La graduación llegó pocos días después, y a excepción del castigo que recibí por destruir la propiedad de la Iglesia, todo fue muy tranquilo. Tuve acceso a comida que jamás antes había podido probar, y la gente se apartaba de mí, tratando de ubicarse lo más lejos posible. Era... Paz. Tranquilidad. Ni siquiera volví a oír nada del doctor hasta la graduación. Seguramente estaría dando brincos en sus pasillos secretos.
No hubo una gran ceremonia. No hubo una entrega de premios, ni nadie leyó nada a mi favor. Diantres, a estas alturas, ¿Alguien tenía algo que decir a mi favor? Simplemente, el día de la graduación, me despertaron para llevarme hasta una carreta junto a todas mis pertenencias. Me iban a reubicar. El único otro ocupante en la parte de atrás del vehículo era Calígula, que me miraba con una amplia sonrisa.
-"¿Qué tal dormiste anoche, Tobías? ¿Cómo son los sueños de un futuro graduado?"
-"Como una puta mierda. No he soñado absolutamente nada."
Mentí, pero no se merecía una respuesta. El edificio que me había estado dando cobijo desde los 12 años se hacía cada vez más pequeño, perdiéndose en la distancia. Ahora, con 22 años, me dirigía a un nuevo lugar, pero viendo la persona que me acompañaba, y conociéndola, no esperaba nada bueno. Y no me equivocaba.
Durante los próximos 8 años me tendrían retenido en un laboratorio de experimentación humana, donde me llevarían al límite para hacerme un recipiente adecuado y digno de recibir "La Cuarta Clifa". Mi cuerpo mutó, mis capacidades físicas y mentales aumentaron, pero especialmente las primeras. Aquel chiquillo frágil y débil no era más que una sombra del pasado. Una cicatriz que me acompañará por el resto de mis días. Los días y las noches se volvieron indistinguibles en ese tugurio de mala muerte donde no llegaba ni aire fresco, con la principal compañía de gente en bata de laboratorio y gafas, y los gritos agónicos y suplicantes de personas en la distancia, que probablemente sufrían mi mismo destino. En el proceso pude intentar entablar conversación con una persona. Onai. Era una niña, apenas parecía tener 10 años. Se pasaba el tiempo dando vueltas por el lugar, como perdida, comiendo galletas de un tarro que siempre llevaba en sus brazos. No parecía entender nada de lo que le decían, ni yo lo que decía ella, pero me ofrecía dulces con una extraña sonrisa. No es la clase de sonrisa que esperaría en un lugar como este, no es como la de Calígula. Además, era agradable escuchar una voz, para empezar, y aún mejor si no gritaba constantemente.
Un día, el doctor se sinceró conmigo. Me contó cuál era el auténtico propósito tras los experimentos a los que me sometían.
-"Hoy te conviertes en la Cuarta Qlifa. Todo tu adiestramiento culmina aquí. Todo lo que has pasado ha sido para llegar a este día. Hoy tu fuerza sobrepasará al hombre, y de mi mano, estarás arriba, donde has ganado llegar. Las marcas de tu cuerpo cuentan la historia de todo lo que has logrado, Tobías. Serás uno con Gamjikot, la marca en tu brazo derecho lo demuestra, ya eres compatible. Junto a mí, romperás con lo que se ponga en nuestro camino. Así lo ha querido el destino, sólo tú has salido victorioso al fin y al cabo.
Mírate, lo que tengo frente a mí no se puede comparar al chaval que rescaté aquel día... Has crecido mucho, y eso nos asegurará nuestro triunfo junto al resto de las Qlifas. Te las presentaré cuando llegue el momento. Por ahora, esta es Onai, la Segunda. Creo que ya la has conocido."
Lo que el doctor no sabía era que no todo estaba tan a su favor como pensaba. Ya fuese por un capricho del propio destino, o pura suerte, cuando me metieron al tanque de luz radiante que me transformaría en la criatura que Calígula deseaba, sucedió. El evento. La magia sacra y arcana dejó de funcionar por el suficiente tiempo como para que yo pudiese escapar del lugar, y refugiarme en la iglesia de Elevira, que es actualmente mi base de operaciones y escondrijo, por muy irónico que suene el hecho de refugiarse de la Iglesia... En una iglesia.
ESTÁS LEYENDO
Donde Mueren las Estrellas
FantasyLa magia está muriendo en el reino de Feigrland. Sólo unos pocos lo han notado, pero las estrellas son cada noche más escasas y el color del cielo está tomando un tono carmesí alrededor de la Luna roja. Muchos sacerdotes hace días que perdieron sus...