Capítulo 6

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Mi madre irrumpió en la habitación para pedirme un bolígrafo. Al instante supe que su intento de pedido casual no era más que una excusa. Buscaba controlar qué hacía a solas con un chico dentro de mi dormitorio, una situación a la que nunca había estado expuesta antes.

Silas estaba sentado en una silla alta y yo por mi parte estaba en la punta de la cama, levemente recostada a una distancia apropiada y considerada. Mamá husmeó un poco, le entregué un lápiz y se retiró complacida, pero antes extendió a Silas una invitación a cenar esta noche.

Por un momento visualicé la escena, Silas vería en nosotros lo que él siempre estudia en los libros: una familia de clase humilde, la madre cocinando y el resto colaborando, compartiendo una comida sencilla, a diferencia de sus platos elaborados y cubiertos de plata.

Él nos vería conviviendo en una casa intranquila, con muebles baratos y adornos poco elegantes. Una relación disfuncional tras otra, yo sería el primer peón, con mi notoria inestabilidad, viviendo una miserable y solitaria realidad, girando alrededor de la misma sin un mero intento de cambio, sin atreverme a hacer algo tan básico como tender la cama.

Luego estaría mi madre con sus obsesiones, mi padrastro con su lenta forma de hablar y la manera casi tartamuda en la que hace largas pausas como si no pudiera pronunciar palabra alguna, cómo se esmera por repararlo todo con un martillo y un clavo, ignorando como la estructura se cae a nuestro alrededor, y por último,  la ignorancia de mi pequeña hermana, o más bien, su poco encantadora y perjudicial inocencia.

La inocencia de la niñez, percibo que un niño jamás se sugestionaría frente a la presencia de un amigo, no haría cuentas o intentaría delimitar sus acciones sintiéndose juzgado por su posición social. Comparaciones constantes e injustas, de eso vive la sociedad actual, y también de eso muere, de la balanza inestable y los estereotipos crueles que influyen en nosotros. De las diferencias que un día, cuando era joven y alegre, cuando solo veía a los demás como compañeros de juegos y amigos, desconocía.

En la adultez, nos burlamos del destino mientras el mismo en secreto nos maneja. La meritocracia, envejecida y decrépita como un espectro inexistente y como un prócer salvador, nos esperanza, cierra nuestros ojos y se disfraza de consuelo, cegándonos completamente. Al final la realidad la aplasta, no existe esfuerzo en el desafuero y la miseria, en los lazos familiares y las pésimas condiciones económicas. Al fin y al cabo el espíritu no le gana a la carne que incluso caída tiene peso y precio en este mundo material.

No puedo evitar pensar que incluso cuando Silas y yo compartimos gustos y pasatiempos, los dos interesados en las materias de estudio y el trabajo duro,  que aunque leamos los mismos libros y por ahora asistamos a la misma preparatoria, jamás compartiremos las mismas oportunidades. Sin importar lo intenso que sea el deseo en mí, no podría pagar la misma universidad que él y si lo hiciera, no podría dedicar la misma cantidad de horas al estudio porque me vería obligada a hallar un desgastante empleo para subsistir mientras tanto.

Más allá de la economía, la vida misma supera nuestra habilidad, de dónde venimos e influye a dónde vamos. Mi hermana marcó mi vida y la de mi madre, y mi madre marca mi camino y el de Emma. Sin importar la fortaleza del hijo, sus primeras y herramientas las hereda de su padre, en sus primeros años estos utensilios lo  acompañan mientras crece y en contrario, la carencia de los mismos retrasa su crecimiento.

No me quejo de mi realidad, agradezco el techo y el alimento con los que cuento., Pero al crecer, en este año de cambios y confusión, este año tan soñado en la niñez y tan añorado en la vejez, me siento decepcionada e impotente. Mis pensamientos e ideas han crecido, puedo finalmente ver el mundo, pero no entenderlo. Lo que veo me aterra y me sumerge en una cruda agonía, no quiero rozar el nihilismo con la promesa de verdad si la verdad trae consigo la mayor de las infelicidades, la nada misma y el vacío intermitente.

Sienna: La sangre viva detrás de una asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora