Capítulo 16.1: Recuerdo todo

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Christopher no entendía absolutamente nada de lo que recién había ocurrido. Por más que intentaba darle un sentido a las declaraciones de Dulce, estas parecían no querer calzar en su mente y, aunque estaba poniendo a trabajar su cerebro a toda velocidad para lograrlo, solo terminaba fallando.

Se quedó de pie, pasmado, viendo a la pelirroja salir del departamento, tan abatida que apenas y tenía palabras para describirla, pues de todos los años que la conocía, nunca la había visto así. Le tomó un par de minutos abandonar aquel trance para luego salir detrás de ella, corriendo a toda velocidad por los pasillos y escaleras del edificio, esperando encontrarla antes de que ella subiera a su auto. Pero, sus deseos se vieron frustrados al llegar al parqueadero y darse cuenta de que el vehículo ya no estaba ahí.

Sin ninguna prisa, volvió sus pasos hasta su departamento, es decir, el departamento de Dulce, porque estaba claro que ya no podía seguir viviendo ahí, aunque eso era algo que resolvería en otro momento.
Al llegar se encontró con Anahí, la rubia se veía frágil y abatida, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, ya resuelta a marcharse.

Se miraron sin saber cómo reconocerse, pues gracias a Dulce, ya no sabían lo que eran, ni menos como tratarse de ahora en adelante.

—Ya me voy —dijo Anahí, evitando ver a Christopher a los ojos, mientras caminaba hasta la puerta.

—¡Espera! —dijo él, antes de que se marchara—. ¿Volverás a París?

—Si —respondió con apenas una sonrisa—. Me voy pasado mañana. Solo vine a resolver esto.

—¿Y ya lo resolviste? Porque yo no estoy ni cerca.

—No, pero todavía me queda tiempo —dijo encogiéndose de hombros.

Anahí se marchó y al encontrarse solo, Christopher solo atinó a acercarse al minibar con el que Dulce contaba en la sala. Se sirvió un whisky seco y lo bebió de un solo trago, luego se sirvió otro y con el vaso entre las manos se sentó en el sofá para intentar aclarar su mente. Una tarea que le llevó gran parte de la noche.

Cuando miró el reloj ya eran las 3 de la mañana y no había sido capaz de sacar nada en limpio. Por más que intentaba recordar su verdadera realidad, aquella en la que se suponía que Anahí era su novia, no lo conseguía, pues al tratar de visualizar a la mujer que amaba, solo Dulce venía a su mente, al igual que los momentos vividos con ella.

Sabía que gracias a lo revelado hoy, debería sentirse enojado con la pelirroja. Mal que mal, lo había engañado de una forma muy poco amable y se había aprovechado de él en un momento de debilidad mental, pero por más que pasaba el tiempo y repasaba lo que había ocurrido, la ira no lograba aparecer. En su lugar solo estaba la pena que sentía por no estar junto a la mujer que tanto amaba y que le hacía tanta falta; también la preocupación por saber cómo estaba ella, dónde estaría y con quién. Incluso, decidió intentar dormir en la sala, pues sabía que estar en la cama, que por tantas noches habían compartido, donde tantas veces se habían amado, sería insoportable.

Al día siguiente, con un terrible dolor de espalda, dos horas de sueño en el cuerpo y esa enorme sensación de vacío que lo acompañaba desde que Dulce se marchó, intentó llenarse de algo de ánimo e ir a su oficina. Como un autómata tomó una ducha, se vistió y salió a su trabajo.

Al poner un pie en la empresa para la que trabajaba, supo que haber ido fue una pésima decisión, pues no estaba de humor para sonreirle a nadie, menos para asistir a las reuniones que tenía agendadas, ni para darle explicaciones a sus amigos, quienes extrañados, trataron de indagar qué era lo que le pasaba. Siempre se había caracterizado por ser un hombre reservado, y hoy no sería la excepción.

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora