Capítulo 3

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Desde la charla que tuvimos, Yon ha estado mucho más cercano, pero en ningún momento ha intentado nada conmigo. No sé si eso me tranquiliza o me decepciona. Ahora mismo soy una bola de sentimientos encontrados. Por una parte, necesito centrarme en mí, por otra, no puedo esperar a estar bien con Yon de una vez por todas. Odio tanto ser una persona tan ansiosa, cuando quiero algo lo quiero ya, aunque sé que eso es imposible...

—¿Pedimos pizza?

La voz ronca de Javi me saca de mis pensamientos.

—De cuatro quesos para mí —digo antes de volver a entrar en mi mundo.

—Yo una peperoni —escucho de lejos a mi hermano, que sigue en su habitación, no ha salido desde las tres del mediodía.

—Barbacoa —resuena en mi cabeza la voz de Yon. Le miro de reojo y me sonríe—. Si quieres la podemos compartir.

Sabe que me encanta la pizza barbacoa, pero la cuatro quesos es mi debilidad, no puedo evitar pedirla. Muchas veces hemos pedido una de cada y las hemos compartido, supongo que por eso me ha dado la opción.

—Vale, por mi genial.

Javi y Teo nos miran. El primero con una sonrisa, confiaba en que esto pasase, el segundo con sorpresa.

De pronto pican a la puerta, y cuando se abre entiendo que todos nuestros planes van a cambiar. Mi cara cambia casi al instante, e inevitablemente frunzo el ceño.

—Pasa —digo de mala gana mientras me hago a un lado.

La chihuahua pone los ojos en blanco y ni me saluda. A estas alturas ya ni nos esforzamos en fingir o en intentar llevarnos bien. Pasa directamente al comedor, saluda a los chicos y besa a mi hermano.

No puedo evitar arrugar la nariz al notar como su extraño y empalagoso perfume inunda la estancia. Acto seguido chasqueo la lengua al ver su atuendo al completo: yo jamás de los jamases me hubiese puesto unos tacones verdes con un vestido tejano. ¿Alguien en su sano juicio lo haría? ¿Acaso soy yo la extraña?

—Llámame antigua, pero esos tacones y ese vestido...

—Lo sé, no pegan para nada —me susurra Javi—. Pero oye, nosotros no entendemos de moda.

Tengo que aguantar una carcajada. No hace mucho, a principios de las vacaciones de verano, fuimos a la playa con la chihuahua y mi hermano, y ella criticó activamente mi bikini y las chanclas de Javi. Según ella, y cito: "esto es un atentado a la moda". ¿Desde cuándo un bikini verde jade con estampado de flores hawaianas blancas está pasado de moda? Es cierto que Javi llevaba unas chanclas que podría haber llevado mi padre en sus años mozos, pero no era el único que vestía así, incluso días antes las había visto en varias tiendas. Empiezo a pensar que es verdad eso que dicen de que las modas siempre vuelven...

Obviamente, frunce el ceño en cuanto se entera de que vamos a cenar pizza, por suerte Javi se va a la cocina de estrangis y hace el pedido antes de que la chihuahua empiece a proponer otras opciones. Para cuando protesta ya no hay opción de cambio, le damos la opción de compartir las pizzas, incluso de hacer algo con lo que tenemos en la nevera, pero se enfada y se marcha. Mi hermano la sigue, pero vuelve incluso antes de que llegue el repartidor.

—¿Cómo puedes estar con alguien así?

Mi hermano me asesina con la mirada y se encierra en su habitación hasta que llegan las pizzas.

Poco después de acabar de cenar, me habla Beth para quedar con ella y Valeria. Quedamos a las 23h en un bar cercano a mi casa; cuando informo de esto, Yon y Javi se apuntan casi de inmediato. Sé que a ellas no les va a importar, así que simplemente las aviso de que voy acompañada. Ni se molestan en preguntar con quién voy. A veces me cuesta creer que exista gente tan sociable.

Ambas se sorprenden al verme llegar hablando tranquilamente con Yon, pero no dicen nada al respecto.

—¡Me encanta tu vestido! —exclamo mientras las abrazo.

Valeria lleva un vestido corto de flores, con escote acabado en pico. ¡Le queda genial! Aunque no me extraña, tiene caderas anchas y la cintura estrecha, y como se ciñe a la cintura le hace una silueta muy bonita.

Pedimos unas cervezas, y Valeria y Beth, que no han cenado nada, se piden unas patatas bravas y un bocadillo de tortilla para compartir. Nos cuentan cómo les han ido las vacaciones por Australia, los padres de Valeria le regalaron el viaje por su cumpleaños e invitaron a Beth. Me parece un gesto muy bonito, no todas las familias aceptan tan bien a la pareja de su hijo/a, solo hay que ver a mi madre...

Yon les cuenta qué tal las prácticas, omitiendo, obviamente, toda la parte que desencadenó nuestra ruptura.

Javi cuenta cómo nos ha ido por casa, tanto a él como a mí, pues casi todo el verano lo hemos pasado juntos, y más después de mi ruptura con Yon.

Sobre la una y media de la madrugada nos vamos a casa, por suerte mañana no hay universidad y podemos descansar todo lo que queramos y más. Como si Javi me leyera la mente, de pronto dice:

—Recuerda que hay que poner dos lavadoras y limpiar la casa, ya toca.

Me llevo las manos a la frente y suspiro.

—Con que con levantemos a las diez y media de la mañana nos da tiempo de hacer más de la mitad de la casa antes de comer —me tranquiliza Yon.

Arrugo la nariz.

—¿A las diez y media? No pensaba despertarme hasta las once —digo con sinceridad—. Necesito descansar.

—¿De qué? Si no llevas ni dos semanas de universidad.

Fulmino a Javi con la mirada.

—¿Y eso qué tiene que ver? Para empezar, deberías saber que vivo cansada, soy como un perezoso andante; y para continuar, creo que la primera semana de universidad es la peor.

—La peor es la semana de exámenes —alega Yon.

—¿Tú de parte de quién estás?

Se encoge de hombros mientras abre la puerta de casa y esquiva mi mirada.

Mi hermano sigue tal cual lo hemos dejado: tirado en el sofá mirando la televisión. Qué hombre...

—Mañana toca limpieza general, no te acuestes tarde —informo solo para tocarle las narices.

Teo se lleva las manos a la cara y resopla con cansancio. Acto seguido apaga la televisión y se levanta con pereza.

—Mira, ya sabemos que lo de ser un perezoso viene de familia —se ríe Javi.

Yon no reprime la carcajada mientras ambos se alejan por el pasillo, dejando a mi hermano confuso y a mi con los brazos cruzados y los ojos en blanco.

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora