Despertó sin saber lo que la había sobresaltado, pero al extender la mano por la cama y no notar a su esposo a su lado, supo que probablemente había sido su ausencia. Abrió los ojos y miró hacia la ventana, calculando que aún debía ser por la madrugada.
Se pasó las manos por la cara para quitarse un poco el sueño y se levantó. Cubrió el bonito camisón de seda blanco con el que dormía con la bata a juego y, descalza, salió de la habitación en búsqueda de Christopher. Aunque no tenía que buscar demasiado, pues sabía perfectamente donde lo encontraría.
Vestido con sus shorts de pijama y una camiseta blanca de algodón que se le pagaba al torso, su esposo estaba cómodamente sentado en la mecedora, mientras cantaba una suave canción de radiohead con la que arrullaba a Luna, su pequeña hija de un año y medio, quien ya estaba profundamente dormida en los brazos de su padre.
Dulce se quedó apoyada en el marco de la puerta, mientras veía a Christopher en esa tierna labor, pensando que cada día se sorprendía más con el nivel de amor que llegaba a sentir por él. Ya llevaban cinco años de matrimonio y quince desde que lo conoció y a cada hora que pasaba reafirmaba que no había otro hombre en la tierra a quien ella pudiera amar igual. No en esta vida por lo menos.
Lo vio levantarse y dejar con extrema delicadeza a la bebé en su cuna, como si ella pudiera llegar a romperse. La arropó y se quedó mirándola completamente embobado. Dulce negó con la cabeza, sonriendo y se acercó a él hasta llegar a su lado, le pasó un brazo por la cintura, mientras él hacía lo mismo por sus hombros y sintió el beso que dejó sobre su cabeza.
—¿Por qué te levantaste? —preguntó Dulce en un susurro, deleitándose al igual que él con la imagen de su hija.
—La escuché llorar y vine a verla —respondió él. Dulce frunció el ceño, preocupada y con mucho cuidado de no despertarla, le acarició las rebeldes ondas color castaño oscuro sobre su cabeza. El color lo había heredado de ella, pero la forma era una clara marca de Christopher.
—No escuché nada, ¿qué le pasó?
Christopher sonrió y se volteó para ver a su mujer y rodearle la cintura con los brazos.
—Porque duermes como tronco, mi amor —le recordó bromeando. Ella frunció el ceño y le dio un flojo golpe en el pecho—. Ella está bien, solo se despertó irritada, igual que tú.
—Te estás ganando dormir en esa silla, Christopher —le dijo en un falso tono amenazante, mientras apuntaba la mecedora.
El hombre rió bajito y metió su cabeza en la curva del cuello de ella, en gesto de disculpa, pero también, embriagándose con el aroma de Dulce, aquel que tanto le encantaba y que era tan propio de su mujer.
—Olvidé decirte que Poncho llamó esta tarde —dijo Dulce—. Él, Annie y Tomás vuelven a México el próximo mes.
—¿Para siempre? —preguntó Christopher alzando su cabeza para mirarla.
—Si, Annie quiere asegurarse de que Tomás se adapte bien aquí antes de entrar al colegio. También quiere que conozca a Luna, está segura de que serán una pareja maravillosa cuando sean grandes —dijo jocosa, sabiendo la reacción que aquello causaría en Christopher.
—Que ni se le ocurra. Tomás está muy grande para Luna —dijo muy serio.
—Son solo dos años y medio.
—Aunque fueran dos meses, ningún mocoso se va a acercar a mi hija. Ni siquiera se salva por ser mi ahijado.
—A mí me parece que ya hueles a suegro, mi amor —bromeó Dulce, a punto de soltar una carcajada. Entonces Christopher se rió también y volvió a esconder la cabeza en el cuello de su esposa.
La besó en el mismo lugar y volvió su atención a su hija, quien al moverse soltó un pequeño gruñido.
Mientras la miraba, pensaba en lo perfecta que era, tan pequeña y delicada que a veces sentía que si no tenía el cuidado suficiente, se rompería.
Desde que había llegado al mundo, Luna Uckermann Espinoza le había robado el corazón y la razón principal era que había heredado los enormes y expresivos ojos de su madre, a los cuales nunca había podido negarse. Cuando los vio por primera vez, supo que esos ojos color avellana serían su perdición, ahora que había otro para de ellos, estaba seguro que viviría rendido a los pies de las dos únicas dueñas de su corazón.
—Creo que te voy a regalar un babero —se burló Dulce, apoyando su cabeza en el hombro de él de nuevo.
—¿Cómo quieres que esté, si es igual a ti? —preguntó Christopher sonriendo.
—Puede ser, pero tiene todos tus gestos y tu pelo —suspiró, igualmente enamorada de su hija—. Para ser la primera, no nos quedó tan mal —bromeó.
Christopher continuó la broma haciendo un gesto con la nariz, como de que no estaba muy convencido. Luego volvió a abrazarla por la cintura.
—Yo creo que siempre se puede mejorar, mi amor —dijo con tono lascivo, mientras bajaba su rostro para rozar su nariz con la de ella, luego le dio un corto beso en los labios y subió a su oído para susurrar—. Pero para eso necesitamos muchísima práctica.
—¿Muchísima? —preguntó Dulce, haciéndose la sorprendida.
—Muchísima —aseguró—. De hecho, creo que deberíamos partir ahora mismo. No hay tiempo que perder.
Dulce soltó una suave carcajada para no despertar a Luna, mientras sentía como su esposo la tomaba de la mano para salir de la habitación. Cuando llegaron a la puerta, pudo ver que él se detenía para ver a su hija por última vez, como si una parte de él quisiera quedarse por siempre con ella.
Entonces, Dulce supo que, ahora, quien tenía más de él, era su pequeña Luna, pero se sentía perfectamente feliz con ello.
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Ahora si, se nos acabó esta bella historia bellxs! 🥺
Espero que la hayan disfrutado muchísimo 💕 A mí me encantó escribirla y también recibir todos sus comentarios y estrellitas 💕. De verdad, les agradezco un montón todo el apoyo que le dieron a esta historia!!! Son lxs mejores!!! 💕💕💕💕💕Aprovecho de dejarles, nuevamente, el link de "El Testamento", la historia que hace poquito comencé a publicar, para quienes todavía no la han visto:
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De nuevo, muchas gracias por leerme y apoyarme 💕
No se olviden de dejar sus ultimas estrellatos y comentarios. Tengo muchas ganas de saber que les pareció el final 😍
Les mando un abrazo gigante y espero de corazón que nos sigamos leyendo 💕
Nathy.
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Ella o yo
FanfictionElla o yo, no sé quién tiene más de ti. Sólo puedo escribir lo que no me atrevo a revelar La única forma que encuentro para mis pensamientos purgar. Maldigo el día en que te conocí y luego te enamoraste de otra mujer. No me amabas a mí, eso es lo qu...