Bonus: Parte II

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Luna suspiró, pasando ambas manos por su rostro y luego las dejó caer pesadas sobre el colchón.

Acostada boca arriba y ya sin el uniforme, sino con unos jeans azules y un sweater rosa sobre un top blanco, desvió la mirada hacia la mesita de noche frente a su cama. Ahí estaba su celular, el cual había vibrado un par de veces desde que subió a su habitación, luego de que sus padres se quedaran regañando a sus hermanos por lo que habían hecho.

No se había atrevido a mirarlo en todo ese tiempo, pero la incertidumbre la estaba matando. Alargó el brazo, temerosa, hasta alcanzar el aparato. Lo puso boca abajo sobre su pecho y  luego de respirar profundo y botar el aire lentamente, lo miró.

La palabra decepción quedaba corta para lo que sintió cuando revisó las notificaciones. Una promoción de comida rápida en la aplicación de delivery y un mensaje de Juliana en el chat grupal que tenían con dos amigas más. Pero nada de Tomás.

<<Mejor>>, se dijo, la verdad no sabría qué hacer si él la buscaba luego del beso que se habían dado. Al recordarlo aún pudo sentir los labios del chico sobre los suyos, lo suaves que se habían sentido, la ternura de la caricia y el cuidado con el que la guió. Había sido un buen primer beso y se lo agradecía a su mejor amigo.

Sintió su corazón desbocado por el recuerdo y también la angustia alojarse en su estomago, pues supo que después de aquello su relación no volvería a ser la misma y no precisamente para mejorar.

Luna levantó la cabeza cuando escuchó unos golpes en la puerta.

—Pase —gritó y acto seguido vio a sus hermanos aparecer por la puerta.

Se sentó con las piernas cruzadas y ambos se pusieron frente a ella. Se miraron mutuamente y Facundo, que tenía los brazos en la espalda, le dio con el hombro a Ángel para que comenzara a hablar.

—Sentimos mucho haber leído tu diario. No lo haremos más, lo prometemos —dijo levantando su mano derecha—. Además, papá nos llevó a la tienda y Facu y yo te compramos otro diario, con un candado más resistente que el otro.

El hermano menor llevó las manos al frente y le pasó el pequeño cuaderno con una sonrisa en los labios.

—Lo compramos con el dinero de la apuesta —comentó Facundo—. Papá nos regañó y nos dijo que estuvo muy mal lo que hicimos... ¿Nos perdonas?

Luna miró el obsequio y luego a sus hermanos con seriedad, pero no pudo mantener ese semblante por mucho tiempo, ya que el gesto la había enternecido. Sin poder contenerlo más, les sonrió y con la mano les hizo un gesto para que se acercaran. Cuando lo hicieron, los abrazó a ambos por el cuello y los tiró a la cama con ella en un brusco movimiento, logrando que los tres rieran y comenzaran a jugar, como solían hacerlo desde que eran más pequeños.

—Mamá dijo que bajaramos a cenar —dijo Ángel cuando terminaron su pequeña batalla.

—Estoy un poco mal del estómago. No bajaré.

—Mamá no se va a creer eso —agregó Facundo.

—Entonces se convincente —dijo Luna y pasó una mano por la cabeza de su hermano menor para despeinarlo.

No pasaron ni diez minutos, luego de que sus hermanos salieran de la habitación, y su madre ya estaba entrando.

Dulce se sentó en la cama de su hija y la miró, sabiendo que cualquier malestar que pudiera tener no tenía nada que ver con algo físico.

—¿Qué te pasa, chiquita? —preguntó acariciándole el rostro.

—Nada, mamá. Estoy mala de la panza, eso es todo —trató de sonreír.

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora