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-The Purge-

[Narrador omnisciente] 

La lluvia había impactado toda la tarde contra las ventanas de la pequeña cafetería que se hallaba  en la esquina de la tercera calle al este de la quinta avenida. Las calle estaban desiertas, igual que la cafetería. Y es que quien en su sano juicio se aventuraría por las calles del centro de Nueva York a tan solo horas de la Purga anual. Y eso Daniela Calle lo sabia mejor que nadie, se lo había tenido que repetir al menos doce veces a su jefe. Pero esto no le hizo caso y por eso, Calle estaba sentada sobre una silla tras la caja registradora esperando ansiosa que llegaran las cinco de la tarde para poder irse a su casa.

Suspira mientras jugaba con sus dedos, incapaz de concentrarse en algo durante estos últimos y mas largos veinte minutos. Sonrió vagamente  viendo como un perro iba tras una bolsa de platico sin poder cogerla por el viento que hacia. Los minutos seguían pasando lentamente. Por un segundo Calle pensó en cerrar un poco antes, después de todo su jefe nunca se enteraría. Pero escucho la campana que indicaba la entrada de un cliente y frunció el ceño sabiendo que esa persona le había cambiado sus planes.     

—Hola Daniela— Le dijo de manera encantadora el señor Hofflins. Un hombre de pelo blanco como la nieve con una sonrisa para regalar un humor siempre positivo. —¿Qué hace usted todavía en la calle?— Pregunto acercándose al hombre quien se había acomodado en la que ya era se mesa.

—Pues mira, mi hija tenia que ir al dentista y se le olvido recogerme en la residencia de ancianos de Long Island así que me fui caminando y vi que aun estaba abierto— explico sonriente —¿Me pones un café?—

La chica asintió sonriendo antes de desaparecer tras la barra para preparar el café del viejo hombre. Esta no tardo mucho sabiendo que no había nadie mas que entender. y en a penas dos minutos el café esta listo.

—Daniela, Sube el volumen al televisor—

...Mas gente va a purgar que en otros años. Las calle se teñirán de rojo cuando la gente suelte a la bestia en manadas— Soltó con una pequeña risa, mientras Calle tan solo bufo. —Y si no van a participar, les recomendamos abandonar las calles lo antes posible. Muy pronto estallara una guerra. Suelten a la bestia y purguen en nuestras calles

—Que gracioso es siempre para ellos que lo viven con alta seguridad— Soltó Calle con odio en la voz. —Menos gracia les haría si vivieran en otras condiciones—

—Tienes doce horas para ir a tortúralos—Rio el viejo haciéndola sonreír. 

Los minutos pasaron mas rápido con la compañía del señor Hofflins. Pronto llegaron las cinco y con eso tan solo dos horas antes de la purga anual. Calle no tardo en cerrar la cafetería para coger rumbo hasta su casa, los que la conocía y conocían su familia la llamaban loca. Una Calle Soto no debería estar trabajo horas extras en una cafetería del centro para ganar unos dólares que les sobraban. Pero Daniela era la única componente de su familia que pretendía ser algo humilde y ganase las cosas como los demás.    

Cuando entro en su barrio no le extraño ver a los Garren preparado sus armas, tampoco le extraño ver la señora Ramírez arreglando sus platas señalando que no participaría en la Purga por su avanzada edad pero la apoyaba plenamente, algo que Daniela no entendía sin duda. Era la única de su familia en pensar que la purga era una abominación, claro que tan solo se callaba.

The Purge || CacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora