4 | Matilda

279 37 6
                                    

Capítulo 4

Matilda - Harry Styles

Sage

Juego con mi pelo de manera nerviosa mientras espero la llamada de mi padre. Se supone que ya debería de estar aquí.
Abro el móvil y fijo mi mirada en la pantalla por enésima vez... nada.

—Seguramente hay tráfico —intenta animarme mi mejor amiga mientras se sienta a mi lado.

Me encojo de hombros.

—Supongo —murmuro.

Me sonríe de manera reconfortante y fuerzo una sonrisa.

No puedo evitar recordar esa vez... cuando mi padre se olvidó de mí. Habíamos quedado para comer y no apareció.
Estuve esperando más de dos horas, pensando que en cualquier momento llegaría, pero no fue el caso.
Llevaba más de un mes sin verlo, estaba emocionada, y me pasé toda la tarde llorando. Y desde entonces, aunque eso pasó hace ya unos meses, tengo miedo de que vuelva a pasar.

La vibración del móvil me devuelve a la realidad y miro la pantalla, casi de manera desesperada.

Papá: perdón por el retraso, en cinco minutos llego.

Una sonrisa sincera, de alivio, aparece en mi rostro. Incluso suelto un suspiro.

—Lo ves —Michelle sonríe también.

—Gracias por esperar aquí —murmuro mientras me levanto.

En Londres ya está empezando a hacer bastante frío por lo que corro hacia el armario y cojo una chaqueta.

—Has quedado con Maddie, ¿verdad? —pregunto unos segundos después, no quiero dejarla sola.

—Sí, no te preocupes, vendrá en unos minutos.

—Perfecto, pasároslo bien. Te quiero.

—Y yo a ti.

Me acerco a ella para darle un pequeño abrazo y tras despedirnos, camino hacia la puerta y salgo de la habitación.

No puedo evitar fijarme en las miradas de la gente mientras camino por los pasillos de la residencia universitaria, pero intento ignorarlo. Aún no estoy acostumbrada a que la gente me reconozca.

Cuando ya estoy fuera, busco a mi padre entre la gente y en pocos segundos lo veo caminando hacia mí.

Sonrío con emoción y me envuelve en un abrazo cuando ya está a mi lado.

—Qué grande estás —murmura.

No he cambiado nada. Pero supongo que para él, que lleva unos meses sin verme, debo de estar diferente.

—¿Cómo estás, cielo?

—Bien —sonrío, aún con la cabeza en su hombro —, ¿tú cómo estás?

—Muy bien, contento de verte.

Tras unos segundos sin decir nada más, nos separamos y empezamos a caminar.
Sé que vamos a una pizzería pero no sé a cuál, siempre que nos vemos me lleva a una diferente. Es una especie de tradición.

—Bueno, cuéntame —habla él —, ¿cómo va la universidad?

—Me está costando un poco más de lo normal —explico —, ya sabes, me he saltado bastantes clases por el tema del disco. Pero todo bien.

—¿Segura? Si ves que te cuesta mucho puedes coger unos tutores.

—No hace falta —niego con la cabeza —, igualmente no tengo suficiente tiempo para tutores, sé que cuando me ponga al día será fácil.

Nuestra canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora