Consecuencias

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 Palpé el suelo. Me encontraba de rodillas, cubierto de algo viscoso, pero que mantenía un cierto estado líquido. En mi mano derecha portaba un objeto afilado, que estaba templado. Mi cabeza se encontraba apuntando hacia el techo, con mi respiración entrecortada siendo el único sonido en la habitación. Espera, mentía. Había otro sonido más en la habitación. Parecía ser un líquido borboteando de algún sitio. ¿Pythias habría dejado el grifo abierto? Oh, es cierto. Pythias. Yo estaba con él. Estábamos hablando... ¿De qué era? ¿Dónde estaba él ahora? Comencé a bajar la cabeza.

No era capaz de procesar la escena frente a mí. El cuerpo inerte de Pythias, tumbado, con una cara que expresaba puro TERROR. Su torso, perforado repetidas veces. Mis manos, llenas de sangre. Y el arma homicida, justo a mi lado. Un escalpelo. No. No. No. ¡NO! Esto no era real. No podía serlo. Tenía que ser algún tipo de truco, un sueño, una broma. ¡Los salvajes eran ellos, no yo! Yo soy el amigo de Pythias, el único en el que puede confiar aquí. ¡YO LE PROTEJO DE ESTE LUGAR!

La puerta se abre y con miedo trato de esconder el cadáver echándome sobre él, mirando ojiplático en dirección a la nueva figura que acaba de entrar en la habitación. Me cuesta respirar, no puedo hacerlo de forma rítmica, y mis pulmones no quieren escucharme. El doctor avanza por la sala con absoluta calma, buscando algo. Encuentra los documentos, los recoge y ordena, tras lo que sonríe.

-"Ah, menos mal, por un momento pensé que podrían estar manchados. Bien, bien. Esto me lo llevo yo."

Meneé la cabeza repetidas veces, parpadeando a cada paso que daba. ¿Acaso no me había visto? Pero en ese momento, se giró hacia mí.

-"Bueno, has acabado con la vida de tu mejor amigo. ¿Qué tal te sientes? ¿Bien, mal, mejor que antes? Es cierto..."

Calígula se aclaró la garganta.

-"¡Excelente, Tobías! Has demostrado de forma empírica que mi "Ley del más fuerte" existe y tiene unas bases totalmente cimentadas. Aunque tú seas tremendamente débil, siempre los habrá más débiles que tú. ¡Y has acabado con su vida! Me pregunto en qué escalafón de la pirámide alimenticia te dejaría esto ahora... Hmmm..."

El doctor se golpeó la sien durante un par de segundos, pensativo. Sentía como si mi corazón estuviera apunto de estallar, sin tener claro el motivo por el que estaba reaccionando así. Pythias... Estaba...

-"Muerto, sí."

Habló Calígula, como si pudiera leer mis pensamientos.

-"¿Ha muerto?"

La figura se ajustó las gafas y suspiró.

-"Sí, Tobías, sí. Lo has matado tú mismo, con tus propias manos, y ese cuchillo como ayuda. ¿Tengo que repetirlo?"

En ese momento, una sonrisa se fue extendiendo por su sombrío rostro, lamiéndose la comisura de los labios de forma paulatina, como si estuviese saboreando el momento.

-"Pero... ESTO.... Es un desarrollo de los acontecimientos que no esperaba. ESTO... Te pone muy por encima en la tabla de selección. Aunque es sólo el comienzo, espero. Tengo muchas esperanzas puestas en tí ahora, Tobías, y no quiero que me defraudes."

Mis neuronas mandaban información a todo mi cuerpo, le instaban a levantarse, atacar al desgraciado. ¡Ese cabrón lo sabía todo! ¡Pythias estaba muerto y no le importaba! ¡No había hecho nada para evitarlo! ¿Por qué había dejado que todo esto sucediese? ¿Por su estúpida ley? Hinché mis pulmones de aire, me levanté y cargué contra él con el escalpelo, pero la sangre a mis pies me hizo resbalar y solamente apuñalé la camilla mientras él me esquivaba gracilmente.

-"Wow, cuidado ahí, Tobías."

El doctor soltó una carcajada seca, y yo, con lágrimas en los ojos le perseguí por la habitación, hasta tropezar con el cadáver de Pythias y caer al suelo, rajándome la mejilla en el proceso.

-"Vaya, ya son dos muestras de sangre diferentes que prueba ese escalpelo en una misma noche. Eso es claramente anti higiénico. ¿Seguro de que quieres que sean tres?"

La furia recorría cada ápice de mi ser, y volví a coger el escalpelo para tratar de cargar contra él una vez más. El doctor chasqueó los dedos y se dio la vuelta para empezar a salir de la sala. ¡Era mi oportunidad! Le clavaría el instrumento en la espalda tantas veces como fueran necesarias para que pidiese perdón. Pero cuando estaba apunto de alcanzarle ví como dos grandes brazos me frenaron en seco y empezaron a tirar en la dirección contraria. Uno de sus guardaespaldas me había cogido del cuello y estaba empezando a hacer presión. El aire me empezaba a faltar, y poco a poco perdía la visión, con el latir de mi corazón haciendo cada vez más eco en mis orejas. En mis últimos momentos de conciencia, pude ver al doctor detenerse y girarse de soslayo hacia mi, con una gran sonrisa en la cara.

-"Por cierto, casi lo olvido. Ya que has tenido acceso a esa información, espero que hagas buen uso de ella."

Donde Mueren las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora