Capítulo 10

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No sé donde estoy, mi cuerpo yace en una cama desconocida. Mi espalda contracturada y el dolor constante que siento en las rodillas me hacen pensar que he estado acostada por largas horas. Busco moverme, cambiar de posición pero no puedo, carezco de energía.

Intento gritar o hacer un llamado de ayuda pero mi voz es inaudible, comienzo a desesperarme pero es un estado meramente interno, mi cuerpo no condice con el mismo, continúa estático en la misma posición. Sigo parpadeando con fuerza y rápidamente , como el aleteo de un ave asustada, hasta que finalmente mis pupilas se acostumbraron a la luz.

El techo es blanco y desconocido, no es mi casa, pero por la lámpara que cuelga en las alturas justo encima de mi cabeza, sé que tampoco es un hospital. Los artefactos no son categóricos o básicos como los que suele haber en una clínica, son hogareños, se salen de lo tradicional.

Al bajar la mirada, me encuentro con una manta color lila que cubre todo mi cuerpo, es de plumas y está bien cuidada otro hecho más que confirma que definitivamente no estoy en el hospital.

A un lado, en la mesa de luz nocturna, hay una lámpara gris sobre una pila de tres libros, intentar leer las letras pequeñas en el lomo de ellos me da jaqueca, solo pude distinguir uno que en letras capitales escribe "remedios florales", luego me detengo en una cajita, una especie de neceser abierto y echado hacia un costado revelando diferentes maquillajes y labiales, "estoy en la casa de una mujer" pienso, para luego perderme otra vez en un profundo sueño.

Vuelvo a despertar, a respirar conscientemente y me mantengo alerta, alguien acaricia mi frente, pasa un trapo húmedo sobre ella mientras susurra una melodía calmante, me siento un bebe afiebrado e indefenso. Sus manos acariciaron mi mejilla, ya ha removido el paño tibio, sé que está hablando conmigo pero oigo tan sólo balbuceos.

Los recuerdos caen sobre mí como un balde de agua fría, estaba en el auto, temblando, íbamos a entrevistar, el señor Shepardo, mi cuerpo desvaneciéndose, los brazos debajo de mí sosteniéndome, ¡Silas! pienso en él y abro los ojos apesadumbrada pero finalmente despierta, con una reacción casi tan consciente como efusiva.

—Tranquila Sienna, Silas ya viene, fue a buscar algo para comer —Reconozco la voz de Sally me habla cariñosa y delicada sin dejar de acariciar mi frente.

—¿Dónde estoy? —Me las arreglo para preguntar sin preámbulos, me duele la cabeza y el dolor es casi inaguantable.

—Estás en mi casa linda, tuviste un ataque de pánico fuerte y caíste desmayada, Silas me llamó y te trajo aquí —respondió amable intentando calmarme, pero la desesperación creciente dificultaba mi auto control—. Sienna por favor, tienes que respirar hondo y mantenerte tranquila, sino todo empeorara —me instó armada de paciencia.

Me revolví en mi lugar, pero al mover el brazo sentí algo extraño, algo que pellizcaba mi piel con firmeza, al girar la cabeza vi que un suero estaba conectado a mi piel, las gotas cayendo a un ritmo tan constante y lento me hacían perder la cordura, intente tirar de él pero Sally me sostuvo, aferró sus brazos con fuerza a los míos, me dejo inmóvil, no tenia fuerza para resistirme.

Me habló un rato, pero ignoré sus palabras, y después de unos minutos de silencio se fue de allí dejándome completamente sola y en penumbras, estaba tan confundida que no era capaz de identificar si las luces estaban apagadas o solo era yo que había cerrado los ojos.

Escuché voces detrás de la puerta y las identifiqué con facilidad: Sally y Silas. Al oírlo me sentí repentinamente avergonzada, había forcejeado con él, lo pateé y golpeé con fuerza intentando librarme de su agarre y ayuda, hice que perdiéramos la entrevista echando todo a perder.

Sienna: La sangre viva detrás de una asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora