordo. Se refriega el cachete rojo con mueca de sorpresa.

-¡¿Qué te pasa!?-vocifera.

-¡Cómo pudiste! ¡Maldito!-chillo.

-No fue para tanto, no necesitaba que me pegues una cachetada-se queja como un nene pequeño.

Mi cara de espanto lo revela todo, ¿Está loco? Me masajeo las siens, el dolor de cabeza está volviendo.

-¿Que no fue para tanto?-río secamente-Dale cuéntame otro chiste-digo con sarcasmo.

-Está bien-pone los ojos en blanco-perdón, fue sin querer, no lo voy a volver a hacer.

-¡Si no lo vas a volver a hacer si no te castro!-amenazo-Tendrías que estar en la cárcel-acuso.

-¿Qué?-chilla como un gallo.

-Si lo que hiciste es peor que un delito, mereces ir a la silla eléctrica-clavo mi dedo índice en su pecho-¡es violar los derechos humanos de la mujer!-grito exasperada-Me robaste algo super importante para mi.

Corazón de acero © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora