Capítulo 17

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Estamos a veintitrés de diciembre, se han acabado las clases, y el semestre se me ha pasado volando. No puedo evitar pensar en las últimas navidades: fueron las mejores. Sonrío mientras miro al techo de la habitación. Con Yon todo era mejor...

El suspiro que suelto se lleva todo lo maravilloso de ese pensamiento. Si realmente todo hubiera sido tan bueno, ahora seguiríamos juntos. Pese a eso, cuando estamos juntos, los momentos buenos superan con creces los malos, y eso me hace replantearme seriamente nuestra condición.

—Mañana por la tarde nos vamos, poco después de comer.

—¿A dónde? —pregunto a pesar de saber la respuesta.

—A casa, ¿a dónde quieres que vayamos a pasar las navidades?

—A cualquier otro sitio —respondo con total indiferencia.

Mi hermano pone los ojos en blanco y se marcha de mi habitación. Supongo que no quiere discutir.

Ahora que he salido de mis pensamientos, y he vuelto a la vida real, escucho a los chicos hacer las maletas. Creo que es Javi el que ha tenido que abrirla y cerrarla hasta tres veces, supongo que porque se estaba dejando cosas...

—Yo me voy ya —la voz de Yon llega a mis oídos y provoca un nudo en mi garganta—. Volveré el veintiséis por la noche, seguramente.

Giro la cabeza y miro por la ventana: está nevando. Como si tuviera cinco años, me llevo las manos a la boca y aguanto la emoción. ¡Está nevando! Por aquí nunca nieva, al menos desde hace diez años. Pero hoy, ahora, está nevando.

Cuando Yon viene a despedirse no puedo contenerme y me lanzo a sus brazos.

—¿Has visto eso? ¡Está nevando!

Yon sonríe en cuanto corrobora lo que le digo. Le gusta la nieve tanto como a mí.

Su sonrisa es como la de un niño ilusionado mientras abre sus regalos de navidad, sentado bajo el árbol. Cuando me mira, lo hace con tanta intensidad, y con un brillo tan especial, que no puedo hacer otra cosa más que besarle.

Volver a sentir sus cálidos y carnosos labios sobre los míos hace que roce el cielo.

Suelto toda la tensión y disfruto realmente el momento cuando rodea mi cintura con su brazo derecho y toca mi mejilla con su mano izquierda.

Nos separamos al escuchar acercarse a alguien por el pasillo.

—¿Te vas ya entonces? —Javi se aparece por el umbral de la puerta.

—Sí, prefiero irme hoy para no pillar caravana.

—Chico listo —nos analiza a ambos con la mirada, alza las cejas y sonríe—. Qué raro verte tan sonrojada —me dice con picardía—. Y tú estás algo tenso, ¿no?

—Es por la nieve.

Casi me doy con la palma de la mano en la frente. Menuda excusa tan pobre...

—¿Por la nieve? —pregunta Javi incrédulo—. En fin, ya me enteraré tarde o temprano.

Se va de mi habitación, no sin antes mirarnos a ambos de reojo.

—Yon, yo...

Intento iniciar una conversación con Yon, aunque no sé qué debería decirle, simplemente he cedido ante lo que deseaba desde hace tiempo.

—No hace falta que lo hablemos ahora —su voz es suave, igual que el roce de las yemas de sus dedos contra mi mejilla—. Cuando vuelva nos sentamos a hablar con calma, así podemos pensar estos días lo que queremos y lo que no.

Asiento con la cabeza como una niña pequeña.

No lo digo en alto, pero estar días con la incertidumbre de no saber qué piensa, me va a matar.

Y como si me leyera el pensamiento, Yon dice:

—Lis, quiero que pienses bien en esto. No quiero que volvamos a hacernos daño, eso es todo —me da un beso en la frente y me guiña un ojo—. Nos vemos en tres días.

Me revuelve un poco el pelo y sale de mi habitación. Salgo con él y le observo despedirse de mi hermano desde el final del pasillo. Me dejo caer de lado contra la pared y suspiro. Creo que he hecho lo correcto, pero ahora debo ser consecuente con mis actos y mis sentimientos. Debo aceptar y asumir de una vez que lo que siento por Yon es más fuerte que lo que nos separó, y empezar a vivir afrontando los problemas, no esquivándolos.

Lo fácil, hasta ahora, ha sido evadir y aparcar mis sentimientos por Yon: saber que le quiero pero no hacer caso y esconderme detrás de un "si estamos juntos nos hacemos daño, mejor estar separados"; cuando lo que realmente debería haber hecho desde un principio es hablar las cosas y buscar soluciones, tantas como sean necesarias para poder estar bien juntos. Y si aún así no estamos bien, si por mucho que lo intentemos fallamos y nuestro destino es estar separados, por lo menos tendremos la tranquilidad de haberlo dado todo, de haber puesto todo nuestro empeño en sacar adelante la relación. Ahora mismo creo que ninguno de los dos puede decir que lo intentamos realmente. Vimos el problema, quisimos darle esquinazo sin plantarle cara, tal vez opusimos un poco de resistencia, pero nada más. Lo que nos pasó es que dejamos de caminar por una explanada llana, y nos encontramos con una piedra con aristas en medio del camino. Empezamos a limar, pero solo se iban las asperezas, seguía pinchando igual y parecía aumentar de tamaño, lo que nos impedía acercarnos el uno al otro, y en vez de buscar otras herramientas, tiramos la lima y nos dimos la espalda, cogiendo de nuevo un camino llano, pero esta vez por separado.

Ahora, después de estar casi medio año separados, creo firmemente que esa nunca debería haber sido una opción. Si los dos lo hubiéramos intentado a consciencia, trabajando en conjunto y por separado, creo que podríamos haber llegado a deshacer esa piedra tan molesta.

Fuí tremendamente ingenua al pensar que todo sería perfecto, que el camino a recorrer no tendría ni un bache, ni una piedra... Me faltó madurez en ese momento. Siempre habrá un obstáculo en el camino, de mayor o menor tamaño, y lo que importará al final será cómo lo has superado y todo lo que has aprendido en el camino.

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora