episodio 05.

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Salí de casa y antes de ir a hablar con sr Harry se podía apreciar que hoy no era un día cualquiera el cielo estaba extraño su color no era el azul brillante como de costumbre, su aspecto era medianamente oscuro y gris. Aún que
la lluvia había perdido fuerza y el sol se esforzaba por encontrar la rendija para aparecer de una vez por todas y brillar por encima de nuestras cabezas, traje conmigo mi viejo paraguas.
las hojas de los árboles revoloteaban sin dirección hasta el viento también se comportaba extraño, parecía mal agurio o algo similar con ese tipo de cosas extrañas, no es que yo crea en supertisiones solo que justo el día en el cual necesito las mejores vibras me hubiese gustado un mejor amanecer, pero quién soy yo para decir que está bien o mal la naturaleza es sabía y su creador aún más aún así fue mi pie izquierdo el que tocó primero el suelo, buenos días San Bartolo.
Caminado por sus calles la gente era muy amable y gentil, algunos caballeros se quitaban el sombrero para saludarme me hacían sentír tan bien que lo menos que podía hacer era corresponder el saludo siendo amable con una sonrisa misma que incomodaba a todas aquellas lindas señoritas que acompañaban a estos hombres, en el fondo me sentía un poco apenada me empezaba a preocupar lo que ellas murmuraban pero al final de todo soy yo misma la única que controla lo que sucede conmigo pero nada puedo hacer con lo que otras personas sientan o piensen sin importar que yo sea el motivo de sus actuar pues  creo que un comportamiento educado no se asocia en lo más mínimo con coqueteo o algo por el estilo solo estoy debolviendo lo que he recibido, reí y con una sonrisa aún más grande seguí camino hacia mi destino.
Unas cuantas manzanas adelante pude observar a las carretas que transportaban a las chicas que trabajaban en la servidumbre de las haciendas aledañas con bolsas y canastas llenas hasta el tope de pan recién horneado, me detuve a orillas de la calle, yo toda emocionada veía pasar a todas y cada una de las carretas y en una de estas iba Margaret quien al verme se levantó oscilando el brazo saludando.
— victoriaaaaa corre que el pan se acaba. Grito entusiasmada.
Y una pieza de pan lanzo hacia mi que con algo de fortuna logro terminar en mis manos.
— muchas gracias le grite agradecida y Féliz.
segui con la mirada el camino de la carreta de Margaret levanté el brazo y volví a gritar despidiéndome
hasta que está se perdiera por completo.
—hasta luego te veo pronto.
Hace un par de meses fue la última vez que vi a Margaret,en aquella ocasión estaba muy feliz esperando con ansias la llegada de su primer hijo, el volverle a ver fue una sorpresa maravillosa mi corazón estallaba de alegría y yo quería saltar como lo hace una cría de liebre, aún que solo fue por  unos instantes la vi contenta y tomo eso como un indicio de que el parto fue un éxito y que ahora se ha convertido en madre, no hay nada igual comparado con el  bienestar de los míos y eso para mí lo es todo. Abrumada por experimentar una seguidilla de emociones vividas en tan poco tiempo, involuntariamente comencé a caminar hacia atrás.
y cuando me percate de ello gire torpemente, la canasta que colgaba de mi brazo rozo una de las piernas de un caballo con el cual casi chocaba.
Este asusto y comenzó a relinchar mientras se paraba en dos patas, la impresión que me causo el imaginar que potencialmente pronto este me aplastara me hicieron caer de espaldas al suelo, en ese momento no supe describir lo que pasaba por mi mente solo cerré mis ojos y encomendando mi alma a dios comencé a orar por mi vida.
Las musculosas y gigantescas patas del animal cayeron sobre un charco salpicando el agua, está golpeó mi rostro y como si fuese una señal de supervivencia abrí mis ojos de inmediato, el amplio pecho del caballo estaba frente a mi cara literalmente quedé entre ambas patas, para mí fortuna el caballo adoptó una posición inmovil había quedado totalmente quieto, el miedo cerro mis ojos nuevamente.
Derepente comencé a confundirme escuchaba pasos acercarse no sabía si eran reales o producto de mi imaginación eran demasiados como si una multitud se aproximara a mi, minutos después entre murmullos y platicas suaves escuche la voz de un hombre, su timbre me dio paz y tranquilidad, enseguida escuché al caballo pasar sobre mi cuerpo y entonces este volvió a hablar.
— se encuentra bien ... Señorita.
La luz llegó a mis ojos de nueva cuenta y frente a mi aquel hombre me ofrecia su mano para levantarme del fango, la cogí rápidamente y volviendo a estar de pie vi a medio pueblo espectante estos comenzaron a aplaudir y a felicitar al hombre que hace unos segundos me había salvado de morir.

Victoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora