Capítulo 9

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Estaba en el asiento del copiloto con la ventanilla baja, dejando que el viento y el sonido de la carretera canten en mi oído. Cerré los ojos y me transporté en el tiempo, una hora atrás.

Silas caminaba delante de mí en la fila y ordenaba nuestros cafés, ni siquiera tuvo que preguntarme para hacer el pedido, sabía lo que yo deseaba ordenar. Pequeños gestos que compartimos y que habíamos cultivado en este corto pero intenso espacio tiempo.

Tomamos las bandejas para llevar pero no resistimos la tentación de quedarnos allí, en la cafetería. El lugar tenía ese aire de ensueño y pleno confort en el que nos sentíamos parte de la atmósfera.

Recuerdo haber tomado mi pequeño pastel con una sonrisa. Para mis adentros pensé en cómo la masa dulce era completamente diferente a la que comí la semana pasada, y así lo sería siempre, cada desayuno o merienda era una sorpresa, de sabores y tamaños, pero aun así el corazón de la experiencia no cambiaba en lo absoluto, siempre me dejaba un buen sabor y a Silas también.

¡Qué diferente este ambiente al de su hogar!, el cual se caracterizaba por tener una cocina grande y platería lujosa. Quizá eso era lo que lo atrajo a este sitio en primer momento, todos necesitamos variar y salirnos de nuestro eje. Esa es una de las razones por las que le di la bienvenida a Silas, la entrada a mi vida, deseaba conocer una realidad diferente a la mía y salir de mi zona de confort.

—Buenas zapatillas Silas, finalmente te has modernizado —Lo halagó nuestra camarera amiga, Lucy—. Pero... deberías sacarte esa camisa de dentro de los pantalones... vamos, le daría el toque —pronunció la última frase con contagioso entusiasmo.

En primera instancia Silas se negó. Se resistía a salirse de su estilo clásico, el cual dependiendo el entorno, era un tanto atípico y llamativo.

Lucy, más fuerte que la terquedad de mi amigo, lo obligó a ponerse de pie como si fuese un niño pequeño y le acomodó la camisa aflojando su agarre y abriéndole el primer botón con la paciencia y agilidad de una madre.

—¿Qué dices Sienna? ¿Acaso no luce mucho más atractivo de esta forma? —preguntó mientras acomodaba su cabello, desarmando el peinado perfecto que con esmero él se esforzaba por mantener. Su pregunta me dejó descolocada, me limité a asentir torpemente. Noté la incomodidad de Silas, parecía ofendido y avergonzado como si mi reacción lo hubiese insultado.

Caminamos hacia el auto y en el camino mi compañero intentó volver a poner su camisa en su sitio, prolijo planchándola con la mano y abrochando el primer botón, susurrando que se sentía ridículo.

—Silas a mí me gusta este nuevo estilo, como bien dijiste, hoy vamos de encubierto, no importa nuestro atuendo —Mis palabras no fueron reconfortantes pero sonreí, y al parecer eso fue suficiente.

Mientras él revisaba el auto antes de iniciar el viaje, yo me dediqué a observarlo sutilmente. Era delgado pero con la espalda ancha, su cuello largo y varonil. La camisa abierta y el pelo revuelto lo hacían ver más atractivo y mundano, como un joven sensual y relajado, una imagen contraria a la que siempre se esforzaba por exhibir.

Sus ojos se abrían grandes al concentrarse en su trabajo y sus labios se mantenían tensos en una línea recta.

Iniciamos este largo viaje y no hizo falta hablar. Llegué a ese punto en el que solo eramos el viento, mis pensamientos y yo, no necesitaba centrarme en qué decir o cómo moverme. Un sentimiento completamente placentero y satisfactorio.

El pueblo era menos arbolado que el nuestro y más poblado, los negocios antiguos y sus empleados limpiando las vidrieras me traían recuerdos agridulces, señalé como una niña de excursión las diferentes partes del centro, "allí está mi escuela o la que solía serlo", y luego "en ese restaurante comíamos con mamá y Violeta", era como si hubiera viajado en el tiempo y abierto un sin fin de recuerdos que había olvidado tener guardados.

Sienna: La sangre viva detrás de una asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora