PETRA RAL

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Levi sostenía la pálida mano de su pequeña hija, la sostuvo con delicadeza y firmeza. El hombre sentía que ya podía respirar al sentir que está estaba calientita.

Dio un profundo suspiro.

Había estado tan asustado, que tuvo que aguantarse todas las emociones que corrieron dentro de él mientras corría hacia el hospital donde atendían a su hija, no dudaba en empujar a quién sea que se le cruzara en su camino. Su meta era llevar a que su hija reciba una dosis para que se estabilice.

Después del susto, ahora, ahí se encontraba él frente a su pequeña niña, mirando esos hermosos ojos castaños que heredó de su madre y esa boquita chica y rosada que formaba una mueca. Ella era perfecta a sus ojos, todo en ella era perfecto.

Todo excepto la mirada que le ponía. Mirada que reconocía que era la misma que él ponía cuando estaba furioso.

— Estás enojada. — soltó secamente.

Daisy no pensó que su padre se lo diría tan directamente, había anticipado cualquier escenario, excepto este. La había agarrado desprevenida.

Se movió de su sitio incomoda, la niña miraba otro lado, quería evitar el contacto visual con su padre, si lo miraba se avergonzaría. Su mirada se posó hacia atrás de Levi, en esa mesa se encontraba una pareja de jóvenes enamorados que posiblemente tendrían una cita.

— Lo estoy, papá. — confesó.

— Puedo saber el porqué de tu enojo con tu padre. ¿Te he hecho algo malo? — La morena volvió su vista hacía su padre.

¿Qué le iba a responder? Ella no podía ordenar sus ideas, tenía muchas cosas que cuestionarlas, pero a la vez tenía nada. ¿Estaba bien reclamar a su padre?

No, estaba mal.

— Daisy, te estoy hablando.

Lo único que sabía era que había sido estúpido dejar que la ira le ganará.

Esa persona había sido parte de su pasado de su padre, el ahora era su mamá y su familia. Ella ya no pintaba nada allí. Era tonto, muy tonto. Ella no tenía por qué estar enojada con su papá.

Quería disculparse con su papá, había sido una tonta, quería disculparse por ocasionar todo este susto a sus padres, pero aceptar que se había equivocado, la avergonzaba.

Su garganta se cerraba y su rostro rojo amenaza con con querer llorar.

— Papá... — susurró. — Papá, perdóname. No quería...

Y su delicada voz se rompió en llanto. Se sentía tan mal, si pudiera regresar en el tiempo, ella desearía haber terminado de escuchar la historia de su madre. O tal vez nunca haberle preguntado por esa historia. De todos modos no es que se haya muerto de curiosidad por saber cómo se enamoraron sus padres.

Ahora ella se encontraba frente a su papá que estaba molesto con mucha razón, eso la hacía sentir muy abochornada.

Su parte egoísta quería que su padre la abrazará y le dijera que era su nena, mientras le acaricia la cabeza. Pero, otra parte le decía que no se lo merecía.

Sin embargo, su padre seguía en frente suyo, con la mirada en ella. ¿Por qué no la abrazaba? ¿Acaso él no la había perdonado? ¿Fue tan malo lo que hizo y se había decepcionado?

Papá, quiéreme de nuevo.

— Su nombre era Petra Ral. Fue una amiga de la secundaria.

Eso la descolocó, pero entendió que se refería a la chica de la que su mamá le habló.

Welcome to your lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora