Centesima página || Juventud/ Semana Levihan

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Hay cosas que uno no puede olvidar, siempre están ahí, bien metidas en tu mente. Son parte de tuyo, clavadas en ti. Muchos jamás olvidan cosas triviales. Así como tú no olvidas el día en que visitamos la tumba de mi madre.

Yo no podía olvidar lo que había vivido mi secundaría; tenía momentos divertidos, otros incomodos e incluso tristes, porque, hija, todos los tenemos; pero yo no podía sacarlos de mi cabeza porque todos compartían a la misma chica como mi compañía: Hange Zoe, tu madre.

Mi yo joven se preguntaba todas las noches: ¿Qué habría sido de aquella escandalosa chica que me seguía a donde sea que vaya? Tu madre era una chica irritante, tú entiendes, su voz es bulliciosa. Créeme cuando te digo que no escucharla por ocho años, me había dejado un vacío en el pecho.

Recuerdo que la última vez que logré verla ambos teníamos dieciocho; yo no tenía ni maldita idea que tu madre me diría que había ingresado a la universidad que quería, ni siquiera tenía idea de que había aplicado a una. Ella se había encerrado en su habitación por días, te seré sincero pensé muchas veces en llamar a un cerrajero para abrir esa puerta.

Fue una sorpresa que un día ella viniera a mi apartamento y me dijera que quería salir conmigo. Ella había usado la palabra "cita". En ese momento, sentí que mis manos se entumecían, tu padre no le tenía miedo a nadie excepto salir en una cita con la chica que le movía el piso.

Pensé que era una oportunidad única de decirle que quería tener algo serio con ella, porque tu madre y yo éramos conscientes que había atracción entre ambos, ninguno daba el paso.

Y mientras yo pensaba en cómo decirle que ella era la primera chica de la que me había enamora, ella pensaba cómo decirme que se iba.

¿Sabes por qué te pusimos Daisy? Sí, por las flores y porque fueron las primeras que regalé a tu mamá. Pero, ¿quieres saber más?

Primero que nada, tienes que estar agradecida conmigo, Daisy suena bien, tu tío Mike quería que comprará rosas. ¿Imaginas que te pusiera Rosa? ¿Rosa Ackerman?

Las margaritas que le regalé a tu madre, no fueron compradas, las margaritas no son tan pedidas como las demás flores.

Conociéndote te preguntarás cómo iba tu madre vestida, lamento romperte las ilusiones, pero no lo recuerdo bien. Tal vez algo verde, pero sí te puedo decir que ella llevaba el cabello recogido de una manera exquisita e incluso tenía las cejas depiladas. Ella era toda una lindeza. Una lindeza que rompió mi corazón.

He escuchado todas tus historias que le cuentas a Thomas sobre cómo le di las margaritas a tu madre.

No, no se las di luego de pedirle matrimonio. Tu madre y yo no estamos casados, ni está en nuestros planes hacerlo.

Tampoco le dije al mesero que traiga un ramo de margaritas como sorpresa.

¿De dónde sacas todas esas ideas?

Fue tu madre la que en medio de una charla en el parque tuvo la grandísima idea de soltar que se iría. Había unas cuantas margaritas al lado de la banca que terminaron en la cara de tu madre, y claro, algunos insultos.

En fin, tu madre se marchó y yo me quedé en este lugar de mierda que su hogar. No me bastaron más de dos semanas para decidir que yo también iría a la misma universidad que tu madre, quería verla de nuevo. No me arrepentía de lanzarle las margaritas en la cara, ni siquiera lo hago ahora.

Tratar de convencer a tu abuela y tu tío Kenny fue totalmente un fracaso, me mandaron a comer mierda ambos. Y claro, pude haber aplicado una beca; no creas que toda la inteligencia que tienes es de tu madre, yo llegué a tener mejores notas que ella. Pero, entre tantas decisiones apresuradas en cómo llegar a ella, me entró la duda.

¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Estudiar biología era lo que quería? ¿Iba a hacer todo esto por una chica que posiblemente me querría lejos?

Tu madre en todo ese año no escribió ni una carta, tampoco una llamada. Creía que ella había decidido romper lazos conmigo después del día de las margaritas y era ese el motivo por el cual quería volver a su vida, no me podía permitir perderla. Me había aferrado a esa idea.

Una idea estúpida, las cosas hubieran sido totalmente diferentes si hubiera ido detrás ella. Quizá tu no existirías en este momento, ni Tommy, ni tu hermana.

Decidí quedarme en el pueblo; me resigné a dejar ir a Hanji Zoe, y con ello llené de vicios a mi vida.

Conseguí un trabajo donde ganaba lo suficiente para seguir pagando el apartamento en el que vivimos, este mismo apartamento es el que usaba cuando era joven. Me volví a enamorar con Petra Rall, pero también la vi irse.

Fueron dos meses después, que al salir de mi apartamento veo a tu madre subiendo las escaleras con una pila de cajas. Verla toda sucia y despeinada fue suficiente para darme cuenta que, aunque haya amado con intensidad a Petra Rall, una parte de mí no sacaba a Hanji. Tu madre era ese amor que se te queda para siempre, el amor de mi vida; mientras que, Petra había sido mi buen amor.

Perdóname por escribir esto en la parte trasera de tu diario, sé que detestas que agarren tus cosas, pero no sé si tu tiempo me alcance para contarte estas historias.

Fue la primera semana de agosto, exactamente el dos de agosto el día en que Hanji Zoe, quien es tu madre y de tus hermanos, regresó a mi vida como un caos que arrasa con todo su ser. Ella volvió a mí para dar color a mis días como adulto e iniciar su vida al lado mío, porque nuestra juventud sin la compañía del otro fue una etapa sin color.

Y fue la primera semana de agosto del año siguiente donde descubrimos que venía en camino, nuestra pequeña Daisy. El día que supe que iba a ser padre, fue lo mejor que podría pasarme en la vida. Quería darte todo lo mejor de mí, hija, tú tienes lo mejor de mí y lo mejor de tu madre.

La juventud sin Hanji siempre será la etapa más dura por la que he pasado, pero no te preocupes por ti, tu mamá y yo siempre estaremos contigo. No habrá juventud tuya sin Hanji como tampoco habrá juventud  sin Levi.


— Levi Ackerman, tu padre que ya se enteró que escribes cosas exageradas sobre mí.

Eres igual a tu madre, y eso hace que me enamore perdidamente de ti. 

Psdta. ¿Qué es eso de señor Avon? Yo no estoy criando a una confianzuda. 

Cogí una pegatina tuya

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Cogí una pegatina tuya. ¿Está bien?



Tomar en cuenta: Daisy no llega a terminar el cuaderno, ni se llega a dar cuenta de los textos de atrás. Tener esto en cuenta para los siguientes capítulos. 

Welcome to your lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora