☀️;; 11 sweat.

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Gustabo entrenaba en la playa como debía hacer todos los días al ser un agente de la ley y tener que mantenerse en forma.

Había perdido mucha resistencia y agilidad a causa de los años que pasó encerrado en el hospital psiquiátrico sin casi moverse, por lo tanto hacer ejercicio era muy agotador para el y a la primera de cambio sentía sus pulmones doler pero poco a poco iba mejorando.

Se tumbó en la arena derrotado mientras escuchaba el mar moviéndose apaciblemente y regulaba su respiración.

Finalmente después de varios minutos descansando bajo el sol de junio, se levantó listo para marcharse ya que debía de empezar su turno de trabajo mientras que los demás se reunían.

Que lo expulsaran del caso le había llenado de impotencia, no le dejaban ni siquiera participar de manera externa y no entendía el por qué.

Poco duró con esos pensamientos porque un coche de seis plazas negro con los cristales tintados frenó frente a él y de este bajó un sujeto enmascarado que le apuntaba amenazante mientras le gritaba que entrara y los demás pasajeros del vehículo se lo exigían.

Gustabo no puso resistencia, en esa ciudad eso era el pan de cada día y seguramente lo llevarían a un atraco, ¿No?

Levantó las manos y fue arrastrado al interior del vehículo y una vez ya dentro de este, esposado.

Se mantuvo en silencio durante todo el trayecto mientras que escuchaba a los de dentro hablar en clave, no se dirigían a ninguna tienda y pasados unos minutos, el coche aparcó en una casa en el extremo norte de la ciudad, seguidamente fue escoltado afuera y llevado al interior.

-¿Puedo saber qué hago aquí?- Se atrevió a preguntar. Finalmente acabó en una habitación donde cinco personas enmascaradas formaban un círculo y miraban expectantes al rubio.

-Nosotros somos los que hacemos las preguntas.- Respondió cortante una mujer detrás suya. -Tu nombre es Gustabo, ¿Verdad?-

El rubio asintió tímidamente. -¿Cómo sabéis mi nombre?-

-No te vamos a mentir, chico.- Una voz serena de hombre sonó desde su derecha, por lo que redirigió su mirada a este. -Con solo decirnos cómo te llamas te acabas de vender, hay alguien que te está buscando.-

-¿Quién me busca?- Las únicas personas que conocía de la ciudad eran los del FBI, la gente de afuera de este grupo, eran desconocidos para él.

-Te hemos dicho que las preguntas las hacemos nosotros.- Otro enmascarado sacó una navaja que empezó a girar de manera temeraria, no pensaba usarla, era solamente para intimidar. -Dame un motivo para que no te vendamos ahora mismo, podría ser la última vez que veas la luz.-

Pero una persona que se encontraba justo al frente del rubio y había permanecido en silencio y sorprendido  desde que el chico admitió su nombre, se dignó a hablar con un tono melancólico y triste.

-...¿Gustabo?- Se acercó dos pasos más hacia el frente ante la atenta mirada del resto de mafiosos.

-¿Si?-

El sujeto se quitó lentamente la máscara alertando un poco a sus compañeros, quienes miraban expectantes ante las acciones de este.

En cuanto se sacó la máscara por completo, Gustabo abrió los ojos incrédulos, no podía creer que tuviera a su viejo amigo delante, reconocería esa brillante, pálida y redonda calva en cualquier sitio.

Tragó saliva pesadamente y finalmente habló -...¿El Dandy de Barcelona?-

El calvo frente a él cambió su expresión de una conmovida a una sería en cuestión de milisegundos.

-Soy Don Limpio, imbécil.-

Gustabo le miraba serio mientras que por dentro tenía una enorme sonrisa.

-¿Don Limpio? ¿Que te ha pasado? ¿Que haces con una mafia?-

Este suspiró y avanzó más hacia su amigo.
-Gustabo, nunca me fui de Los Santos. Me quedé solo, tu y Horacio desaparecisteis del grupo de repente, luego Segismundo acabó en la federal, después Trujillo, Tony, Jony, Rogelio, Manuel... Me quedé solo, Gustabo. Ya no había mafia sexy, no había nada, estaba totalmente solo, hasta que conocí a mis nuevos amigos aquí presentes.- Dijo lo último en un susurro.

Gustabo miró hacia abajo por un segundo. -Me alegro de volver a verte y saber que estás bien, Don Limpio.-

-¿Ves? Ese es el problema. Jamás me preguntaste mi nombre, me empezaste a llamar Don Limpio porque soy calvo, ni siquiera sabes cómo me llamo, pero no te guardo rencor, se que hicisteis vuestras vidas- Se tronó los nudillos y volvió a hablar serenamente. -Gustabo, como te hemos dicho, hay alguien del pasado yendo a por ti aparentemente y nos han llamado para confirmar si eras tú o no, pero te vamos a dejar ir. Promete que irás con cuidado.-







Tras la pequeña charla con Don Limpio y su banda, los mafiosos dejaron a Gustabo tirado en medio de la carretera y esposado.

-Suerte llegando a la comisaría del sur para que alguien te desespose andando, en la del norte no hay nadie hoy. Lo peor es que cuando llegues se pensarán que eres un fugitivo porque vas esposado.- Dijo un enmascarado antes arrancar el coche con furia y perderse de la visión del ojiazul.

De puta madre, iba a tener que caminar desde el punto más norte del mapa esposado y para colmo le habían dejado el teléfono móvil que sonaba a todo volumen por las llamadas de Conway y Horacio al ver que no daba señales de vida desde hacía horas.




Finalmente tras dos larguísimas y cansadísimas horas para caminar 10km, llegó a la sede del FBI y se arrastró como podía por los largos pasillos, se sentía con ganas de vomitar, tambaleaba los pies que ya ni le respondían correctamente y ni hablar de su cara roja, que dolerían luego las quemaduras por pasar dos horas caminando bajo el sol.

Exhaló agitado varias veces hasta posarse delante de una sala de donde salían voces que reconocía y tocó a la puerta suavemente con la cabeza. Cuando esta fue abierta, se desplomó y cayó fuertemente al suelo dentro de la estancia bajo la mirada de los agentes del FBI e infiltrados. Lo único que escuchó durante escasos segundos antes de desmayarse ahí mismo era la gritona voz de Conway que le preguntaba una y otra vez que había pasado y le insultaba por preocupar tanto a los demás, pero la respuesta por parte del rubio no llegó.





Se despertó minutos mas tarde ante la silueta de una mujer que al ver como despertaba le sonrió y se alejó poco a poco.

Le dolía muchísimo la cabeza, estaba en la entrada de la sede y podía ver una ambulancia a través del cristal. Cuando giró la vista hacia su izquierda, ahí estaba Volkov observándole fijamente con los brazos cruzados, quien habló antes de que el rubio preguntase.

-Ha sufrido un golpe de calor, Gustabo.-

El rubio miraba desorientado y recordó lo que había sucedido antes, joder.

-Dame agua.- Exigió al ruso, quien le entregó una botella empezada que había encima de una mesilla.

El rubio la abrió desesperado y bebió todo el contenido de esta en cuestión de segundos, arrepintiéndose al instante, ya que notó como algo dentro de él se revolvia y le entraron unas inmensas ganas de vomitar, siendo rápidamente atendido por el peligrís, que posó una mano en su espalda y buscaba algún recipiente, sin tener suerte y provocando que el rubio vomitara en el suelo.

Se le enrojecieron los ojos ante la sensación tan horrible que era vomitar y miró hacia el horizonte con un dolor terrible de estómago.

-No se preocupe, Gustabo.- trató de consolarlo el más alto. -Ya le darán algún médicamento para los dolores.-

Gustabo lo miró con enfado. -Lo que me faltaba ya, más medicamentos, como si no tuviera bastante con los míos.- Habló secamente y con un tono apagado debido al dolor de cabeza, estómago, cuerpo y piel.

-Venga.- río ligeramente el ruso -Si se cura rápido, le invito a comer a mi casa algún día de estos.- Habló espontáneamente sin pensar lo que decía.

-¿Lo prometes?-

夏 "Sunny Side Up" 夏// → (✧volkabo✧)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora