Capítulo 1: Agallas

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Jujutsu era una ciudad algo grande, apartada  y con muchos rumores.

Me mudé hace unas semanas con la esperanza de iniciar una nueva vida, no era muy fácil y más en aquellos tiempos donde el machismo brillaba a flor de piel, en aquellos años no te permitían entrar a un bar sola sin la compañía de un hombre, y no sólo eso, las mujeres cobraban mucho menos que los hombres.

Conseguí empleo en una panadería atendiendo a los clientes. Los primeros días estaba llena de ilusiones, pensando en que llegaría un cliente que me volvería loca de amor e iniciaríamos un romance hermoso tal y como los viejos libros que leía, no sólo en la panadería, también cuando caminaba mis pasos estaban llenos de emoción pensando en que llegaría a chocar con algún buen hombre que me amara, y sí, es una estupidez que mi mundo gire en torno al ámbito romántico pero las cosas son así, en una época como esta toda mujer necesita por obligación de la sociedad un hombre para poder resistir.

Los días me pasaban en aquella panadería, con un sueldo miserable que apenas me daba para subsistir y si a eso sumamos que mis sueños amorosos jamás llegaron por el hecho de que los hombres o ya estaban casados o me veían como una mera prostituta y yo, una joven pendeja con sueños románticos pero tampoco tan ignorante como para dejarme llevar.

Así pasaron los días hasta que ya no esperaba nada ni nadie, tan sólo el día de mi muerte a pesar de mis 22 años.

La campanilla de la puerta se escuchó anunciando la llegada de un nuevo cliente, se acercó hacia el mostrador con una mirada demasiado pedante para mi gusto.

—Buenos días señor, ¿En qué puedo ayudarle?

—¿En qué puedes ayudarme? En lo único que sabes hacer aquí, sírveme el mismo pan de siempre y de prisa que no tengo mucho tiempo.

Su respuesta me incomodó, paciencia mujer, sabes que estos trabajos necesitan de paciencia.

—Lo lamento señor, es la primera vez que lo veo aquí, soy nueva y no sé cuál es el pan que siempre pide, ¿Podría decirme cuál es?

En ese instante sentí la mirada más horrible en mi vida, en aquel pueblo era la primera vez que me miraban tan mal, claro quitando las miradas de las viejas celosas que me miraban mal sólo por ser quien soy.
Aquel hombre me miró desde arriba, yo me sentí la cucaracha más asquerosa e insignificante por aquella mirada. No me dijo nada, en ese instante el dueño de la panadería salió de atrás muy nervioso y asustado por la presencia del señor, me pidió que me marchara a atender a otro cliente que había llegado, que él se encargaba de aquel señor, estaba disculpándose por mis faltas y dándole el pan de siempre diciéndole que la casa invitaba.

Cuando el hombre alto y robusto salió de la panadería mi jefe me llamó la atención con muchos nervios y demasiado molesto:

—¡¿Qué hiciste niña tonta?! ¡¿Qué hiciste?!— Gritaba mientras me tomaba de los hombros. Harta de sus sacudidas lo alejé con notoria molestia:—¡¿Qué le pasa a usted?! ¡Yo no he hecho nada!

—¡Claro que sí! ¡¿Qué no sabes quien es ese hombre?! ¡¿No lo sabes?!

—La verdad...no.

—¡Ay niña ignorante! ¡No te mudes a un pueblo sin saber de sus rumores! ¿No has oído hablar de La secta?

Me quedé en silencio por unos segundos, sí había escuchado...según se comentaba era una banda de mafiosos, traficaban alcohol y tabaco, además de ser dueños de un montón de negocios y tener a la policía y toda la ciudad a su disposición. Ellos eran la ley, si iban a un lugar y decían que lo querían ellos lo tenían, eran algo así como una banda de criminales pero intocables, el líder de ellos se había metido a la política y ocupaba un cargo importante en la política.

Casada con el diablo (Ryomen Sukuna X Lectora) (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora