La ley del más fuerte

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-"Espero que el sitio os parezca agradable. Vais a pasar unos cuantos años aquí. Desde luego, es una mejora con respecto a vuestra antigua casa, ¿Verdad? Pero, como en todo hogar que se precie, cada persona debe dormir en un lugar asignado, como la raza civilizada que somos."

Se frotaba las manos mientras decía esto, sus dedos largos y delgados enlazándose y deshaciéndose en un baile casi hipnótico, a la par que su sonrisa se ampliaba. Tobías no sabía si estaba realizando el movimiento para contrarrestar el frío que asediaba el lugar, o en anticipo a lo que iba a ocurrir. Sea como fuere, nada de esto le daba buena espina.

-"Como podéis observar, para fomentar la convivencia y amistad entre vosotros, hemos dotado a la habitación de literas para que podáis dormir en parejas de dos. Y ahora, por favor, repartíos de la forma que más gustéis. Pasadlo bien."

Tras eso, el doctor volvió a abrir la puerta y se marchó. Las miradas entre compañeros se repitieron, en busca de una respuesta que no encontraban.

Yo imitaba las acciones de mis compañeros, mirando a mi alrededor sin saber qué hacer. Había pasado varios años en ese orfanato, pero no conocía realmente a nadie ya que estaba demasiado ocupado en poder pasar otro día vivo, y hablar consumía demasiadas energías. Todos eran mayores que yo, con mejor relación entre ellos, hasta el punto de comenzar a reunirse en parejas para asignarse un sitio en el que descansar. Todos, menos dos. El chico que se plantaba a unos escasos metros de mí era esmirriado, pequeño, y tosía de vez en cuando, de forma muy escueta, para evitar que alguien se diese cuenta. Tuvo que aunar todas sus energías para pasar el control médico, y no sabía con total certeza cómo había conseguido hacerlo, pero aquí estaba. El único otro muchacho libre, que además coincidía con mi edad. No le había prestado demasiada atención en el camino hasta aquí, pero se mantenía callado y observador, igual que yo. Me acerqué a él.

-"Ahora me llamo Tobías. ¿Y tú?"

-"M-Me han puesto Pythias... Un placer."

-"Nos han dicho que tenemos que emparejarnos. ¿Te parece bien que vayamos juntos?"

-"Ehm... Claro."

En ese momento ambos nos giramos ante el sonido seco que habíamos escuchado al otro lado de la habitación. Dos parejas se encontraban en la última litera, y uno de ellos se había encaramado a la cama superior, mirando al chaval que acababa de tirar al suelo con preocupación, pero en el fondo había algo más: superioridad. Parecía que había sido un accidente, pero no se arrepentía mucho de ello, pues se acomodó en la cama, asegurando su posición. Ahora que me paraba a mirar, podía ver que esa litera en concreto era claramente mucho más nueva y parecía muchísimo más cómoda que las demás. No entendía que acababa de pasar, aún no, pero el doctor ya había plantado sus semillas, y pronto pasaría a recogerlas. Ninguno estábamos preparados para ello.

[...]

Ha pasado una semana, y cada inspiración se siente como una puñalada en los pulmones, cada exhalación hace que mi hígado se resienta, usando cualquier atisbo de energía restante para moverme... O más bien arrastrarme hasta la litera, el comedor y el baño, mis tres pilares de cordura. Aunque bueno, supongo que también está Pythias. Le acabé cediendo la litera de abajo porque sabía que sería incapaz de aguantar esto. El entrenamiento físico es exhaustivo. El doctor simplemente se sienta a observarnos, pero se asegura personalmente de que cumplamos las cuotas, y si no, duplica el trabajo. Su grupo nos hace sudar y sangrar con cada nuevo ejercicio. Hay una cosa en la que no nos engañaron, y es que hay suficiente comida para todos. Cada 7 horas diarias, se sirve un bufé digno de alimentar un regimiento, pero... Debes ser capaz de cogerlo. Los mayores han empezado a monopolizar las áreas con mejor comida, pues siempre reparten los platos de la misma manera, cada día exactamente igual al anterior. Los más débiles nos tenemos que conformar con las sobras o los platos menos extravagantes, y por si no fuera poco, tenemos que ser rápidos a la hora de comer, pues cuando no toca entrenamiento físico, debemos acudir a las clases impartidas por, lo habéis adivinado, el maldito doctor Calígula.

Religión, estrategia militar, matemáticas, biología... Todo esto acompañado de discursos grandilocuentes defendiendo que la "Ley del más fuerte" no es una teoría, sino que se observa en el día a día en nuestro mundo. Nos dice que en este mismo sitio, podemos apreciarlo. ¿Todo lo que está pasando era parte de su plan? No deja de mencionar un tal "Proyecto de la Cuarta Clifa", que podremos ver con nuestros propios ojos si conseguimos "graduarnos". Ugh, sólo escucharle decir eso me da escalofríos por todo el cuerpo. Pythias también comparte mi opinión. No debemos ser los únicos que pensamos que todo esto es extraño, ¿No?

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