HANJI ZOE

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Los ocho años sin su presencia explotaron delante de Levi, el tiempo se detuvo para él

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Los ocho años sin su presencia explotaron delante de Levi, el tiempo se detuvo para él. No movió ningún músculo; pues ante él se encontraba aquella joven que le había roto el corazón tras irse. Él simplemente no podía creer que lo que sus ojos veían fuera su desordenada persona.

Lo único que sentía, era cómo un nudo en la garganta comenzaba a formarse dentro de esta, impidiéndole soltar sonido alguno.

Sin hacer demasiado ruido y con movimientos rápido, logró ingresar a su apartamento de nuevo. Cerró la puerta y apoyó su frente en esta. Por fin pudo soltar un suspiro ahogado.

Ella no se había dado cuenta que él aún seguía viviendo en la misma residencia que vivían hace años. Sin embargo, Levi no comprendía qué estaba haciendo ella aquí. Este no era la mejor opción para vivir.

¿No debía ser Hanji una profesional hecha y derecha? ¿Una reconocida bióloga que debería vivir en los suburbios más caros de la ciudad?

El moreno recuperó la compostura lentamente. Miró alrededor de su organizado hogar hasta llegar a la pared que tenía en común con el apartamento de Zoe. Se acercó a esta y pegó su oído. ¿Estaba yendo lejos por hacer esto? Él podía escuchar los ruidos que supuso que serían las cajas contra el piso.

Lo escuchaba y no lo creía, Hanji Zoe había regresado a su viejo apartamento, a su residencia y a su vida.

Su corazón palpitó.

— Me tienes que estar jodiendo. — soltó.

La ausencia del incienso llegó a sus narices, cayó en cuenta que ante la llegada de Hanji, había olvidado que necesitaba conseguir cajas nuevas de inciensos para acompañar la foto de Petra, quien ya tenía dos años de fallecida. Debía de salir a comprarlos, debía de hacerlo por Petra.

Hazlo.

El bajo cogió sus llaves nuevamente y abrió la puerta, totalmente decidido que iría a comprar esos malditos inciensos.

Cuando cruzó por el marco de la puerta, toda esa valentía se había esfumado de su cuerpo. Él no quería cruzarse con la castaña. Pensar en entablar con ella, le ponía nervioso. Haría lo posible para evitarlo.

Levi no contó que el destino era un hijo de perra con él. Cuando ya se encontraba en la puerta principal de la residencia, allí se encontraba la castaña junto a un hombre alto.

Levi quiso maldecir a su suerte.

¿Ella no debería de estar en su apartamento? ¿Qué carajos hacía allí afuera? ¿Quién era ese sujeto?

— ¡Levi! — La escuchó y sintió un hormigueo en todo el cuerpo. Su voz. Esta no había cambiado nada.

Incluso si cerraba los ojos, seguiría siendo la misma que escuchaba por los pasillos de la escuela. Bulliciosa, pero llena de vida.

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