Cap. 7 - Invitados sorpresa

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   Habían pasado cuatro días desde que Momo había latigado a Jiro. Las heridas en la espalda de la pirata habían sanado y ya estaban mejor, aunque le habían dejado unas muy tenues marcas. En esos días, las dos chicas siguieron caminando juntas por la ciudad, conversaban en la habitación de Momo y practicaban con las espadas. Ambas se hicieron aún más cercanas, al punto de que a veces se comprendían con sólo intercambiar una mirada.

Sin embargo, no todo era color de rosa. Ainz, el padre de Momo, las estaba vigilando mucho más de cerca. Por lo tanto, las dos chicas no podían estar tan cariñosas como solían estarlo. Cuando caminaban juntas, tenían miedo de que alguien las viera, por eso trataban de no tomarse la mano. Cuando estaban solas, trataban de no besarse, y mucho menos cuando estaban en la habitación de Momo. Temían que vuelva a pasar lo de aquella noche donde su padre entró de repente.

El problema era que al alejarse y tratar de no besarse ni abrazarse, eso sólo hacía que ambas quieran hacerlo aún más. Las dos se morían de ganas de besarse, abrazarse, acariciarse, darse cariño. Se daban pequeños besos a escondidas pero sólo por cortos momentos. Las dos querían llenarse de pasión junto a la otra una vez más.

Con el sol brillante y sus frentes sudadas, las dos chicas estaban entrenando con sus espadas en el jardín principal de la mansión Yaoyorozu. Las dos estaban muy sonrientes mientras mostraban sus rostros muy decididos. Eran muy tenaces y no querían perder ante la otra. Aunque, verdaderamente, lo que más les gustaba de entrenar era que era una excusa para poder acariciarse y rozar sus pieles, aunque sea por momentos esporádicos.

Sus espadas resonaban con los golpes mientras que las dos chicas saltaban y giraban con mucha agilidad. Las dos eran muy hábiles y las peleas eran siempre muy parejas. Ésta vez, Momo logró golpearla en el costado y se le abalanzó sobre ella, haciendo que ambas caigan al piso. Momo quedó encima de Jiro. Las narices de ambas quedaron muy cerca mientras que las dos podían sentir sus respiraciones agitadas encima de sus rostros. Se quedaron mirando fijamente unos segundos hasta que ambas rieron.

Momo: Jijiji, parece que te gané una vez más.

Jiro: Ja, sólo te dejé ganar – bromeó muy alegre mientras le acariciaba un mechón de su pelo -. Sabés que si quiero, puedo destrozarte.

Momo: Ah, ¿sí? ¿Y por qué no lo intentas? – dijo mezclando un tono desafiante y seductor -. Intentá destrozarme toda entonces.

Jiro: Cuando quieras, te destrozo entera.

Momo: Destrozame entonces. Lo espero ansiosa – sonrió sonrojada.

Las dos dejaron escapar tiernas y pícaras risitas. Volvieron a cruzar sus miradas. Ambas sentían cómo su corazón se les aceleraba. Se gustaban mucho y las dos se morían de ganas de besarse apasionadamente.

Sin embargo, Jiro volteó la mirada hacia la mansión y notó que desde una gran ventana Ainz les devolvía la mirada. Las estaba observando fijamente para ver qué hacían mientras entrenaban. Al notarlo, Jiro giró de golpe su cabeza hacia el otro lado, haciendo que el padre de Momo no pueda verle el rostro. Susurró mientras apretaba sus dientes.

Jiro: Yaomomo... Seguime el juego...

Momo: ¿Eh?

Jiro: Tu papá... Nos está mirando... - inclinaba levemente su cabeza hacia la mansión.

Momo miró disimuladamente y también sintió la fría mirada de Ainz. Empezó a ponerse nerviosa aunque se relajó cuando la pirata comenzó a hablar mucho más fuerte de lo usual mientras actuaba de una forma penosa:

Jiro: Oooh, nooo, ama. ¡Deje de maltratarme! – aun en el suelo, le guiñó el ojo a Yaomomo mientras le mostraba una pícara sonrisa.

Momo: ¿Eh? Oh, entiendo... - Momo aclaró su garganta y cambió su actitud, también actuando, aunque con más elegancia -. ¡Asquerosa esclava! ¡Aprendé tu lugar, te voy a maltratar las veces que yo quiera! – remató mientras se ponía de pie.

La noble y la pirata (JiroxMomo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora